Sólo en el bienio 2005-6, los fondos de cobertura (especiales para millonarios, basados en derivativos) y los que especulan con compras apalancadas han absorbido colocaciones por unos US$ 4.500 millones destinadas al negocio. En realidad, la apuesta es simple: la recaudación de ciertas películas puede ganarles a los mercados financieros.
“Variety”, la biblia del espectáculo, definió la caída de Waisbren como “un campanazo de advertencia para el futuro del dinero fácil en Hollywood”. Abogado otrora experto en bancarrotas, timoneó concursos como los de WorldCom y America West Airlines. Había persuadido a los administradores del fondo de que el negocio cinematográfico es como cualquier otro, sólo que tachonado de lentejuelas.
Stark llegó a manejar US$ 9.400 millones, pero acabó envuelto en un fracaso previsible: la segunda versión de “Aventura del Poseidón” (2006), un bodrio inenarrable. Todavía hoy, los ejecutivos del fondo se niegan a tocar el asunto, parte de una larga serie de segundas o terceras “remakes” de filmes antes exitosos, pero irrepetibles.
Ahora, Waisbren intenta rearmar el rompecabezas desde el llano, vía negocios que –imagina- revivirán su carrera en Bel Air. En cuanto a Stark, puso su propio futuro en manos de Ryan Kavanaugh, conocido intermediario entre ambos tipos de fondos especulativos y la industria del cine. ¿Qué sucede? Sencillamente, que el dinero fácil sigue fluyendo hacia esos canales.
En noviembre, por ejemplo, Metro-Goldwyin Meyer anunció un acuerdo con Tom Cruise y su socia de producción, Paula Wagner, para manejar juntos la división United Artists. Hay un detalle sugestivo: MGM está controlada por Providence Equity Partners, Texas Pacific Group (dos fondos que especulan con compras apalancadas), Comcast y Sony, ambas relacionadas con el espectáculo.
En la actualidad, inversores ajenos al negocio cubren un tercio de los gastos de producción en Hollywood. Ello significaba en 2006 unos US$ 2.500 millones anuales, estima Jessica Cohen, analista especializada de Merrill Lynch. Las colocaciones en el sector pueden llegar a rendir más de 20%, si se las apalanca con fondos prestados (o sea, emitiendo deuda nueva de las empresas).
“Hay plata para ganar y plata para perder”, señala Amir Malin, famoso desde que su firma, Artisan Entertainment –hoy propiedad de Lions’ Gate Entertainment- compró “Proyecto bruja de Blair”. Fue una mala película que, no obstante, recaudó US$ 248.500.000. Malin (ahora en Qualia Capital, fondo especializado en medios y entretenimiento) subraya un punto: “Los inversores de Hollywood exigen transparencia, pero no la obtienen. No sorprende que las cosas terminen como en el caso Waisbren”
.
En efecto, este audaz especulador aprendió que el éxito en ese negocio tiene que ver con la suerte, más que con el análisis de riesgos. De ese modo, las seis películas financiadas con US$ 264 millones en nombre de Stark para Warner Brothers (más las cubiertas para Initial Entertainment) parecen éxitos. Pero Waisbren no podrá participar en las ganancias.
Sólo en el bienio 2005-6, los fondos de cobertura (especiales para millonarios, basados en derivativos) y los que especulan con compras apalancadas han absorbido colocaciones por unos US$ 4.500 millones destinadas al negocio. En realidad, la apuesta es simple: la recaudación de ciertas películas puede ganarles a los mercados financieros.
“Variety”, la biblia del espectáculo, definió la caída de Waisbren como “un campanazo de advertencia para el futuro del dinero fácil en Hollywood”. Abogado otrora experto en bancarrotas, timoneó concursos como los de WorldCom y America West Airlines. Había persuadido a los administradores del fondo de que el negocio cinematográfico es como cualquier otro, sólo que tachonado de lentejuelas.
Stark llegó a manejar US$ 9.400 millones, pero acabó envuelto en un fracaso previsible: la segunda versión de “Aventura del Poseidón” (2006), un bodrio inenarrable. Todavía hoy, los ejecutivos del fondo se niegan a tocar el asunto, parte de una larga serie de segundas o terceras “remakes” de filmes antes exitosos, pero irrepetibles.
Ahora, Waisbren intenta rearmar el rompecabezas desde el llano, vía negocios que –imagina- revivirán su carrera en Bel Air. En cuanto a Stark, puso su propio futuro en manos de Ryan Kavanaugh, conocido intermediario entre ambos tipos de fondos especulativos y la industria del cine. ¿Qué sucede? Sencillamente, que el dinero fácil sigue fluyendo hacia esos canales.
En noviembre, por ejemplo, Metro-Goldwyin Meyer anunció un acuerdo con Tom Cruise y su socia de producción, Paula Wagner, para manejar juntos la división United Artists. Hay un detalle sugestivo: MGM está controlada por Providence Equity Partners, Texas Pacific Group (dos fondos que especulan con compras apalancadas), Comcast y Sony, ambas relacionadas con el espectáculo.
En la actualidad, inversores ajenos al negocio cubren un tercio de los gastos de producción en Hollywood. Ello significaba en 2006 unos US$ 2.500 millones anuales, estima Jessica Cohen, analista especializada de Merrill Lynch. Las colocaciones en el sector pueden llegar a rendir más de 20%, si se las apalanca con fondos prestados (o sea, emitiendo deuda nueva de las empresas).
“Hay plata para ganar y plata para perder”, señala Amir Malin, famoso desde que su firma, Artisan Entertainment –hoy propiedad de Lions’ Gate Entertainment- compró “Proyecto bruja de Blair”. Fue una mala película que, no obstante, recaudó US$ 248.500.000. Malin (ahora en Qualia Capital, fondo especializado en medios y entretenimiento) subraya un punto: “Los inversores de Hollywood exigen transparencia, pero no la obtienen. No sorprende que las cosas terminen como en el caso Waisbren”
.
En efecto, este audaz especulador aprendió que el éxito en ese negocio tiene que ver con la suerte, más que con el análisis de riesgos. De ese modo, las seis películas financiadas con US$ 264 millones en nombre de Stark para Warner Brothers (más las cubiertas para Initial Entertainment) parecen éxitos. Pero Waisbren no podrá participar en las ganancias.