En las partes más empobrecidas del mundo las enfermedades contagiosas se expanden porque los programas de inmunización son poco confiables, costosos o inexistentes.
Debido a esta situación, que preocupa al mundo entero, los laboratorios se dedicaron durante años a estudiar otras formas de administración. Así llegaron a la inoculación a través de productos comestibles.
Ya a principios de los años ’90, Charles J. Amtzen, que entonces se encontraba al frente de la Texas A&M University, concibió una forma de solucionar muchos de los problemas que impedían la llegada de las vacunas a muchos niños del mundo en desarrollo . Los biólogos de plantas ya habían inventado la forma de introducir genes seleccionados (moldes para proteínas) en determinadas plantas e inducir a la planta alterada, o “transgénica” a fabricar las proteínas codificadas.
Tal vez, pensó, la comida podría ser genéticamente ingenierizada para producir vacunas en sus partas comestibles, que luego pudieran ser comidas cuando hiciera falta la inoculación.
Las ventajas serían enormes. Las plantas ( por ejemplo, maíz, bananas o tomates) podrían cultivarse localmente y sin mayores costos, usando los métodos de cultivo locales de la región. Como muchas plantas comestibles pueden ser regeneradas sin dificultad, los cultivos podrían producirse indefinidamente sin que los agricultores tuvieran que comprar más semillas o plantas todos los años. Las vacunas cultivadas en cada país evitarían también los problemas económicos y logísticos que se derivan del transporte tradicional. Transportarlas a lugares distantes manteniendo un nivel de frío constante. Al ser comestibles, no necesitarían ni jeringas ni agujas que, además de su costo, pueden provocar infecciones.
Y llegaron las vacunas … pero patentadas
El sueño de Amtzen ya se hizo realidad, pero está patentado. ProdiGene, con sede en College Station, Texas, se dispone a lanzar vacunas comestibles al mercado. Para producirlas, la empresa cultiva maíz modificado genéticamente para producir proteínas bacterianas o virales que luego, una vez ingerido, aumenta la inmunidad contra una determinada afección. El año pasado, se le otorgó una patente que abarcaba cualquier vacuna viral producida en cualquier planta. También ha registrado patentes sobre vacunas bacteriales comestibles, comentó el científico principal John Howard. Y prevé poner a prueba una vacuna contra la Escherichia coli (bacteria que contamina el agua y la comida) en seres humanos este año, y una vacuna contra la hepatitis B a principio del año entrante.
El inventor líder de esta patente es Charles Arntzen, biólogo investigador, a quien se le ocurrió la idea de producir vacunas a partir de plantas hace una década en la Universidad A&M de Texas. Arntzen, hoy miembro de la Universidad del estado de Arizona, no es socio de ProdiGene; la empresa adquirió los derechos de la tecnología de la Universidad A&M, Texas. Arntzen comenta que la tarea de ProdiGene es interesente, pero señala que hay otros rumbos. “Dado que existe la posibilidad de producir por lo menos cien vacunas diferentes para distintos virus, esperaría que no haya una iniciativa tecnológica sola. Esta clase de vacuna será específica para cada enfermedad, para cada población que se trate de inmunizar”, apunta.
De hecho, la empresa Dow AgroSciencies recibió la autorización de tres patentes diferentes que abarcan vacunas comestibles presentadas en 1997 a la Universidad Washington, St. Louis. No obstante, David Wheat, analista de Bowditch Group, con sede en Boston, señaló que ProdiGene está en buena posición. “Se sabe que ProdiGene se aseguró de contar con un fuerte acceso a toda la propiedad intelectual que pudiera necesitar. Podrá aplicar esta tecnología sin el bloqueo de otras empresas”, remarcó.
Si bien una serie de grupos académicos desarrollan vacunas comestibles para humanos, esta empresa es la única en practicar ensayos clínicos humanos. “Creemos que las oportunidades son enormes. Sabemos que existen otras personas interesadas y queremos trabajar con ellas. Sobre todo, nos gustaría ver que esta tecnología avanza”, subrayó Howard.
