Inflación de 11,8% anual, máximo en dos decenios. Costo del crédito en 15,5%, el mayor de Europa occidental. Con reservas disponibles por apenas US$ 2.500 millones, el fantasma del cese de pagos amenaza a una isla que tiene un producto bruto por persona de US$ 46.000 anuales. Increíble.
Esa combinación de estadísticas explica que Reykjavik haya acudido al resto del bloque de habla escandinava en pos de un préstamo conjunto por US$ 25.000 millones. La suma equivale a un cuarto de la deuda externa total. A su vez, ese pasivo quintuplica el PBI total.
Dicho de otros modos, apela a sus dos ex metrópolis durante 1262-1944 (Noruega, Dinamarca) y a Suecia. Por otra parte, la primera ni siquiera está en la Eurozona, rasgo compartido con Islandia misma. Resulta irónico que uno de los países más civilizados del planeta deba superar tragos tan amargos. Más lo es que, en los últimos años, Reykjavik se haya convertido en una estrella entre los mercados especulativos.