En 2006, se inspeccionaros apenas 20.660 sobre 9.100.000 embarques llegados a puerto. China, en diez años, se ha convertido en la tercera exportadora de alimentos por valor a Estados Unidos y, el año pasado, envió 199.000 cargamentos por mar. Menos de 2% se revisaron, denuncian ex funcionarios de la FDA. Ahora, la entidad destaca en Beijing expertos para detectar las fuentes de comidas para mascotas contaminada, que liquidaron veinte perros o gatos norteamericanos y enfermaron a miles. Entretanto, los críticos sostienen que la agencia no tiene personal ni recursos suficientes.
“La gente cree los alimentos están mucho mejor supervisados de cuanto los son en la realidad. Sea para animales, sea para humanos”, afirma William Hubbard, ex comisario de inspecciones que dejó la agencia en 2005, tras veintisiete años ahí. “Si el público supiese en verdad cuán vulnerables son los programas de la FDA, se asombraría”. La globalización y las técnicas industriales han modifica radicalmente las comidas que los norteamericanos lleva a la mesa o la boca, Los fabricantes locales compran cada vez más insumos en otros países.
Por cierto, la FDA tiene procedimientos para identificar problemas de alimentos importados. En 2006, se inspeccionaron visualmente más de 115.000 embarques y se remitieron a laboratorio más de 20.000 muestras. No obstante, la cantidad de inspecciones va cediendo a medida como aumentan las importaciones. Respecto de 2000, los embarques más que se doblaron y alcanzaron aquella cifra de 9.100.000, el cuádruple desde 1997. En los mismos diez años, el valor se duplicó a US$ 79.900 millones.
Esta semana, el congreso celebrará audiencias públicas sobre seguridad y financiamiento de inspecciones en el ámbito federal, vía una comisión supervisora (cámara de diputados). Pero ya se sabe que la FDA emplea apenas 1.750 inspectores de alimentos en puertos y plantas locales. “Son tan pocos que la mayoría de las empresas ve uno cada cinco a diez años”, apunta Hubbard. A diferencia del departamento agrícola, la agencia no inspecciona regularmente plantas en el exterior.
Thomas Thompson, ex secretario de salud, se manifestaba muy preocupado al momento de renunciar –por otras razones- en diciembre de 2004. “No entiendo cómo los terroristas no han saboteado nuestros alimentos, dado que sería tan fácil hacerlo”, reflexionaba. Sus desvelo hacen a la creciente brecha entre una ola de importaciones y un régimen de inspección débil. Su reponsable, la FDA, debe monitorear 80% de los alimentos que consume el país, pero apenas cubre 1% de importaciones.
Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, Thompson persuadió al congreso para añadir seiscientos inspectores y elevar la dotación total de la FDA a 4.000 agentes. Su cometido abarca alimentos, drogas y terapias médicas. Pero, desde entonces, las partidas presupuestarias no aumentaron al ritmo debido y, en 2006, la entidad tenía sólo 3.490 inspecitores, menos que los 3.600 de 2002.
El episodio de la comida para mascotas alarmó a varios legisladores, entre ellos al senador Richard Durbin (demócrata, Illinois), que envipo a severa advertencia al comité de presupuestos agrícola. Pide US$ 650 millones para el ejercicio fiscal 2007/8 para el programa de seguridad en alimentos. Más de 13º países los exportan a EE.UU., en particular Canadá, México y China (ésta colocó en 2006 casi el quíntuple de lo enviado en 1997).
En 2006, se inspeccionaros apenas 20.660 sobre 9.100.000 embarques llegados a puerto. China, en diez años, se ha convertido en la tercera exportadora de alimentos por valor a Estados Unidos y, el año pasado, envió 199.000 cargamentos por mar. Menos de 2% se revisaron, denuncian ex funcionarios de la FDA. Ahora, la entidad destaca en Beijing expertos para detectar las fuentes de comidas para mascotas contaminada, que liquidaron veinte perros o gatos norteamericanos y enfermaron a miles. Entretanto, los críticos sostienen que la agencia no tiene personal ni recursos suficientes.
“La gente cree los alimentos están mucho mejor supervisados de cuanto los son en la realidad. Sea para animales, sea para humanos”, afirma William Hubbard, ex comisario de inspecciones que dejó la agencia en 2005, tras veintisiete años ahí. “Si el público supiese en verdad cuán vulnerables son los programas de la FDA, se asombraría”. La globalización y las técnicas industriales han modifica radicalmente las comidas que los norteamericanos lleva a la mesa o la boca, Los fabricantes locales compran cada vez más insumos en otros países.
Por cierto, la FDA tiene procedimientos para identificar problemas de alimentos importados. En 2006, se inspeccionaron visualmente más de 115.000 embarques y se remitieron a laboratorio más de 20.000 muestras. No obstante, la cantidad de inspecciones va cediendo a medida como aumentan las importaciones. Respecto de 2000, los embarques más que se doblaron y alcanzaron aquella cifra de 9.100.000, el cuádruple desde 1997. En los mismos diez años, el valor se duplicó a US$ 79.900 millones.
Esta semana, el congreso celebrará audiencias públicas sobre seguridad y financiamiento de inspecciones en el ámbito federal, vía una comisión supervisora (cámara de diputados). Pero ya se sabe que la FDA emplea apenas 1.750 inspectores de alimentos en puertos y plantas locales. “Son tan pocos que la mayoría de las empresas ve uno cada cinco a diez años”, apunta Hubbard. A diferencia del departamento agrícola, la agencia no inspecciona regularmente plantas en el exterior.
Thomas Thompson, ex secretario de salud, se manifestaba muy preocupado al momento de renunciar –por otras razones- en diciembre de 2004. “No entiendo cómo los terroristas no han saboteado nuestros alimentos, dado que sería tan fácil hacerlo”, reflexionaba. Sus desvelo hacen a la creciente brecha entre una ola de importaciones y un régimen de inspección débil. Su reponsable, la FDA, debe monitorear 80% de los alimentos que consume el país, pero apenas cubre 1% de importaciones.
Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, Thompson persuadió al congreso para añadir seiscientos inspectores y elevar la dotación total de la FDA a 4.000 agentes. Su cometido abarca alimentos, drogas y terapias médicas. Pero, desde entonces, las partidas presupuestarias no aumentaron al ritmo debido y, en 2006, la entidad tenía sólo 3.490 inspecitores, menos que los 3.600 de 2002.
El episodio de la comida para mascotas alarmó a varios legisladores, entre ellos al senador Richard Durbin (demócrata, Illinois), que envipo a severa advertencia al comité de presupuestos agrícola. Pide US$ 650 millones para el ejercicio fiscal 2007/8 para el programa de seguridad en alimentos. Más de 13º países los exportan a EE.UU., en particular Canadá, México y China (ésta colocó en 2006 casi el quíntuple de lo enviado en 1997).