Según Brasil, sus medidas se basan en jurisprudencia local e internacional. Ambas permiten emitir licencias obligatorias a terceros para fabricar medicamentos en situaciones de emergencia o en aras del interés público.
La respuesta de la empresa fue tan dura como poco imaginativa. “Un sustituto compulsivo de Kaletra no beneficiará a los pacientes, porque pondrá las necesidades del Estado –reducir gastos en Salud- por encima de nuevas y mejores terapias. Su desarrollo depende de obtener retornos atractivos por los tratamientos existentes”. No es ése el problema de Kaletra: en 2004, sus ventas mundiales sumaban US$896 millones y estaba tercero en las del laboratorio.
En los últimos años, Brasil ha amenazado varias veces con invalidar patentes sobre drogas antisida, a fin de inducir precios menores, pero la disputa con Abbott es la más dura hasta el momento. Casi un tercio de los US$394 millones presupuestados este año para terapias antirretrovirales se usará para comprar Kaletra. Aunque la firma haya ido bajando de US$1,60 por pastilla en 2002 a 1,17 -2,80 reales- en la actualidad (27% en tres años), el ministro de Salud, Humberto Costa, afirma que el país puede manufacturar un compuesto similar por 68 centavos. Eso le ahorraría al país US$54 millones anuales.
Activistas en la lucha contra el sida coinciden en la urgencia de disminuir costos de medicamentos y terapias, a medida que aumenta la cantidad de gente que recibe tratamientos gratuitos. Su número, probablemente, crezca de los 170.000 de hoy a 215.000 a fin de la década (+26,5%).
“No tenemos nada contra las farmoquímicas pero, con tantos nuevos pacientes cada año, esto es cuestión de supervivencia”, apunta Roberto Pereira, coordinador de grupos en Río de Janeiro. Por otra parte, Brasil prosigue negociaciones con Merck y Gilead Sciences, tendientes a reducir los precios de las drogas antisida que producen ambos.
Según Brasil, sus medidas se basan en jurisprudencia local e internacional. Ambas permiten emitir licencias obligatorias a terceros para fabricar medicamentos en situaciones de emergencia o en aras del interés público.
La respuesta de la empresa fue tan dura como poco imaginativa. “Un sustituto compulsivo de Kaletra no beneficiará a los pacientes, porque pondrá las necesidades del Estado –reducir gastos en Salud- por encima de nuevas y mejores terapias. Su desarrollo depende de obtener retornos atractivos por los tratamientos existentes”. No es ése el problema de Kaletra: en 2004, sus ventas mundiales sumaban US$896 millones y estaba tercero en las del laboratorio.
En los últimos años, Brasil ha amenazado varias veces con invalidar patentes sobre drogas antisida, a fin de inducir precios menores, pero la disputa con Abbott es la más dura hasta el momento. Casi un tercio de los US$394 millones presupuestados este año para terapias antirretrovirales se usará para comprar Kaletra. Aunque la firma haya ido bajando de US$1,60 por pastilla en 2002 a 1,17 -2,80 reales- en la actualidad (27% en tres años), el ministro de Salud, Humberto Costa, afirma que el país puede manufacturar un compuesto similar por 68 centavos. Eso le ahorraría al país US$54 millones anuales.
Activistas en la lucha contra el sida coinciden en la urgencia de disminuir costos de medicamentos y terapias, a medida que aumenta la cantidad de gente que recibe tratamientos gratuitos. Su número, probablemente, crezca de los 170.000 de hoy a 215.000 a fin de la década (+26,5%).
“No tenemos nada contra las farmoquímicas pero, con tantos nuevos pacientes cada año, esto es cuestión de supervivencia”, apunta Roberto Pereira, coordinador de grupos en Río de Janeiro. Por otra parte, Brasil prosigue negociaciones con Merck y Gilead Sciences, tendientes a reducir los precios de las drogas antisida que producen ambos.
