Un estudiante universitario de Denver, Colorado, decidió en marzo pasar un fin de semana en la vecina Boulder con otra mujer, no con la novia, a apeló al auxilio del celular. Envió, pues, un pedido de ayuda a cientos de usuarios, todos afiliados a un “círculo pro excusas y coartadas” (AEC, o sea “alibi & excuse club”).
La red, vía el sitio web www.sms.ac –3.400 socios, un centenar de “chat rooms”- se movilizó al instante. Un miembro aceptó llamar a la novia, haciéndose pasar por entrenador de fútbol en la universidad local. En ese papel, le explicó a la dama que su galán había sido llamado de urgencia para un partido amistoso en Boulder.
Por lo común, los celulares mantiene en contacto gente, grupos u organizaciones. Pero, ahora, su propia ubicuidad los lleva a cumplir funciones menos santas. Entre ellas, ocultar transgresiones, crear coartadas, borrarse en situaciones molestas, eludir tareas o mentir descaradamente.
Sin duda, fabricar pretextos es cosa vieja. Pero los nuevos dispositivos y sus redes de comunicación multiplican esos recursos y ponen a disposición del usuario miles de colaboradores circunstanciales que, cumplida la misión, se esfuman al instante. Aparte, apelar a un auxiliar anónimo evita poner en juego amigos, compañeros, etc. Como no podía ser de otro modo, los AEC proliferan en Estados Unidos, Canadá, Japón y la Unión Europea.
Según exigencias o alcances, un pedido de ayuda llega a cientos o miles de colaboradores potenciales. Cuando uno responde, se arregla la coartada resultante y se envía a destino. Es como tener un médico amigo, pero fantasma, que haga recetas a medida o proporcione excusas para faltar al trabajo. Sin complicaciones, sin papeles, sin huellas digitales…
Otra nueva táctica consiste en grabaciones capaces de generar sonidos o ruidos y hasta imágenes “de fondo” durante una conversación por teléfono o dispositivos audiovisuales. Esto permite falsificar ambientes tales como una sala de emergencia, un consultorio médico o dental, un atascamiento de tráfico, una reunión de directorio, etc. Basta apretar un botón.
“Ahora es posible controlar el entorno”, sostiene Henry Kargman, socio de Kargo. Esta firma neoyorquina proyecta poner en plaza, dentro de pocos días, una variedad de “ambientes vía celular” desde US$ 2,30 por efecto de sonido. “Esto no es necesariamente nefasto”, sostiene el hombre cuando se le pregunta sobre riesgos de que el sistema sea aprovechado por estafadores, extorsionadores y otros caballeros de industria.
Al margen de implicaciones jurídicas –preocupantes para quienes fabrican dispositivos múltiples- o éticas (que no parecen desvelar a casi nadie), este fenómeno demuestra que el celular tiende a suplantar a la computadora en una serie de funciones. “La tecnología de avanzada que permite manipular llamadas telefónicas con propósitos si se quiere veniales, también es útil para engañar, cometer fraude o delitos contra bienes y personas”, afirma James Katz, experto en comunicaciones de la universidad Rutgers.
Katz y algunos colegas temen que se desate una “guerra armamentista” entre tecnología para localizar o monitorear gente y comportamientos –ubicación global de personas, por ejemplo- y las tecnologías dedicada a burlar vigilancia. Eso sin contar el armado de complejas coartadas para delincuentes capaces de pagarse formas complejas del servicio AEC.
En igual plano se consideran los problemas originados por los celulares que incorporan cámaras (sean sólo de imagen, sean con sonido). Como es fácil verlo en los avisos por TV de varias marcas, esos dispositivos permiten fotografiar gente que ignora estar en la mira y tal vez no quiera aparecer en ciertos lugares o circunstancias. Esa invasión de intimidad es, no por casualidad, la contracara de los servicios AEC.
Éstos buscan ocultar a algo o alguien, en tanto aquellos dispositivos los exponen. Obviamente, surge una pregunta: ¿qué pasa si aquel pretexto fabricado en Denver se hace trizas porque alguien ha sacado en Boulder una foto del sujeto con “la otra”?
Pero a cada chancho de llega su sanmartín. Recientes estudios científicos revelan que la mera presencia de celulares y dispositivos derivados puede reducir hasta 30% la densidad de espermatozoides en el semen humano. En otras palabras, el afán por estar todo el tiempo comunicado afecta la fertilidad masculina.
Se trata del primer trabajo extensivo que asocia telefonía móvil y capacidad reproductora de los usuarios. Debido a la radiación emitida por los celulares, en efecto, los caballeros que porten esos aparatitos prendidos al cinturón y en los bolsillos del pantalón o “short” están más expuestos al deterioro de espermatozoides.
Lo correcto sería, pues, llevar los móviles en un portafolios o una valijita convenientemente aisladas, lejos de la zona genital. Al menos, así recomiendan médicos en Londres y Berlín, donde se han hecho los experimentos cuyos detalles serán difundidos desde el martes.
El tema dista de ser novedad. Desde los años 70 viene investigándose los efectos biológicos de la radiación no ionizante, o sea la empleada en telefonía móvil. Por supuesto, la mayoría de los casi 25.000 trabajos publicados se refiere a aplicaciones médicas. Así explica el proyecto internacional de campos magnéticos (EMF en la sigla inglesa). Pero la postura oficial de la Organización Mundial de la Salud tiende a restarle relevancia al tema.
