Algunos operadores en Wall Street sospechan que pasan cosas raras. Hace poco, John Wheeler, agente de American Century –un gran grupo de fondos inversores-, intentó comprar acciones en el recinto. Pero el intermediario que vincula compradores y vendedores no colocó el pedido a tiempo y, entretanto, el papel subió. Wheeler protestó ante la New York Stock Exchange (NYSE o Bolsa de Nueva York).
Al rato, la firma para la cual opera el intermediario admitió su error y pidió disculpas. Al otro día, Richard Grasso –presidente de la NYSE- llamó personalmente a Wheeler y le dijo que ese tipo de cosas lo preocupaba bastante, porque afectaba la natural confianza en los mecanismos bursátiles. Sin ese factor, Wall Street no habría cumplido 210 años ni sería casi el único mercado líder con operadores físicos en vez de electrónicos. Este fin de semana, por fin, Grasso informó a los medios que “habrá una revisión de las prácticas usuales en firmas intermediarias”.
El intermediario humano es fundamental. Por ejemplo, en un trámite común, el oferente –mal llamado “inversor”, ya que todos lo son- quiere vender mil acciones a veinte dólares cada una. Su corredor toma la orden y la transmite a la posición del intermediario. Éste ubica al comprador potencial –si ya no lo tiene- y coloca los papeles. Si hay diferencias entre precio de oferta y precio de demanda, el intermediario negocia entre las partes (como si fuese un rematador).
Entonces ¿por qué ocurrió lo de Wheeler? Porque, es dable sospechar, el intermediario puede haber detectado a un agente interesado en comprar encima del precio pedido por el oferente y tentarse de hacer diferencia en favor suyo. También puede suceder que acepte recolocar un poco por debajo para no perder la operación y su comisión correspondiente. En un caso, perjudica al comprador; en el otro, al vendedor. Pero, por encima de los intermediarios, existen las firmas especialistas para las cuales trabajan. En la NYSE actúan Spear, Leeds & Kellogg (Goldman Sachs), Fleet Specialist (FleetBoston Financial), Bear Wagner (donde Bear Stearns es accionista minoritaria) más cuatro independientes: Performance Specialist Group, LaBranche, Van del Moelen y Susquehanna (ésta no cotiza en bolsa).
Por el momento, todas las firmas especialistas se hallan bajo sospecha y la NYSE busca averiguar cuáles han estado aprovechando su información privilegiada (la intermediación implica conocer datos a menudo no públicos) para hacer diferencias, antes o después de ejecutar las órdenes, en beneficio propio. Esta maniobra se conoce como “front running” (adelantarse al mercado). En realidad, todavía nadie ha radicado cargos, pero la bolsa se cura en salud: en el futuro, cualquier queja o demanda será hecha pública, investigada y, si cupiera, elevada a la Securities & Exchange Commission.
Algunos operadores en Wall Street sospechan que pasan cosas raras. Hace poco, John Wheeler, agente de American Century –un gran grupo de fondos inversores-, intentó comprar acciones en el recinto. Pero el intermediario que vincula compradores y vendedores no colocó el pedido a tiempo y, entretanto, el papel subió. Wheeler protestó ante la New York Stock Exchange (NYSE o Bolsa de Nueva York).
Al rato, la firma para la cual opera el intermediario admitió su error y pidió disculpas. Al otro día, Richard Grasso –presidente de la NYSE- llamó personalmente a Wheeler y le dijo que ese tipo de cosas lo preocupaba bastante, porque afectaba la natural confianza en los mecanismos bursátiles. Sin ese factor, Wall Street no habría cumplido 210 años ni sería casi el único mercado líder con operadores físicos en vez de electrónicos. Este fin de semana, por fin, Grasso informó a los medios que “habrá una revisión de las prácticas usuales en firmas intermediarias”.
El intermediario humano es fundamental. Por ejemplo, en un trámite común, el oferente –mal llamado “inversor”, ya que todos lo son- quiere vender mil acciones a veinte dólares cada una. Su corredor toma la orden y la transmite a la posición del intermediario. Éste ubica al comprador potencial –si ya no lo tiene- y coloca los papeles. Si hay diferencias entre precio de oferta y precio de demanda, el intermediario negocia entre las partes (como si fuese un rematador).
Entonces ¿por qué ocurrió lo de Wheeler? Porque, es dable sospechar, el intermediario puede haber detectado a un agente interesado en comprar encima del precio pedido por el oferente y tentarse de hacer diferencia en favor suyo. También puede suceder que acepte recolocar un poco por debajo para no perder la operación y su comisión correspondiente. En un caso, perjudica al comprador; en el otro, al vendedor. Pero, por encima de los intermediarios, existen las firmas especialistas para las cuales trabajan. En la NYSE actúan Spear, Leeds & Kellogg (Goldman Sachs), Fleet Specialist (FleetBoston Financial), Bear Wagner (donde Bear Stearns es accionista minoritaria) más cuatro independientes: Performance Specialist Group, LaBranche, Van del Moelen y Susquehanna (ésta no cotiza en bolsa).
Por el momento, todas las firmas especialistas se hallan bajo sospecha y la NYSE busca averiguar cuáles han estado aprovechando su información privilegiada (la intermediación implica conocer datos a menudo no públicos) para hacer diferencias, antes o después de ejecutar las órdenes, en beneficio propio. Esta maniobra se conoce como “front running” (adelantarse al mercado). En realidad, todavía nadie ha radicado cargos, pero la bolsa se cura en salud: en el futuro, cualquier queja o demanda será hecha pública, investigada y, si cupiera, elevada a la Securities & Exchange Commission.