Pese al estilo indirecto de los Sa’ud, vienen sobrando los indicios. Hace pocos días, en Tokio, Alí al-Naimí (ministro del ramo) señaló que su gobierno “tiene como política los precios moderados”. Tiempo antes, el alto funcionario vetó una reunión de emergencia en la Organización de países exportadores de petróleo. Esa vez, sin demasiadas sutilezas.
En aquel momento, Venezuela y otros miembros presionaban, precisamente, para que los niveles pasasen de US$ 50 (piso en casi dos años) a por lo menos 55 el barril. Justamente los que viene ocurriendo desde el viernes 26.
Los mismo hechos que empujaron los crudos a US$ 78,40 en Nueva York (o 79 en Londres) comenzaron después a reducir esos niveles. Ninguno estaba bajo control de un solo exportador o un grupo de ellos. Sin embargo, Saudiarabia y sus títeres peninsulares (Kuweit, Bahréin, Qatar, Unión de emiratos árabes, Omán), el mayor bloque productor en la Opep. Se lanzaron a hacer cuanto podían para evitar se repitiera el perfil alcista.
En cierto sentido, Riyadh se comporta como operador por cuenta de EE.UU. Por supuesto, el auge de precios golpeó notoriamente a ese país, donde el litro de nafta rozó los 78 centavos. El público empezó a gastar menos, castigando al comercio minoristas, el turismo y otras actividades.
Ni qué hablar de las automotrices, ya en decadencia, que no conseguían –ni consiguen- vender utilitarios deportados. En 2005, General Motors sufría la peor pérdida nominal (US$ 10.600 millones) en la historias, marca que –en 2006- Ford Motor superó con US$ 12.750 millones.
Los pasajeros repliegues a US$ 50 (más o menos, 52 centavos el litro de nafta), durante el mes que termina, han aliviando presiones sobre la economía norteamericana. Casi automáticamente, analistas y gurúes dejaron de mentar los hidrocarburos y la vacilante burbuja inmobiliaria como causantes de recesión. Luego, el Foro económico de Davos -no es el mismo desde que lo abandonara Jeffrey Sachs- hizo como si la economía estadounidense marchase viento en popa.
Por supuesto, los observadores más afines a Washington o Londres dijeron que Saudiarabia parecía descubrir que los hidrocarburos caros son un problema para todo el globo o que los precios altos afectan la demanda por sus exportaciones. Ambos motivos son dudosos. En verdad, la razón verdadera puede ser otras: apoyar a EE.UU. en Irak y en su eventual lucha contra Irán.
El punto es muy difícil de probar o negar. Máxime porque, ya en noviembre, el vicepresidente Richard Cheney visitpo largamente en su palacio al rey Abdullá. Por otra parte, George W.H.Bush y su hijo casi homónimo son íntimos del emir Bandar bin Sultán, ministro de defensa y aspirante al trono de su viejo tío. Por entonces, todavía los saudíes no se animaban a decir que “crudos a US$ 50/55 son valores apropiados para nosotros” (como ahora afirman). En cuanto a la demanda, en 2006 cedió apenas 1% , contra alzas de 4% en 2004 y 2005.
Pero los componentes geopolíticos son inescapables. El auge de precios registrado hasta mediados de julio último les han dado a dos socios de la Opep que EE.UU. detesta (Venezuela, Irán). El segundo también molesta a Saudiarabia y sus satélites. Pero esta rivalidad es nueva: hasta fines de los años 90, ambas potencias del golfo Pérsico cooperaba entre sí. Claro, eran tiempos de crudos a poco más de US$ 10 el barril.
Pese al estilo indirecto de los Sa’ud, vienen sobrando los indicios. Hace pocos días, en Tokio, Alí al-Naimí (ministro del ramo) señaló que su gobierno “tiene como política los precios moderados”. Tiempo antes, el alto funcionario vetó una reunión de emergencia en la Organización de países exportadores de petróleo. Esa vez, sin demasiadas sutilezas.
En aquel momento, Venezuela y otros miembros presionaban, precisamente, para que los niveles pasasen de US$ 50 (piso en casi dos años) a por lo menos 55 el barril. Justamente los que viene ocurriendo desde el viernes 26.
Los mismo hechos que empujaron los crudos a US$ 78,40 en Nueva York (o 79 en Londres) comenzaron después a reducir esos niveles. Ninguno estaba bajo control de un solo exportador o un grupo de ellos. Sin embargo, Saudiarabia y sus títeres peninsulares (Kuweit, Bahréin, Qatar, Unión de emiratos árabes, Omán), el mayor bloque productor en la Opep. Se lanzaron a hacer cuanto podían para evitar se repitiera el perfil alcista.
En cierto sentido, Riyadh se comporta como operador por cuenta de EE.UU. Por supuesto, el auge de precios golpeó notoriamente a ese país, donde el litro de nafta rozó los 78 centavos. El público empezó a gastar menos, castigando al comercio minoristas, el turismo y otras actividades.
Ni qué hablar de las automotrices, ya en decadencia, que no conseguían –ni consiguen- vender utilitarios deportados. En 2005, General Motors sufría la peor pérdida nominal (US$ 10.600 millones) en la historias, marca que –en 2006- Ford Motor superó con US$ 12.750 millones.
Los pasajeros repliegues a US$ 50 (más o menos, 52 centavos el litro de nafta), durante el mes que termina, han aliviando presiones sobre la economía norteamericana. Casi automáticamente, analistas y gurúes dejaron de mentar los hidrocarburos y la vacilante burbuja inmobiliaria como causantes de recesión. Luego, el Foro económico de Davos -no es el mismo desde que lo abandonara Jeffrey Sachs- hizo como si la economía estadounidense marchase viento en popa.
Por supuesto, los observadores más afines a Washington o Londres dijeron que Saudiarabia parecía descubrir que los hidrocarburos caros son un problema para todo el globo o que los precios altos afectan la demanda por sus exportaciones. Ambos motivos son dudosos. En verdad, la razón verdadera puede ser otras: apoyar a EE.UU. en Irak y en su eventual lucha contra Irán.
El punto es muy difícil de probar o negar. Máxime porque, ya en noviembre, el vicepresidente Richard Cheney visitpo largamente en su palacio al rey Abdullá. Por otra parte, George W.H.Bush y su hijo casi homónimo son íntimos del emir Bandar bin Sultán, ministro de defensa y aspirante al trono de su viejo tío. Por entonces, todavía los saudíes no se animaban a decir que “crudos a US$ 50/55 son valores apropiados para nosotros” (como ahora afirman). En cuanto a la demanda, en 2006 cedió apenas 1% , contra alzas de 4% en 2004 y 2005.
Pero los componentes geopolíticos son inescapables. El auge de precios registrado hasta mediados de julio último les han dado a dos socios de la Opep que EE.UU. detesta (Venezuela, Irán). El segundo también molesta a Saudiarabia y sus satélites. Pero esta rivalidad es nueva: hasta fines de los años 90, ambas potencias del golfo Pérsico cooperaba entre sí. Claro, eran tiempos de crudos a poco más de US$ 10 el barril.