La demanda de rubros cuya duración alcance no menos de tres años se desplomó 8,3% en enero-septiembre, revela el departamento federal de Comercio. Al mismo tiempo, la Conference board –entidad empresaria privada- señala que su índice de confianza en el mercado cedióò de 105,1 puntos en octubre a 102,9 en noviembre (o sea, -2,1%).
Por su parte, analistas de Morgan Stanley y el holding Bear Stearns redujeton proyecciones sobree crecimiento del producto bruto interno durante este trimestre. A su vez, las cadenas minoristas temen que esta temporada de fiestas no llegue a los niveles de años anteriores. Salvo el nivel sostenido de los crudos a término (US$ 60,50 a 61,50 el barril en Nueva York y Londres) parece darle razones al jefe del Sistema de Reserva Federal.
El martes mismo, por cierto, Bernanke repitiò que “los riesgos inflacionarios no han desaparecido”. Por el contrario, las bancas citadas y Bank of America Securities sostienen que “la recidiva inflacionaria tiende a atenuarse. Si no en diciembre, en la primar reunión del comité monetario debiera rebajar la tasa básica por lo menos a 5%”. Otros operadores se atreven a pensar en 4,75% anual, nivel más razonable si se tiene presente que el PBI crece a menos de 2% anual.
Bernanke imagina que, en 2007, el PBI rebotará y subirá el uso de capacidad instalada. Pero, como su visión de la realidad no se centra en la economía física, sino en un síntoma irreal: el índice de precios minoristas subyacentes, que excluye alimentos, energía y combustibles. Además, si el nuevo presidente del SRF impone una política monetaria basada en metas de inflación, se alejará aún más de la economía real (para alegría de los neoclásicos supérstites.
Sólo la especulación apoyada en bonos de Tesorería toma en serio a la nueva Casandra. Por ende, las tasas largas descienden a mínimos de 2006: 4,5% anual a diez años, 4,6% a treinta. No obstante, el consiguiente aumento de precios no refleja confianza en Bernanke, sino un dólar débil. En Fráncfort, el euro marcaba nuevos máximo (US$ 1,32) y, en Londres, la libra llegaba a US$ 1,952.
La demanda de rubros cuya duración alcance no menos de tres años se desplomó 8,3% en enero-septiembre, revela el departamento federal de Comercio. Al mismo tiempo, la Conference board –entidad empresaria privada- señala que su índice de confianza en el mercado cedióò de 105,1 puntos en octubre a 102,9 en noviembre (o sea, -2,1%).
Por su parte, analistas de Morgan Stanley y el holding Bear Stearns redujeton proyecciones sobree crecimiento del producto bruto interno durante este trimestre. A su vez, las cadenas minoristas temen que esta temporada de fiestas no llegue a los niveles de años anteriores. Salvo el nivel sostenido de los crudos a término (US$ 60,50 a 61,50 el barril en Nueva York y Londres) parece darle razones al jefe del Sistema de Reserva Federal.
El martes mismo, por cierto, Bernanke repitiò que “los riesgos inflacionarios no han desaparecido”. Por el contrario, las bancas citadas y Bank of America Securities sostienen que “la recidiva inflacionaria tiende a atenuarse. Si no en diciembre, en la primar reunión del comité monetario debiera rebajar la tasa básica por lo menos a 5%”. Otros operadores se atreven a pensar en 4,75% anual, nivel más razonable si se tiene presente que el PBI crece a menos de 2% anual.
Bernanke imagina que, en 2007, el PBI rebotará y subirá el uso de capacidad instalada. Pero, como su visión de la realidad no se centra en la economía física, sino en un síntoma irreal: el índice de precios minoristas subyacentes, que excluye alimentos, energía y combustibles. Además, si el nuevo presidente del SRF impone una política monetaria basada en metas de inflación, se alejará aún más de la economía real (para alegría de los neoclásicos supérstites.
Sólo la especulación apoyada en bonos de Tesorería toma en serio a la nueva Casandra. Por ende, las tasas largas descienden a mínimos de 2006: 4,5% anual a diez años, 4,6% a treinta. No obstante, el consiguiente aumento de precios no refleja confianza en Bernanke, sino un dólar débil. En Fráncfort, el euro marcaba nuevos máximo (US$ 1,32) y, en Londres, la libra llegaba a US$ 1,952.