jueves, 26 de diciembre de 2024

Naciones Unidas y la UE descubren el recalentamiento global

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Tras el pálido documento del “panel de expertos”, en febrero, el consejo de seguridad de pronto alerta sobre “urgentes amenazas a la paz y la seguridad internacionales”. Por su parte, Bruselas realizó otra cumbre mundial.

Este encuentro también produjo un documento espectacular, aunque para nada sorpresivo. Desde Bruselas, el grupo intergubernamental de expertos sobre evolución climática (GIEEC) predijo que, hacia mediados de siglo, Latinoamérica habrá perdido la mitad de las tierras cultivables. Entre cincuenta y 150 millones de habitantes no tendrán agua suficiente, número que llegará a 400 millones hacia 2080. En realidad, hace varios años que la región –y parte de Estados Unidos- sufren anomalías que incluyen violentas temporadas de ciclones caribeños.

Algunos suspicaces sospechan que la derrota política de George W.Bush a manos de la Corte Suprema es la clave real de esta “toma de conciencia”. Hace pocos días, en efecto, el máximo tribunal norteamericano dictaminó que la agencia federal para protección ambientas, AFPA (EPA en su sigla inglesa) tiene facultades regulatorias y ejecutivas sobre emisiones de monóxido y dióxido de carbono.

Son gases contaminantes originados en tres tipos de combustibles fósiles no renovables: carbón, gas natural y derivados del petróleo. Muy ligada a las grandes compañías del sector, la Casa Blanca sostenía lo contrario y, a su juicio, imponer restricciones obligatorias perjudicaba la economía nacional.

El duro revés judicial sufrido por el gobierno republicano hizo recordar a la ONU que el documento del panel internacional, difundido hace varias semanas, sonaba a complaciente. Así lo denunciaron varios científicos que se negaron a firmarlo. Hoy el libreto es otro y alude a “peligro de guerras por recursos, alteración de fronteras políticas, migraciones masivas e crisis en el abastecimiento de combustibles y energía” (que no son la misma cosa).

“Las causales habituales de conflicto –señala el consejo de seguridad- pueden exacerbarse o modificarse por efectos del cambio climático y las consiguientes anomalías meteorológicas o marinas”. El asunto se tratará en la reunión del martes 17 y, de pronto, parece más serio que el plan nuclear iraní.

Como explicaba en 2005 esta revista, “el efecto invernadero perjudica ya el suministro y la calidad de agua en varios lugares del planeta”. Según la ONU, “los patrones de hambrunas y disponibilidad de alimentos crearán centro de inestabilidad. Al mismo tiempo, el alza en el nivel de los mares –hasta 60 centímetros para fin de siglo –estimación por demás optimista- obligará a evacuar poblaciones enteras y hasta amenazará con la desaparición de amplias áreas”.

Se insiste con las islas Maldivas, apenas pobladas, pero se omiten ejemplos mucho más dramáticos. Entre ellos, el delta del Ganges-Brahmaputra, con 120 millones de habitantes, el del Orinoco, la cabecera de golfo Pérsico –donde inundaciones bíblicas afectaría vastos yacimientos de hidrocarburos- y estuarios poco profundos. Uno es el río de la Plata, como por fin admite el documento de Bruselas.

La idea en el consejo de seguridad y el GIEEC es preparar una convocatoria mundial para septiembre de 2008. Resulta irónico que tres de los cinco miembros permanentes (Estados Unidos, Rusia, China) figuren entre los mayores contaminantes. Hasta el veredicto de la Corte Suprema, aparte, Washington ni siquiera aceptaba a regañadientes, como Moscú o Beijing, debatir el problema.

Las contradicciones no paran ahí. Así, en la UE se llevó a cabo un debate entre dos mil expertos y diplomáticos de 120 países, en el marco del GIEEC. Aparte de los caros que son estos encuentros sólo en viáticos, el nutrido grupo todavía no ha hecho el mea culpa respecto del pobre trabajo presentado en febrero. Pero los anfitriones ofrecen su propia contradicción: el enorme gasto anual en subsidios a agricultores ineficientes podría emplearse para financiar programas orientados a controlar emisiones contaminantes, combatir el hambre y otros efectos del efecto invernadero. Los técnicos y científicos reunidos en Bruselas no parecieron advertirlo.