Un estudiante universitario de Denver, Colorado, decidió en marzo pasar un fin de semana en la vecina Boulder con otra mujer, no con la novia, a apeló al auxilio del celular. Envió, pues, un pedido de ayuda a cientos de usuarios, todos afiliados a un “círculo pro excusas y coartadas” (AEC, o sea “alibi & excuse club”).
La red, vía el sitio web www.sms.ac –3.400 socios, un centenar de “chat rooms”- se movilizó al instante. Un miembro aceptó llamar a la novia, haciéndose pasar por entrenador de fútbol en la universidad local. En ese papel, le explicó a la dama que su galán había sido llamado de urgencia para un partido amistoso en Boulder.
Por lo común, los celulares mantiene en contacto gente, grupos u organizaciones. Pero, ahora, su propia ubicuidad los lleva a cumplir funciones menos santas. Entre ellas, ocultar transgresiones, crear coartadas, borrarse en situaciones molestas, eludir tareas o mentir descaradamente.
Sin duda, fabricar pretextos es cosa vieja. Pero los nuevos dispositivos y sus redes de comunicación multiplican esos recursos y ponen a disposición del usuario miles de colaboradores circunstanciales que, cumplida la misión, se esfuman al instante. Aparte, apelar a un auxiliar anónimo evita poner en juego amigos, compañeros, etc. Como no podía ser de otro modo, los AEC proliferan en Estados Unidos, Canadá, Japón y la Unión Europea.
Según exigencias o alcances, un pedido de ayuda llega a cientos o miles de colaboradores potenciales. Cuando uno responde, se arregla la coartada resultante y se envía a destino. Es como tener un médico amigo, pero fantasma, que haga recetas a medida o proporcione excusas para faltar al trabajo. Sin complicaciones, sin papeles, sin huellas digitales…
Otra nueva táctica consiste en grabaciones capaces de generar sonidos o ruidos y hasta imágenes “de fondo” durante una conversación por teléfono o dispositivos audiovisuales. Esto permite falsificar ambientes tales como una sala de emergencia, un consultorio médico o dental, un atascamiento de tráfico, una reunión de directorio, etc. Basta apretar un botón.
“Ahora es posible controlar el entorno”, sostiene Henry Kargman, socio de Kargo. Esta firma neoyorquina proyecta poner en plaza, dentro de pocos días, una variedad de “ambientes vía celular” desde US$ 2,30 por efecto de sonido. “Esto no es necesariamente nefasto”, sostiene el hombre cuando se le pregunta sobre riesgos de que el sistema sea aprovechado por estafadores, extorsionadores y otros caballeros de industria.
Al margen de implicaciones jurídicas –preocupantes para quienes fabrican dispositivos múltiples- o éticas (que no parecen desvelar a casi nadie), este fenómeno demuestra que el celular tiende a suplantar a la computadora en una serie de funciones. “La tecnología de avanzada que permite manipular llamadas telefónicas con propósitos si se quiere veniales, también es útil para engañar, cometer fraude o delitos contra bienes y personas”, afirma James Katz, experto en comunicaciones de la universidad Rutgers.
Katz y algunos colegas temen que se desate una “guerra armamentista” entre tecnología para localizar o monitorear gente y comportamientos –ubicación global de personas, por ejemplo- y las tecnologías dedicada a burlar vigilancia. Eso sin contar el armado de complejas coartadas para delincuentes capaces de pagarse formas complejas del servicio AEC.
En igual plano se consideran los problemas originados por los celulares que incorporan cámaras (sean sólo de imagen, sean con sonido). Como es fácil verlo en los avisos por TV de varias marcas, esos dispositivos permiten fotografiar gente que ignora estar en la mira y tal vez no quiera aparecer en ciertos lugares o circunstancias. Esa invasión de intimidad es, no por casualidad, la contracara de los servicios AEC.
Éstos buscan ocultar a algo o alguien, en tanto aquellos dispositivos los exponen. Obviamente, surge una pregunta: ¿qué pasa si aquel pretexto fabricado en Denver se hace trizas porque alguien ha sacado en Boulder una foto del sujeto con “la otra”?
Pero a cada chancho de llega su sanmartín. Recientes estudios científicos revelan que la mera presencia de celulares y dispositivos derivados puede reducir hasta 30% la densidad de espermatozoides en el semen humano. En otras palabras, el afán por estar todo el tiempo comunicado afecta la fertilidad masculina.
Se trata del primer trabajo extensivo que asocia telefonía móvil y capacidad reproductora de los usuarios. Debido a la radiación emitida por los celulares, en efecto, los caballeros que porten esos aparatitos prendidos al cinturón y en los bolsillos del pantalón o “short” están más expuestos al deterioro de espermatozoides.
Lo correcto sería, pues, llevar los móviles en un portafolios o una valijita convenientemente aisladas, lejos de la zona genital. Al menos, así recomiendan médicos en Londres y Berlín, donde se han hecho los experimentos cuyos detalles serán difundidos desde el martes.
El tema dista de ser novedad. Desde los años 70 viene investigándose los efectos biológicos de la radiación no ionizante, o sea la empleada en telefonía móvil. Por supuesto, la mayoría de los casi 25.000 trabajos publicados se refiere a aplicaciones médicas. Así explica el proyecto internacional de campos magnéticos (EMF en la sigla inglesa). Pero la postura oficial de la Organización Mundial de la Salud tiende a restarle relevancia al tema.