domingo, 29 de diciembre de 2024

Washington exige a Bagdad una ley en favor de grandes petroleras

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Un proyecto en inglés, circulante por la Eurozona, entregará la exploración y extracción de hidrocarburos a firmas de Estados Unidos y Gran Bretaña. O sea, un potencial de 1.900.000 barriles diarios de producción y 1.300.000 de exportación.

Cerca de cumplirse cuatro años de la invasión “aliada” a Irak, Washington busca imponer al parlamento mesopotámico una ley que garante a British Petroleum, Royal Dutch/Shell, Exxon Mobil, ChevronTexaco, ConocoPhillips y otras el control del petróleo y el gas locales. Amén de su arbitrariedad –entrega la décimoquinta reserva del mundo a un “lobby”-, el proyecto creará un escándalo, pues excluye a los europeos (salvo ingleses y sus socios holandeses).

De acuerdo con la denuncia publicada por la edición dominical del “Independent”, el borrador fue redactado en la secretaría norteamericana de energía y combustibles, controlada por el cabildeo cuyo operador máximo es el vicepresidente Richard Cheney (Halliburton). La futura ley dejará sin efecto la nacionalización de 1972 –anterior a Saddam Huséin- y otorgará a esas empresas contratos por treinta años.

Durante la fase inicial, las compañías se quedarán con 75% de las utilidades, como “única forma de reconstruir la industria, tras dos guerras y sanciones”. El texto parece suponer que una tercera guerra, la civil, concluirá pronto con el triunfo del gobierno y su mandante, EE.UU.

Para mayor abundancia, una cláusula absolutamente “innovadora” determinará “compartir trabajos con Saudiarabia”, segundo productor mundial tras Rusia y primero de la Opep. Los objetores del esquema, en la Eurozona y Levante, señalan que Washington y Londres “pretenden obligar a Bagdad a ceder soberanía, en grado inaceptable, sobre 95% de sus ingresos nacionales”.

Por otro lado, el proyecto confirma los temores de quienes, desde 2003, sostienen que la invasión asumía en realidad los intereses de las grandes petroleras anglosajonas. De paso, agrava el ridículo internacional de Antony Blair que, desde siempre, ha negado esas suspicacias ante el parlamento británico. Al margen de la merma de actividades ocasionada por la ocupación y la consiguiente guerra civil –que George W.Bush EE.UU. imagina liquidar enviando refuerzos para enfrentar a la mayoría shiita-, Irak estaba duodécimo entre los exportadores (2005). Hasta 1990, era el sexto, después de Saudiarabia, Rusia (luego primera), Noruega e Irán.

Cerca de cumplirse cuatro años de la invasión “aliada” a Irak, Washington busca imponer al parlamento mesopotámico una ley que garante a British Petroleum, Royal Dutch/Shell, Exxon Mobil, ChevronTexaco, ConocoPhillips y otras el control del petróleo y el gas locales. Amén de su arbitrariedad –entrega la décimoquinta reserva del mundo a un “lobby”-, el proyecto creará un escándalo, pues excluye a los europeos (salvo ingleses y sus socios holandeses).

De acuerdo con la denuncia publicada por la edición dominical del “Independent”, el borrador fue redactado en la secretaría norteamericana de energía y combustibles, controlada por el cabildeo cuyo operador máximo es el vicepresidente Richard Cheney (Halliburton). La futura ley dejará sin efecto la nacionalización de 1972 –anterior a Saddam Huséin- y otorgará a esas empresas contratos por treinta años.

Durante la fase inicial, las compañías se quedarán con 75% de las utilidades, como “única forma de reconstruir la industria, tras dos guerras y sanciones”. El texto parece suponer que una tercera guerra, la civil, concluirá pronto con el triunfo del gobierno y su mandante, EE.UU.

Para mayor abundancia, una cláusula absolutamente “innovadora” determinará “compartir trabajos con Saudiarabia”, segundo productor mundial tras Rusia y primero de la Opep. Los objetores del esquema, en la Eurozona y Levante, señalan que Washington y Londres “pretenden obligar a Bagdad a ceder soberanía, en grado inaceptable, sobre 95% de sus ingresos nacionales”.

Por otro lado, el proyecto confirma los temores de quienes, desde 2003, sostienen que la invasión asumía en realidad los intereses de las grandes petroleras anglosajonas. De paso, agrava el ridículo internacional de Antony Blair que, desde siempre, ha negado esas suspicacias ante el parlamento británico. Al margen de la merma de actividades ocasionada por la ocupación y la consiguiente guerra civil –que George W.Bush EE.UU. imagina liquidar enviando refuerzos para enfrentar a la mayoría shiita-, Irak estaba duodécimo entre los exportadores (2005). Hasta 1990, era el sexto, después de Saudiarabia, Rusia (luego primera), Noruega e Irán.

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