La caída de los depósitos se ha moderado: en la última semana han disminuido a un ritmo de unos $ 90 millones diarios. Esto significa que la variable crítica del sistema económico en épocas de crisis le está dando un respiro al Gobierno, otorgándole un mayor margen de maniobra. Si las cosas siguen así hay tres meses por delante en los cuales la probabilidad de una crisis financiera se aleja. Para consolidar esta nueva situación el Gobierno está trabajando sobre un filo de navaja en cuatro frentes, aunque no simultáneamente en todos. Estos son:
1)completar el canje en el tramo local.
2) iniciar las negociaciones en el complicado tramo internacional.
3) presentar un programa fiscal de emergencia hasta fines de año y un presupuesto 2002 creíble para el FMI y tolerable para la clase política.
4) mostrar a la sociedad algún indicio de que la depresión económica puede superarse.
El éxito en el primer frente está ya garantizado. Pero un fracaso en cualquiera de los tres restantes puede acelerar nuevamente la salida de depósitos y amenazar con una dinámica caótica.
Cavallo entre dos fuegos
Las negociaciones para canjear deuda en el tramo internacional son muy complicadas. El ministro Cavallo oscila entre dos posiciones. La moderada supone tratar a los acreedores amigablemente, esto es, ofrecerles las mismas condiciones que las vigentes para el tramo local.
La posición dura podría implicar quita de capital y/o capitalización de intereses de modo de incrementar el ahorro fiscal. La ventaja de la primera es exhibir públicamente el deseo de pagar y evitar una ruptura con el mercado internacional de capitales. El problema que tiene esta postura es que aún cuando se consiga un canje extendido (de unos US$ 20.000 millones) no evitará que un número sustantivo de acreedores lleve al Estado argentino a los tribunales exigiéndole el cumplimiento integral de contrato.
Lo cierto es que el camino elegido por las autoridades argentinas –el de una convocatoria de acreedores que abre un proceso de negociación– no tiene antecedentes. Nadie se atreve a afirmar que puede funcionar bien si no media la amenaza explícita de la cesación de pagos.
Lo que falta ahorar
La cuestión fiscal no es independiente de la decisión que se tome respecto al tramo externo del canje de deuda. Si el trato es igualitario, el ahorro alcanzará los $ 2.500 millones. A ello habrá que agregar, para el presupuesto 2002, otros recortes: $ 3.000 millones por la rebaja de 13% en los salarios del sector público y las jubilaciones, $ 2.000 millones por las menores transferencias a las provincias y las menores erogaciones que se derivarían de la eliminación del fondo de incentivo docente. Aún así, persiste un desequilibrio de unos $ 4.500 millones para el ejercicio que viene.
Esto tiene una única explicación: la caída de la recaudación, generada por la profundización del cuadro recesivo. A menos que algo imprevisible ocurra, los ingresos públicos quedarán lejos de los $ 3.500 millones mensuales estimados oficialmente. Cuando los técnicos del FMI tomen contacto con esta realidad, surgirá en el organismo internacional una pregunta: ¿corresponde hacer el desembolso de US$ 1.260 millones previsto para diciembre?
Apoyo con interroganes
La respuesta será positiva. El esfuerzo del Gobierno argentino por reducir el gasto público ha sido de gran magnitud, y no será el FMI el que condene al país a una ruptura de su régimen macroeconómico.
Pero entonces aparecerá un nuevo interrogante: ¿cómo se cerrarán las cuentas del 2002? Una alternativa es mantener la estrategia de déficit cero con incrementos de impuestos (por ejemplo, el gravamen de emergencia a las altas ganancias) y/o con nuevos recortes de gasto (¿eliminación del aguinaldo, como anticipó Hoja de Ruta hace tres meses?).
Si se juzgara que estas medidas son políticamente inviables, la otra alternativa es aquella que Cavallo ha venido desechando sistemáticamente hasta ahora por temor a que relaje la disciplina fiscal: financiar el desequilibrio de las cuentas públicas con una nueva moneda no convertible.
Si el Gobierno Nacional elige este camino, es probable que estemos a las puertas de un nuevo sistema monetario: dolarización coexistiendo con un moneda flotante que serviría como medio para las transacciones.
