Las japonesas le escapan al casamiento y a la maternidad. Los japoneses no entienden
por qué. La población de la isla declina y eso alarma a las autoridades.
¿Qué pasa en Japón?
Yoko Haruka, brillante ensayista y personaje de la televisión, describe
en dos libros sucesivos la lamentable situación de la mujer japonesa, y
las causas del actual fastidio hacia la maternidad. Sus dos libros — ambos colecciones
de ensayos – se titulan “No me quiero casar!” y “Mujer híbrida”.
La autora no cuenta nada que el mundo desconozca, pero lo hace con tanta claridad
e ironía que tal vez logre hacer alguna mella en una sociedad tan rígida
y ancestral como la japonesa. Comienza “No me quiero casar” contando
que en el funeral de su propio padre, la obligaron a caminar detrás de
sus cinco hermanos – mayores y menores – y no le permitieron ponerse en la fila
de dolientes para recibir a parientes y amigos. Luego cuenta con humor hasta
donde puede, el abusivo trato que da su hermano a su esposa y su suegra.
La autora se irrita con las resignadas esposas de la clase acomodada de Tokio,
que se contentan con vivir cocinando, decorando ambientes, sirviendo a marido
e hijos creyendo que si dedican sus vidas a ellos terminarán siendo escuchadas.
“Si quiere ser feliz”, sentencia Haruka, “una japonesa debe olvidar
sus aspiraciones, sus sueños y su propia comodidad para someterse a la
voluntad de su marido, sus hijos y su parentela política. Si es más
inteligente que su marido, o si gana más, nunca debe permitir que se
note”.
En Japón, una mujer que se casa y quiere tener su propio trabajo se
mete en un juego donde pierde siempre. Respetar la tradición y cumplir
con su trabajo profesional la destroza en poco tiempo. Si compra comida congelada
y lleva la ropa al lavadero pierde el respeto de marido, familia y sociedad.
En Japón es normal que el marido espere que su mujer le pele la manzana,
le acerque los cigarrillos, le haga café y todavía tenga energía
suficiente para el sexo. Y eso sin que haya ningún bebé en el
matrimonio.
Las mujeres japonesas tienen tres opciones, dice Haruka: no trabajar y casarse;
dejar el trabajo y casarse, o planear una vida sin hombres. Japón, dice,
ha perfeccionado la explotación de sus mujeres combinando patriarcado
con su particular adaptación de capitalismo nacional. Para una mujer
de carrera, emancipada por el pensamiento feminista, la única manera
de lograr verdadera felicidad es quedarse soltera… si es que soporta vivir
ignorando los insultos de los hombres y el desprecio de otras mujeres por su
soltería.
En 1997 el gobierno encomendó una investigación oficial para
determinar las causas de la declinación de la natalidad . El equipo que
redactó el documento estaba encabezado por Michiko Mukunom, casada y
sin hijos ella misma, culpó a los anticuados códigos sociales
que condenan a las mujeres casadas a tareas hogareñas al 100% para que
sus maridos 100% de su tiempo y energía a sus empleadores. Esas reglas
no cambiaron ni siquiera después de la década del ´70, cuando
las mujeres jóvenes comenzaron a asumir responsabilidades profesionales.
En “Mujer híbrida”, Haruka adopta una posición que
enojaría a las feministas. Aconseja astucia a los mujeres cansadas de
nadar contra la corriente. Les dice que en lugar de desafiar la superioridad
del varón, se hagan las simpáticas y les hagan creer que necesitan
de su comprensión y protección. Una mujer híbrida, dice,
aprende a usar a quienes la rodean. ¿Qué es lo que las mujeres
pueden usar para lograr su cometido? Al hombre y al matrimonio, pero si no sirven
hay que desechar ambas cosas o prescindir de ellas. “No culpen a los hombres
ni dependan de ellos. No vivan para su marido, mucho menos para la empresa en
que trabajan. Vivan para ustedes mismas”
Los hombres, sin embargo, no parecen recibir el mensaje. Recientemente el primer
ministro Yoshiro Mori afirmó que las mujeres que no tienen hijos no merecen
y habría que negarles la jubilación pública. “El gobierno
se ocupa de las mujeres que tienen muchos hijos como una forma de agradecerles
su trabajo. Está mal que mujeres que no han tenido ni un hijo soliciten
el dinero de los contribuyentes cuando envejecen, después de haber disfrutado
de su libertad y haber gozado de la vida”. Entre el público que
lo escuchaba, muchas cabezas masculinas mostraban su aprobación con la
cabeza.
Mientras tanto, las mujeres le escapan al casamiento como al sarampión.
Y muchísimas de las que se casan, no tienen hijos.
