jueves, 26 de diciembre de 2024

Un teléfono que hace de todo

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Lo que sigue son las impresiones de David Pogue, un periodista estadounidense dispuesto a averiguar hasta qué punto las promesas de un celular todopoderoso son ciertas, fáciles y útiles. Su veredicto: hace de todo, pero todo más o menos.

Cuando se apilan funciones en un aparato muy chiquito aparecen cosas raras,
como éstas del teléfono Samsung MM-A800. Pregona que hace de todo.
Y así es, pero todo con algunos inconvenientes. El diseño es inteligente. De un lado, es una cámara digital, con flash, tapa deslizante para la
lente y un botón para disparar. Sólo cuando se lo da vuelta aparece
la pantalla que lo identifica como celular. Pero entonces uno se pregunta: ¿dónde
están los números? Aparecen cuando se desliza hacia arriba la
pantalla, como si fuera la mitad superior de un mazo de cartas.
Allí está incrustado el pad, enterrado en lo que viene a ser la
parte trasera de la cámara. Esa dicotomía “adelante-atrás”
en el diseño es una de los tantos indicios de la idea de que
cámara y teléfono son dos cosas separadas. Cuando las dos mitades
están cerradas, el A800 debe ser visto como una cámara. Cuando
están abiertas, es un teléfono.

Y parece que no resulta plenamente satisfactorio en ninguna de sus dos personalidades.
Por ejemplo, cuando las mitades están cerradas (en modo cámara),
se pueden sacar fotos de dos megapíxeles, pero no se puede hacer nada
con ellas. No se pueden mandar por e-mail, subirlas a la Web, rotarlas… ni siquiera
eliminarlas. Cuando las mitades están abiertas (en modo teléfono)
se puede sacar una foto y transmitirla inmediatamente, pero sólo en baja
resolución (de 800 a 600 píxeles, máximo). La única
manera de sacar y enviar una foto de dos megapíxeles es, entonces, cerrar
el teléfono, sacarla, abrir el teléfono, abrir el programa galería,
encontrar la foto y enviarla desde allí.

Otra cosa, después de marcar el número no se deben cerrar las
dos mitades, aunque parezca mucho más natural hacerlo. No hay que olvidar
que, si está cerrado, el teléfono se convierte en cámara
y desconecta la llamada. Sólo permite conversación estando cerrado
si antes se le ha incorporado un auricular, se ha marcado mediante la voz o
respondido una llamada entrante… pero como el micrófono está
ahora enterrado dentro de las dos mitades, eso afecta la calidad de la voz.

Con el teléfono se puede mirar televisión, pero lo que Sprint
llama televisión es algo que se parece a una colección de estampillas.
La emisión, por lo general, se congela mientras aparece una barra que indica
que el material está bajando. El audio también tiene problemas.
Y por eso se paga US$10 al mes además del plan elegido.

Para escanear tarjetas comerciales hay que poner la cámara sobre la tarjeta,
enmarcar el texto entre corchetes y luego presionar el disparador. Luego, usando
las flechas del teléfono, resaltar cada trozo de información que
el teléfono va a almacenar en el directorio; nombre, celular, trabajo,
fax, e-mail. Lamentablemente, como dice el manual, “el teléfono
puede no reconocer la tarjeta comercial debido a ciertas circunstancias, como
tipografía, color de letra, color de fondo, etcétera.

Y, finalmente, está el reconocimiento de la voz. Hay que comenzar por enseñarle
al teléfono que reconozca la voz de su dueño, lo cual implica
leer una lista de 122 palabras, de a una. Recién entonces, el teléfono
está listo para escribir cualquiera de ésas, siempre que se mantenga
el disparador de la cámara completamente presionado y que se haga una
pausa después de cada palabra. Cuando funciona, es increíble.
También lo es el mecanismo de corrección, que implica destacar
con flechas la palabra equivocada y pulsar “cero” para ver la lista de alternativas.
El problema es que cuando las alternativas no incluyen la palabra que uno quería,
hay que teclear la palabra en el pad. Al final, todo el tiempo que se ahorra
dictando se compensa con las correcciones, aunque Sprint sostenga que el reconocimiento
mejora con el tiempo.

El teléfono sale a la venta en US$500 e incluye un reloj despertador,
calendario y recordatorios audibles, reproductor de MP3 y mensajes de voz. Puede
grabar un minuto de llamada telefónica, lo cual es fantástico
cuando alguien nos da una dirección mientras estamos manejando. El problema
es que todas estas funciones recargan al pobre aparatito con una complejidad
tal que apabullan al más pintado. Hay que aprenderse un menú de
583 comandos y confirmar las preguntas de “¿está seguro?”
para encontrarlos. Sólo para ver el propio número de teléfono
hay que apretar teclas ocho veces.

Samsung merece crédito por haber dado un gran paso adelante en la calidad
de las fotos. Lástima, se perdió la oportunidad de hacer
del A800 un éxito mundial. Todo lo que habría tenido que hacer
es eliminar 450 comandos del menú, poner una pantalla mayor
y afinar la precisión del reconocimiento de voz y de tarjetas.

