En realidad la idea no es sólo suya, ya que una serie de expertos en desarrollo de marca afirman desde hace tiempo que el mercado es más democrático que cualquiera de las instituciones democráticas formales, incluidas las elecciones y el gobierno.
“Si los consumidores no están satisfechos con una marca!, dice Josephine Wong (Apogee Communications, Hong Kong) “simplemente dejan de comprarla y la empresa tiene que adaptarse a lo que quieren los consumidores. Por otro lado, si los ciudadanos votaron un gobierno, luego ya no tienen mucho control sobre él, al menos durante todo el período”. Con ella coinciden, detalles más, detalles menos, una serie de especialistas de todo el mundo.
Hay diferencias fundamentales entre los gobiernos y el mercado. Los gobiernos tienen que ocuparse de un contexto mucho más amplio que las organizaciones comerciales. Las marcas, dice Nadeem Bux (Red Climate, Londres) tienen objetivos más precisos y marcos de referencia más estrechos. Pueden reaccionar más rápidamente a la dinámica de cambio de los mercados. “Los gobiernos no siempre están obligados a obedecer el consenso del electorado en cada tema y no le piden a la gente que exprese su opinión (mediante el voto) sobre cada una de las decisiones que deben tomar. No existen sólo para conformar a la opinión pública.”
Y sin embargo, crece la sensación entre muchos observadores de que los negocios han superado a la política como fuerza de cambio social.
El panorama se complica porque a veces los gobiernos pueden ser marcas en sí mismos. Tyler Cowen, profesor de economía en la Universidad George Mason, EE.UU., cree que los gobiernos son marcas. “Son marcas complicadas porque hay innumerables grupos, organismos, y entidades diferentes que dan forma a la imagen de la marca.”El desafío sería, entonces, lograr que esas marcas/gobiernos sean más receptivas a los deseos de sus representados.
Por cierto, en los últimos años muchos países han demostrado su interés por convertirse en marcas, o sea un proceso mediante el cual el país se fortalece junto con sus marcas más representativas.
Ciertamente, hay marcas – como por ejemplo Toyota y Sony en Japón o Dior y Chanel en Francia – que contribuyen en mucho a la forma en que otros ven el país. Al reconocer esta realidad, muchos gobiernos recurren ahora a la publicidad para promocionar la característica de exclusividad de sus marcas nacionales, con vistas a dar una ventaja a sus exportadores frente a la competencia internacional.
El juego recíproco entre marcas y democracia no es nuevo. “No fueron los políticos los que dieron primero a los holandeses, luego a los portugueses, españoles y finalmente ingleses, su poder político ‘global’. El comercio lo hizo”, dice Kyle Talbot (TAN, Holanda). “Lo mismo ocurre ahora con Estados Unidos. Podríamos usar ese dato para afirmar que las marcas son más democráticas que los gobiernos”.
Parecería entonces que el desafío para el futuro es aprovechar los principios de marketing de las marcas para el consumidor de tal manera de lograr que las instituciones políticas se vuelvan más democráticas.
En realidad la idea no es sólo suya, ya que una serie de expertos en desarrollo de marca afirman desde hace tiempo que el mercado es más democrático que cualquiera de las instituciones democráticas formales, incluidas las elecciones y el gobierno.
“Si los consumidores no están satisfechos con una marca!, dice Josephine Wong (Apogee Communications, Hong Kong) “simplemente dejan de comprarla y la empresa tiene que adaptarse a lo que quieren los consumidores. Por otro lado, si los ciudadanos votaron un gobierno, luego ya no tienen mucho control sobre él, al menos durante todo el período”. Con ella coinciden, detalles más, detalles menos, una serie de especialistas de todo el mundo.
Hay diferencias fundamentales entre los gobiernos y el mercado. Los gobiernos tienen que ocuparse de un contexto mucho más amplio que las organizaciones comerciales. Las marcas, dice Nadeem Bux (Red Climate, Londres) tienen objetivos más precisos y marcos de referencia más estrechos. Pueden reaccionar más rápidamente a la dinámica de cambio de los mercados. “Los gobiernos no siempre están obligados a obedecer el consenso del electorado en cada tema y no le piden a la gente que exprese su opinión (mediante el voto) sobre cada una de las decisiones que deben tomar. No existen sólo para conformar a la opinión pública.”
Y sin embargo, crece la sensación entre muchos observadores de que los negocios han superado a la política como fuerza de cambio social.
El panorama se complica porque a veces los gobiernos pueden ser marcas en sí mismos. Tyler Cowen, profesor de economía en la Universidad George Mason, EE.UU., cree que los gobiernos son marcas. “Son marcas complicadas porque hay innumerables grupos, organismos, y entidades diferentes que dan forma a la imagen de la marca.”El desafío sería, entonces, lograr que esas marcas/gobiernos sean más receptivas a los deseos de sus representados.
Por cierto, en los últimos años muchos países han demostrado su interés por convertirse en marcas, o sea un proceso mediante el cual el país se fortalece junto con sus marcas más representativas.
Ciertamente, hay marcas – como por ejemplo Toyota y Sony en Japón o Dior y Chanel en Francia – que contribuyen en mucho a la forma en que otros ven el país. Al reconocer esta realidad, muchos gobiernos recurren ahora a la publicidad para promocionar la característica de exclusividad de sus marcas nacionales, con vistas a dar una ventaja a sus exportadores frente a la competencia internacional.
El juego recíproco entre marcas y democracia no es nuevo. “No fueron los políticos los que dieron primero a los holandeses, luego a los portugueses, españoles y finalmente ingleses, su poder político ‘global’. El comercio lo hizo”, dice Kyle Talbot (TAN, Holanda). “Lo mismo ocurre ahora con Estados Unidos. Podríamos usar ese dato para afirmar que las marcas son más democráticas que los gobiernos”.
Parecería entonces que el desafío para el futuro es aprovechar los principios de marketing de las marcas para el consumidor de tal manera de lograr que las instituciones políticas se vuelvan más democráticas.