viernes, 27 de diciembre de 2024

Una cristiana fue elegida intendente en Ramallá

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Janet Mija’el, ex docente de 63 años, lea al Fataj en las elecciones de la capital palestina. A ojos de sus conciudadanos es sencilla, directa y sensata. Además, rescata el carácter laico de Ramallá.

Por otra parte, Mija’el era la candidata justa para encarar la lucha contra la corrupción. Alude a un rasgo típico de al-Fataj y el gobierno de Abú Mazén, heredado de Yaser Arafat y su entorno amiguista, nepótico. “Esta ciudad tiene tradición laica. Quien vota por Hamás lo hace por razones políticas o sociales, no religiosas. Arafat nunca fue un líder islámico”.

Hamás, clao, es una expresión de fanatismo musulmán, asi como la ultraderecha israelí lo es de fundamentalismo judío. Por lo demás, la falta de escrúpulos unía Arafat con el extremista Benyamín N’taniahú. Con una, salvedad: el primero no se alegró como el segundo cuando sicarios judíos asesinaron a Yitshaq Rabín, ni contribuyó a bloquear las investigaciones.

A criterio de la flamante intendente, “los palestinos votan por Hamás como forma de protestar contra métodos mafiosos, políticos coimeros y policía corrupta. Por eso se han impuesto mi lista laica y el lema Ramallá para todos”. Ahora, su agrupación se apresta a participar en los comicios generales, el día 25 (ahora Abú Mazén quiere postergarlod para que no surja otra Mija’el).

Las credenciales de Mija’el parecen no son todas feministas. Católica ortodoxa de rito griego –variante mucho más reaccionaria que la romana-, soltera, fue durante cuatro decenios maestra de escuela. En doce años, “he visitado una sola vez Jerusalem. No me hace gracia ser revisada por soldados que podrían ser alumnos míos”. Por supuesto, Mija’el no acepta a Jerusalem como capital del estado judío (según el derecho internacional, aún lo es Tel Aviv) ni del palestino. Para ella y otros moderados, lo es Ramallá.

Sin duda, las elecciones municipales de diciembre en territorios árabes ocupados por Israel mantuvieron el perfil mayormente islámico vía comunas como Nablús, Beit Hanín, Rafá o Qalqiliya. Además, 55% del total total en Cisjordania fue a Hamás y generó versiones sobre renuncia de Abú Mazén. “Sigo temiendo –decía Mija’el- que, en diez o quince años, el fundamentalismo musulmán y judío acabe condicionando a ambos países y cerrándolos al mundo”.

Como subrayan los disidentes isralíes Amós Oz y Avraham Yehoshu’a (Jesús en hebreo), el fundamentalismo bíblico norteamericano marcha también en esa dirección. En el contexto regional, resulta significativo que las dirigencias políticas o sociales femeninas sean las más positivas o racionales en Palestina, Irak, Irán y Pakistán. En Israel, todavía no.

Por otra parte, Mija’el era la candidata justa para encarar la lucha contra la corrupción. Alude a un rasgo típico de al-Fataj y el gobierno de Abú Mazén, heredado de Yaser Arafat y su entorno amiguista, nepótico. “Esta ciudad tiene tradición laica. Quien vota por Hamás lo hace por razones políticas o sociales, no religiosas. Arafat nunca fue un líder islámico”.

Hamás, clao, es una expresión de fanatismo musulmán, asi como la ultraderecha israelí lo es de fundamentalismo judío. Por lo demás, la falta de escrúpulos unía Arafat con el extremista Benyamín N’taniahú. Con una, salvedad: el primero no se alegró como el segundo cuando sicarios judíos asesinaron a Yitshaq Rabín, ni contribuyó a bloquear las investigaciones.

A criterio de la flamante intendente, “los palestinos votan por Hamás como forma de protestar contra métodos mafiosos, políticos coimeros y policía corrupta. Por eso se han impuesto mi lista laica y el lema Ramallá para todos”. Ahora, su agrupación se apresta a participar en los comicios generales, el día 25 (ahora Abú Mazén quiere postergarlod para que no surja otra Mija’el).

Las credenciales de Mija’el parecen no son todas feministas. Católica ortodoxa de rito griego –variante mucho más reaccionaria que la romana-, soltera, fue durante cuatro decenios maestra de escuela. En doce años, “he visitado una sola vez Jerusalem. No me hace gracia ser revisada por soldados que podrían ser alumnos míos”. Por supuesto, Mija’el no acepta a Jerusalem como capital del estado judío (según el derecho internacional, aún lo es Tel Aviv) ni del palestino. Para ella y otros moderados, lo es Ramallá.

Sin duda, las elecciones municipales de diciembre en territorios árabes ocupados por Israel mantuvieron el perfil mayormente islámico vía comunas como Nablús, Beit Hanín, Rafá o Qalqiliya. Además, 55% del total total en Cisjordania fue a Hamás y generó versiones sobre renuncia de Abú Mazén. “Sigo temiendo –decía Mija’el- que, en diez o quince años, el fundamentalismo musulmán y judío acabe condicionando a ambos países y cerrándolos al mundo”.

Como subrayan los disidentes isralíes Amós Oz y Avraham Yehoshu’a (Jesús en hebreo), el fundamentalismo bíblico norteamericano marcha también en esa dirección. En el contexto regional, resulta significativo que las dirigencias políticas o sociales femeninas sean las más positivas o racionales en Palestina, Irak, Irán y Pakistán. En Israel, todavía no.

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