viernes, 29 de noviembre de 2024

Bernanke teme una crisis financiera por culpa de los jubilados

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El sucesor de Alan Greenspan al frente del Sistema Federal de Reserva comparte sus reparos contra la jubilación y las atención médica a los viejos. Si ambas cosas no se achican, “a largo plazo, serán imposibles de solventar por el fisco”.

“Si no adoptan medidas tempranas y drásticas, la economía norteamericana podría debilitarse en forma severa. Las futuras generaciones deberán, pues, sobrellevar los crecientes costos de mantener a los retirados”, sostuvo ante la comisión senatorial de presupuesto. Dos legisladores le preguntaron por riesgos tan actuales como el déficit fiscal, la balanza de pagos externos o los gastos de guerra. El banquero derivó esos asuntos al departamento de hacienda, o sea a Henry Paulson (ex Goldman Sachs).

Las opiniones ortodoxas de Bernanke, no obstante, forman parte del debate previo a la presentación –el 5 de febrero- del presupuesto 2007/8, por parte de George W.Bush. Ahí, la Casa Blanca revelará otro plan para equilibrar las cuentas hacia 2012. En ese punto, el jefe del SRF marca una diferencia con el “oficialista” Greenspan: se niega a apoyar una estrategia de recortes –sin afectar prebendas impositivas a sectores de grandes recursos- que viene fracasando desde 2001/2, o sea desde que Bush es presidente.

Aunque las proyecciones oficiales muestren déficit estable o en baja para los próximos ejercicios, “lamentablemente, estamos en vías de afrontar una tormenta en los años 30”, reiteraba Bernanke en el Capitolio. Hablaba ante un congreso controlado ahora por los demócratas, tradicionalmente hostiles a la ortodoxia del SRF.

Bernanke eludió tocar temas monetarios o fiscales del momento, aunque éstos sean catastróficos. Eso no lo ayudará cuando deba presentarse ante el plenario de comisiones de ambas cámaras, entre el 14 y el 15 de febrero, cuando ya el proyecto presupuestario de Bush esté sobre tablas.

También entran en juego las recientes proyecciones hechas por la oficina presupestaria del propio congreso, de sesgo muy conservador y poco proclive a objetar la generosidad tributaria gubernamental hacia los ricos. Según esta fuente, la relación entre deuda federal emitida y producto bruto interno subirá de 37% en el ejercicio 2006/7 a 100% para 2029/30.

“Después -afirma Bernanke-, se incrementará exponencialmente y desembocará en una violenta crisis fiscal”.A su criterio, entonces, los jubilados de hoy dejarán sin un centavo a los jubilados de pasado mañana. Ahora bien, el presupuesto que presentará Bush asciende a US$ 2,9 billones, pero promete equilibrio en cinco años. Así lo viene haciendo desde 2001/2, sin parar mientes en la caída de ingresos genuinos generada por los tres paquetes de rebajas tributarias que cubren el lapso 2002-11.

Paulson se siente feliz con esos números, pero a Bernanke no le gustan, aunque prefiera no hablar de dádivas impositivas, gastos bélicos ni subsidios a petroleras amigas de los Bush o del vicepresidente Richard Cheney. Naturalmente, los demócratas optan por dejar expirar esos paquetes tributarios por US$ 2,35 billones. Con sensatez, señalan que los fondos deberán en el futuro destinarse al un sistema jubilatorio saneado –sin especulaciones con derivativos- y sus prestaciones sociales.

La oficina parlamentaria del tema proyectaba, en julio, un rojo de US$339.000 millones para el ejercicio 2006/7. Superior a los 248.000 millones de 2005/6, pero igualmente un exceso de optimismo. Esa misma agencia imaginaba que el déficit bajaría, en dólares constantes, a US$ 188.000 millones para 2007/8 (un puro dibujo contable). Bush asumió el cargo con un superávit de US$ 227.000 millones.

“Si no adoptan medidas tempranas y drásticas, la economía norteamericana podría debilitarse en forma severa. Las futuras generaciones deberán, pues, sobrellevar los crecientes costos de mantener a los retirados”, sostuvo ante la comisión senatorial de presupuesto. Dos legisladores le preguntaron por riesgos tan actuales como el déficit fiscal, la balanza de pagos externos o los gastos de guerra. El banquero derivó esos asuntos al departamento de hacienda, o sea a Henry Paulson (ex Goldman Sachs).

Las opiniones ortodoxas de Bernanke, no obstante, forman parte del debate previo a la presentación –el 5 de febrero- del presupuesto 2007/8, por parte de George W.Bush. Ahí, la Casa Blanca revelará otro plan para equilibrar las cuentas hacia 2012. En ese punto, el jefe del SRF marca una diferencia con el “oficialista” Greenspan: se niega a apoyar una estrategia de recortes –sin afectar prebendas impositivas a sectores de grandes recursos- que viene fracasando desde 2001/2, o sea desde que Bush es presidente.

Aunque las proyecciones oficiales muestren déficit estable o en baja para los próximos ejercicios, “lamentablemente, estamos en vías de afrontar una tormenta en los años 30”, reiteraba Bernanke en el Capitolio. Hablaba ante un congreso controlado ahora por los demócratas, tradicionalmente hostiles a la ortodoxia del SRF.

Bernanke eludió tocar temas monetarios o fiscales del momento, aunque éstos sean catastróficos. Eso no lo ayudará cuando deba presentarse ante el plenario de comisiones de ambas cámaras, entre el 14 y el 15 de febrero, cuando ya el proyecto presupuestario de Bush esté sobre tablas.

También entran en juego las recientes proyecciones hechas por la oficina presupestaria del propio congreso, de sesgo muy conservador y poco proclive a objetar la generosidad tributaria gubernamental hacia los ricos. Según esta fuente, la relación entre deuda federal emitida y producto bruto interno subirá de 37% en el ejercicio 2006/7 a 100% para 2029/30.

“Después -afirma Bernanke-, se incrementará exponencialmente y desembocará en una violenta crisis fiscal”.A su criterio, entonces, los jubilados de hoy dejarán sin un centavo a los jubilados de pasado mañana. Ahora bien, el presupuesto que presentará Bush asciende a US$ 2,9 billones, pero promete equilibrio en cinco años. Así lo viene haciendo desde 2001/2, sin parar mientes en la caída de ingresos genuinos generada por los tres paquetes de rebajas tributarias que cubren el lapso 2002-11.

Paulson se siente feliz con esos números, pero a Bernanke no le gustan, aunque prefiera no hablar de dádivas impositivas, gastos bélicos ni subsidios a petroleras amigas de los Bush o del vicepresidente Richard Cheney. Naturalmente, los demócratas optan por dejar expirar esos paquetes tributarios por US$ 2,35 billones. Con sensatez, señalan que los fondos deberán en el futuro destinarse al un sistema jubilatorio saneado –sin especulaciones con derivativos- y sus prestaciones sociales.

La oficina parlamentaria del tema proyectaba, en julio, un rojo de US$339.000 millones para el ejercicio 2006/7. Superior a los 248.000 millones de 2005/6, pero igualmente un exceso de optimismo. Esa misma agencia imaginaba que el déficit bajaría, en dólares constantes, a US$ 188.000 millones para 2007/8 (un puro dibujo contable). Bush asumió el cargo con un superávit de US$ 227.000 millones.

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