Las japonesas le escapan al casamiento y a la maternidad. Los japoneses no entienden
por qué. La población de la isla declina y eso alarma a las autoridades.
¿Qué pasa en Japón?
Yoko Haruka, brillante ensayista y personaje de la televisión, describe
en dos libros sucesivos la lamentable situación de la mujer japonesa, y
las causas del actual fastidio hacia la maternidad. Sus dos libros — ambos colecciones
de ensayos – se titulan “No me quiero casar!” y “Mujer híbrida”.
La autora no cuenta nada que el mundo desconozca, pero lo hace con tanta claridad
e ironía que tal vez logre hacer alguna mella en una sociedad tan rígida
y ancestral como la japonesa. Comienza “No me quiero casar” contando
que en el funeral de su propio padre, la obligaron a caminar detrás de
sus cinco hermanos – mayores y menores – y no le permitieron ponerse en la fila
de dolientes para recibir a parientes y amigos. Luego cuenta con humor hasta
donde puede, el abusivo trato que da su hermano a su esposa y su suegra.
La autora se irrita con las resignadas esposas de la clase acomodada de Tokio,
que se contentan con vivir cocinando, decorando ambientes, sirviendo a marido
e hijos creyendo que si dedican sus vidas a ellos terminarán siendo escuchadas.
“Si quiere ser feliz”, sentencia Haruka, “una japonesa debe olvidar
sus aspiraciones, sus sueños y su propia comodidad para someterse a la
voluntad de su marido, sus hijos y su parentela política. Si es más
inteligente que su marido, o si gana más, nunca debe permitir que se
note”.
En Japón, una mujer que se casa y quiere tener su propio trabajo se
mete en un juego donde pierde siempre. Respetar la tradición y cumplir
con su trabajo profesional la destroza en poco tiempo. Si compra comida congelada
y lleva la ropa al lavadero pierde el respeto de marido, familia y sociedad.
En Japón es normal que el marido espere que su mujer le pele la manzana,
le acerque los cigarrillos, le haga café y todavía tenga energía
suficiente para el sexo. Y eso sin que haya ningún bebé en el
matrimonio.
Las mujeres japonesas tienen tres opciones, dice Haruka: no trabajar y casarse;
dejar el trabajo y casarse, o planear una vida sin hombres. Japón, dice,
ha perfeccionado la explotación de sus mujeres combinando patriarcado
con su particular adaptación de capitalismo nacional. Para una mujer
de carrera, emancipada por el pensamiento feminista, la única manera
de lograr verdadera felicidad es quedarse soltera… si es que soporta vivir
ignorando los insultos de los hombres y el desprecio de otras mujeres por su
soltería.
En 1997 el gobierno encomendó una investigación oficial para
determinar las causas de la declinación de la natalidad . El equipo que
redactó el documento estaba encabezado por Michiko Mukunom, casada y
sin hijos ella misma, culpó a los anticuados códigos sociales
que condenan a las mujeres casadas a tareas hogareñas al 100% para que
sus maridos 100% de su tiempo y energía a sus empleadores. Esas reglas
no cambiaron ni siquiera después de la década del ´70, cuando
las mujeres jóvenes comenzaron a asumir responsabilidades profesionales.
En “Mujer híbrida”, Haruka adopta una posición que
enojaría a las feministas. Aconseja astucia a los mujeres cansadas de
nadar contra la corriente. Les dice que en lugar de desafiar la superioridad
del varón, se hagan las simpáticas y les hagan creer que necesitan
de su comprensión y protección. Una mujer híbrida, dice,
aprende a usar a quienes la rodean. ¿Qué es lo que las mujeres
pueden usar para lograr su cometido? Al hombre y al matrimonio, pero si no sirven
hay que desechar ambas cosas o prescindir de ellas. “No culpen a los hombres
ni dependan de ellos. No vivan para su marido, mucho menos para la empresa en
que trabajan. Vivan para ustedes mismas”
Los hombres, sin embargo, no parecen recibir el mensaje. Recientemente el primer
ministro Yoshiro Mori afirmó que las mujeres que no tienen hijos no merecen
y habría que negarles la jubilación pública. “El gobierno
se ocupa de las mujeres que tienen muchos hijos como una forma de agradecerles
su trabajo. Está mal que mujeres que no han tenido ni un hijo soliciten
el dinero de los contribuyentes cuando envejecen, después de haber disfrutado
de su libertad y haber gozado de la vida”. Entre el público que
lo escuchaba, muchas cabezas masculinas mostraban su aprobación con la
cabeza.
Mientras tanto, las mujeres le escapan al casamiento como al sarampión.
Y muchísimas de las que se casan, no tienen hijos.