* Título de la patente: Vaccines expressed in plants
* Número: US6136320
En las partes más empobrecidas del mundo las enfermedades contagiosas se expanden porque los programas de inmunización son poco confiables, costosos o inexistentes.
Debido a esta situación, que preocupa al mundo entero, los laboratorios se dedicaron durante años a estudiar otras formas de administración. Así llegaron a la inoculación a través de productos comestibles.
Ya a principios de los años ’90, Charles J. Amtzen, que entonces se encontraba al frente de la Texas A&M University, concibió una forma de solucionar muchos de los problemas que impedían la llegada de las vacunas a muchos niños del mundo en desarrollo . Los biólogos de plantas ya habían inventado la forma de introducir genes seleccionados (moldes para proteínas) en determinadas plantas e inducir a la planta alterada, o “transgénica” a fabricar las proteínas codificadas.
Tal vez, pensó, la comida podría ser genéticamente ingenierizada para producir vacunas en sus partas comestibles, que luego pudieran ser comidas cuando hiciera falta la inoculación.
Las ventajas serían enormes. Las plantas ( por ejemplo, maíz, bananas o tomates) podrían cultivarse localmente y sin mayores costos, usando los métodos de cultivo locales de la región. Como muchas plantas comestibles pueden ser regeneradas sin dificultad, los cultivos podrían producirse indefinidamente sin que los agricultores tuvieran que comprar más semillas o plantas todos los años. Las vacunas cultivadas en cada país evitarían también los problemas económicos y logísticos que se derivan del transporte tradicional. Transportarlas a lugares distantes manteniendo un nivel de frío constante. Al ser comestibles, no necesitarían ni jeringas ni agujas que, además de su costo, pueden provocar infecciones.
Y llegaron las vacunas … pero patentadas
El sueño de Amtzen ya se hizo realidad, pero está patentado. ProdiGene, con sede en College Station, Texas, se dispone a lanzar vacunas comestibles al mercado. Para producirlas, la empresa cultiva maíz modificado genéticamente para producir proteínas bacterianas o virales que luego, una vez ingerido, aumenta la inmunidad contra una determinada afección. El año pasado, se le otorgó una patente que abarcaba cualquier vacuna viral producida en cualquier planta. También ha registrado patentes sobre vacunas bacteriales comestibles, comentó el científico principal John Howard. Y prevé poner a prueba una vacuna contra la Escherichia coli (bacteria que contamina el agua y la comida) en seres humanos este año, y una vacuna contra la hepatitis B a principio del año entrante.
El inventor líder de esta patente es Charles Arntzen, biólogo investigador, a quien se le ocurrió la idea de producir vacunas a partir de plantas hace una década en la Universidad A&M de Texas. Arntzen, hoy miembro de la Universidad del estado de Arizona, no es socio de ProdiGene; la empresa adquirió los derechos de la tecnología de la Universidad A&M, Texas. Arntzen comenta que la tarea de ProdiGene es interesente, pero señala que hay otros rumbos. “Dado que existe la posibilidad de producir por lo menos cien vacunas diferentes para distintos virus, esperaría que no haya una iniciativa tecnológica sola. Esta clase de vacuna será específica para cada enfermedad, para cada población que se trate de inmunizar”, apunta.
De hecho, la empresa Dow AgroSciencies recibió la autorización de tres patentes diferentes que abarcan vacunas comestibles presentadas en 1997 a la Universidad Washington, St. Louis. No obstante, David Wheat, analista de Bowditch Group, con sede en Boston, señaló que ProdiGene está en buena posición. “Se sabe que ProdiGene se aseguró de contar con un fuerte acceso a toda la propiedad intelectual que pudiera necesitar. Podrá aplicar esta tecnología sin el bloqueo de otras empresas”, remarcó.
Si bien una serie de grupos académicos desarrollan vacunas comestibles para humanos, esta empresa es la única en practicar ensayos clínicos humanos. “Creemos que las oportunidades son enormes. Sabemos que existen otras personas interesadas y queremos trabajar con ellas. Sobre todo, nos gustaría ver que esta tecnología avanza”, subrayó Howard.
* Título de la patente: Vaccines expressed in plants
* Número: US6136320