Cuando se apilan funciones en un aparato muy chiquito aparecen cosas raras,
como éstas del teléfono Samsung MM-A800. Pregona que hace de todo.
Y así es, pero todo con algunos inconvenientes. El diseño es inteligente. De un lado, es una cámara digital, con flash, tapa deslizante para la
lente y un botón para disparar. Sólo cuando se lo da vuelta aparece
la pantalla que lo identifica como celular. Pero entonces uno se pregunta: ¿dónde
están los números? Aparecen cuando se desliza hacia arriba la
pantalla, como si fuera la mitad superior de un mazo de cartas.
Allí está incrustado el pad, enterrado en lo que viene a ser la
parte trasera de la cámara. Esa dicotomía “adelante-atrás”
en el diseño es una de los tantos indicios de la idea de que
cámara y teléfono son dos cosas separadas. Cuando las dos mitades
están cerradas, el A800 debe ser visto como una cámara. Cuando
están abiertas, es un teléfono.

Y parece que no resulta plenamente satisfactorio en ninguna de sus dos personalidades.
Por ejemplo, cuando las mitades están cerradas (en modo cámara),
se pueden sacar fotos de dos megapíxeles, pero no se puede hacer nada
con ellas. No se pueden mandar por e-mail, subirlas a la Web, rotarlas… ni siquiera
eliminarlas. Cuando las mitades están abiertas (en modo teléfono)
se puede sacar una foto y transmitirla inmediatamente, pero sólo en baja
resolución (de 800 a 600 píxeles, máximo). La única
manera de sacar y enviar una foto de dos megapíxeles es, entonces, cerrar
el teléfono, sacarla, abrir el teléfono, abrir el programa galería,
encontrar la foto y enviarla desde allí.

Otra cosa, después de marcar el número no se deben cerrar las
dos mitades, aunque parezca mucho más natural hacerlo. No hay que olvidar
que, si está cerrado, el teléfono se convierte en cámara
y desconecta la llamada. Sólo permite conversación estando cerrado
si antes se le ha incorporado un auricular, se ha marcado mediante la voz o
respondido una llamada entrante… pero como el micrófono está
ahora enterrado dentro de las dos mitades, eso afecta la calidad de la voz.

Con el teléfono se puede mirar televisión, pero lo que Sprint
llama televisión es algo que se parece a una colección de estampillas.
La emisión, por lo general, se congela mientras aparece una barra que indica
que el material está bajando. El audio también tiene problemas.
Y por eso se paga US$10 al mes además del plan elegido.

Para escanear tarjetas comerciales hay que poner la cámara sobre la tarjeta,
enmarcar el texto entre corchetes y luego presionar el disparador. Luego, usando
las flechas del teléfono, resaltar cada trozo de información que
el teléfono va a almacenar en el directorio; nombre, celular, trabajo,
fax, e-mail. Lamentablemente, como dice el manual, “el teléfono
puede no reconocer la tarjeta comercial debido a ciertas circunstancias, como
tipografía, color de letra, color de fondo, etcétera.

Y, finalmente, está el reconocimiento de la voz. Hay que comenzar por enseñarle
al teléfono que reconozca la voz de su dueño, lo cual implica
leer una lista de 122 palabras, de a una. Recién entonces, el teléfono
está listo para escribir cualquiera de ésas, siempre que se mantenga
el disparador de la cámara completamente presionado y que se haga una
pausa después de cada palabra. Cuando funciona, es increíble.
También lo es el mecanismo de corrección, que implica destacar
con flechas la palabra equivocada y pulsar “cero” para ver la lista de alternativas.
El problema es que cuando las alternativas no incluyen la palabra que uno quería,
hay que teclear la palabra en el pad. Al final, todo el tiempo que se ahorra
dictando se compensa con las correcciones, aunque Sprint sostenga que el reconocimiento
mejora con el tiempo.

El teléfono sale a la venta en US$500 e incluye un reloj despertador,
calendario y recordatorios audibles, reproductor de MP3 y mensajes de voz. Puede
grabar un minuto de llamada telefónica, lo cual es fantástico
cuando alguien nos da una dirección mientras estamos manejando. El problema
es que todas estas funciones recargan al pobre aparatito con una complejidad
tal que apabullan al más pintado. Hay que aprenderse un menú de
583 comandos y confirmar las preguntas de “¿está seguro?”
para encontrarlos. Sólo para ver el propio número de teléfono
hay que apretar teclas ocho veces.

Samsung merece crédito por haber dado un gran paso adelante en la calidad
de las fotos. Lástima, se perdió la oportunidad de hacer
del A800 un éxito mundial. Todo lo que habría tenido que hacer
es eliminar 450 comandos del menú, poner una pantalla mayor
y afinar la precisión del reconocimiento de voz y de tarjetas.

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