Este encuentro también produjo un documento espectacular, aunque para nada sorpresivo. Desde Bruselas, el grupo intergubernamental de expertos sobre evolución climática (GIEEC) predijo que, hacia mediados de siglo, Latinoamérica habrá perdido la mitad de las tierras cultivables. Entre cincuenta y 150 millones de habitantes no tendrán agua suficiente, número que llegará a 400 millones hacia 2080. En realidad, hace varios años que la región –y parte de Estados Unidos- sufren anomalías que incluyen violentas temporadas de ciclones caribeños.

Algunos suspicaces sospechan que la derrota política de George W.Bush a manos de la Corte Suprema es la clave real de esta “toma de conciencia”. Hace pocos días, en efecto, el máximo tribunal norteamericano dictaminó que la agencia federal para protección ambientas, AFPA (EPA en su sigla inglesa) tiene facultades regulatorias y ejecutivas sobre emisiones de monóxido y dióxido de carbono.

Son gases contaminantes originados en tres tipos de combustibles fósiles no renovables: carbón, gas natural y derivados del petróleo. Muy ligada a las grandes compañías del sector, la Casa Blanca sostenía lo contrario y, a su juicio, imponer restricciones obligatorias perjudicaba la economía nacional.

El duro revés judicial sufrido por el gobierno republicano hizo recordar a la ONU que el documento del panel internacional, difundido hace varias semanas, sonaba a complaciente. Así lo denunciaron varios científicos que se negaron a firmarlo. Hoy el libreto es otro y alude a “peligro de guerras por recursos, alteración de fronteras políticas, migraciones masivas e crisis en el abastecimiento de combustibles y energía” (que no son la misma cosa).

“Las causales habituales de conflicto –señala el consejo de seguridad- pueden exacerbarse o modificarse por efectos del cambio climático y las consiguientes anomalías meteorológicas o marinas”. El asunto se tratará en la reunión del martes 17 y, de pronto, parece más serio que el plan nuclear iraní.

Como explicaba en 2005 esta revista, “el efecto invernadero perjudica ya el suministro y la calidad de agua en varios lugares del planeta”. Según la ONU, “los patrones de hambrunas y disponibilidad de alimentos crearán centro de inestabilidad. Al mismo tiempo, el alza en el nivel de los mares –hasta 60 centímetros para fin de siglo –estimación por demás optimista- obligará a evacuar poblaciones enteras y hasta amenazará con la desaparición de amplias áreas”.

Se insiste con las islas Maldivas, apenas pobladas, pero se omiten ejemplos mucho más dramáticos. Entre ellos, el delta del Ganges-Brahmaputra, con 120 millones de habitantes, el del Orinoco, la cabecera de golfo Pérsico –donde inundaciones bíblicas afectaría vastos yacimientos de hidrocarburos- y estuarios poco profundos. Uno es el río de la Plata, como por fin admite el documento de Bruselas.

La idea en el consejo de seguridad y el GIEEC es preparar una convocatoria mundial para septiembre de 2008. Resulta irónico que tres de los cinco miembros permanentes (Estados Unidos, Rusia, China) figuren entre los mayores contaminantes. Hasta el veredicto de la Corte Suprema, aparte, Washington ni siquiera aceptaba a regañadientes, como Moscú o Beijing, debatir el problema.

Las contradicciones no paran ahí. Así, en la UE se llevó a cabo un debate entre dos mil expertos y diplomáticos de 120 países, en el marco del GIEEC. Aparte de los caros que son estos encuentros sólo en viáticos, el nutrido grupo todavía no ha hecho el mea culpa respecto del pobre trabajo presentado en febrero. Pero los anfitriones ofrecen su propia contradicción: el enorme gasto anual en subsidios a agricultores ineficientes podría emplearse para financiar programas orientados a controlar emisiones contaminantes, combatir el hambre y otros efectos del efecto invernadero. Los técnicos y científicos reunidos en Bruselas no parecieron advertirlo.

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