La caída de los depósitos se ha moderado: en la última semana han disminuido a un ritmo de unos $ 90 millones diarios. Esto significa que la variable crítica del sistema económico en épocas de crisis le está dando un respiro al Gobierno, otorgándole un mayor margen de maniobra. Si las cosas siguen así hay tres meses por delante en los cuales la probabilidad de una crisis financiera se aleja. Para consolidar esta nueva situación el Gobierno está trabajando sobre un filo de navaja en cuatro frentes, aunque no simultáneamente en todos. Estos son:
1)completar el canje en el tramo local.
2) iniciar las negociaciones en el complicado tramo internacional.
3) presentar un programa fiscal de emergencia hasta fines de año y un presupuesto 2002 creíble para el FMI y tolerable para la clase política.
4) mostrar a la sociedad algún indicio de que la depresión económica puede superarse.
El éxito en el primer frente está ya garantizado. Pero un fracaso en cualquiera de los tres restantes puede acelerar nuevamente la salida de depósitos y amenazar con una dinámica caótica.
Cavallo entre dos fuegos
Las negociaciones para canjear deuda en el tramo internacional son muy complicadas. El ministro Cavallo oscila entre dos posiciones. La moderada supone tratar a los acreedores amigablemente, esto es, ofrecerles las mismas condiciones que las vigentes para el tramo local.
La posición dura podría implicar quita de capital y/o capitalización de intereses de modo de incrementar el ahorro fiscal. La ventaja de la primera es exhibir públicamente el deseo de pagar y evitar una ruptura con el mercado internacional de capitales. El problema que tiene esta postura es que aún cuando se consiga un canje extendido (de unos US$ 20.000 millones) no evitará que un número sustantivo de acreedores lleve al Estado argentino a los tribunales exigiéndole el cumplimiento integral de contrato.
Lo cierto es que el camino elegido por las autoridades argentinas –el de una convocatoria de acreedores que abre un proceso de negociación– no tiene antecedentes. Nadie se atreve a afirmar que puede funcionar bien si no media la amenaza explícita de la cesación de pagos.
Lo que falta ahorar
La cuestión fiscal no es independiente de la decisión que se tome respecto al tramo externo del canje de deuda. Si el trato es igualitario, el ahorro alcanzará los $ 2.500 millones. A ello habrá que agregar, para el presupuesto 2002, otros recortes: $ 3.000 millones por la rebaja de 13% en los salarios del sector público y las jubilaciones, $ 2.000 millones por las menores transferencias a las provincias y las menores erogaciones que se derivarían de la eliminación del fondo de incentivo docente. Aún así, persiste un desequilibrio de unos $ 4.500 millones para el ejercicio que viene.
Esto tiene una única explicación: la caída de la recaudación, generada por la profundización del cuadro recesivo. A menos que algo imprevisible ocurra, los ingresos públicos quedarán lejos de los $ 3.500 millones mensuales estimados oficialmente. Cuando los técnicos del FMI tomen contacto con esta realidad, surgirá en el organismo internacional una pregunta: ¿corresponde hacer el desembolso de US$ 1.260 millones previsto para diciembre?
Apoyo con interroganes
La respuesta será positiva. El esfuerzo del Gobierno argentino por reducir el gasto público ha sido de gran magnitud, y no será el FMI el que condene al país a una ruptura de su régimen macroeconómico.
Pero entonces aparecerá un nuevo interrogante: ¿cómo se cerrarán las cuentas del 2002? Una alternativa es mantener la estrategia de déficit cero con incrementos de impuestos (por ejemplo, el gravamen de emergencia a las altas ganancias) y/o con nuevos recortes de gasto (¿eliminación del aguinaldo, como anticipó Hoja de Ruta hace tres meses?).
Si se juzgara que estas medidas son políticamente inviables, la otra alternativa es aquella que Cavallo ha venido desechando sistemáticamente hasta ahora por temor a que relaje la disciplina fiscal: financiar el desequilibrio de las cuentas públicas con una nueva moneda no convertible.
Si el Gobierno Nacional elige este camino, es probable que estemos a las puertas de un nuevo sistema monetario: dolarización coexistiendo con un moneda flotante que serviría como medio para las transacciones.