<p>Simplemente, la oficina estadounidense de prospecciones (GSB en inglés) confirma y profundiza informes de otras fuentes. De paso, pone a Washington en carrera por el botín ártico, pues el antártico ya no está en su órbita. Esta semana, la GSB difundió el estudio más amplio hecho al norte del paralelo 60, o sea el círculo polar. En realidad, el gobierno se pliega a esfuerzos de grandes petroleras privadas o, en los casos ruso y chino, estatales. Hay una causal ligada al efecto invernadero: una acentuación en el ciclo de derretimiento parcial de los casquetes boreal y austral.</p>
<p>En el norte, la competencia abarca cuatro (Rusia, EE.UU., Canadá, Noruega) de los siete países que llegan al Ártico. Los otros son Islandia, Gran Bretaña y Dinamarca (vía Groenlandia, el territorio más próximo al polo mismo). Pero las prospecciones de la GSB tienen un matiz geopolítico: sostiene que las mayores reservas potenciales no están bajo el casquete, sino cerca de las costas. Vale decir, Alaska, Siberia, Escandinavia, norte de Rusia europea y de Canadá, donde se radican pocas disputas jurisdiccionales.</p>
<p>La evaluación llevó cuatro años y estima en unos 90.000 millones de barriles de crudo y 1.670 billones de m3 de gas natural el volumen de reservas no comprobadas. Eso representaría 13% del total de crudos y 30% del de gas no descubiertos. Tomando el consumo mundial de petróleo al presente (86 millones de barriles diarios), el presunto potencial ártico cubriría tres años de demanda (no parece mucho). En materia de gas natural, se triplica ese potencial e iguala las reservas rusas comprobadas, el máximo en el mundo. En la actualidad, el planeta alberga 1,24 billones de barriles en reservas cubicadas y 6.263 billones de m3 en gas.</p>
<p>Tres áreas son apuntadas en el estudio. Una es Alaska, con unos 30.000 millones de barriles. Pero las otras dos –Siberia occidental, Barents- refirman el papel clave de Rusia, pues contienen dos tercios del gas natural no mensurado. Ambas penetran en jurisdicción noruega (Svalbard inclusive).</p>
<p>Pero ¿cuál sería el mercado por hoy clave en materia de demanda, amén de EE.UU.? “El veloz crecimiento de los productos brutos internos chino (11,5% anual) e indio (9%) ha elevado sus necesidades de hidrocarburos mayormente importados”, señala la Agencia Internacional de Energía y Combustibles (AIEC). “Esos ritmos expansivos presionan sobre la demanda mundial e, indirectamente, afecta las importaciones de los países desarrollados no petroleros”.</p>
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<p>Si esos gobiernos se aferran a sus actuales políticas de combustibles fósiles (no de “energía”, que es otra cosa), “los requerimientos globales de hidrocarburos habrán subido más de 50% sobre los actuales hacia 2030”, en un contexto de agotamiento más marcado. En cuanto al mercado, los futuros petroleros tocaron máximos de US$ 147 en junio. Pero, como parte de esta alza refleja el derrumbe del dólar, cada día más socios de la Opep presionan para sustituirlo por una canasta euro-dólar-yen.</p>
<p>Los costos geopolíticos son de sobra conocidos. No hacía falta el reciente descubrimiento de grandes reservas en Brasil y Malvinas para subrayarlos. Por ejemplo, Rusia, Irán y Venezuela podrán seguir riéndose de las casi ingenuas presiones estadounidenses en el plano militar o diplomático. Ni hablar si la crisis pakistaní desemboca, como hace 28 años en Teherán, en un régimen fundamentalista.</p>
<p>En tan complejo tablero, la situación de las grandes petroleras privadas es ambigua. Por un lado, el alza de precios ya no les reporta tantas utilidades, pues también aumentan los costos de extracción, refinamiento y, cuando la encaran, exploración. Por el otro, la actual bonanza parece beneficiar más a empresas estatales o paraestatales, como indica los casos brasileño, chino y ruso.</p>
<p>Ahora bien ¿qué efectos tiene todo eso en Argentina? Tradicionalmente considerada “país con petróleo, pero no país petrolero”, la república –hoy- podría ir modificando esa idea, así como lo hizo Brasil, que importaba crudos hasta no hace muchos años. Pero necesita una empresa testigo como Petrobrás. Existe además una nada desdeñable carga geopolítica: las reservas submarinas brasileñas, como las malvinenses, están en aguas profundas. Vale decir, más allá de la plataforma continental, en mares difíciles. Observado la cuadrilla marcada por áreas donde operan Brasil (socio clave del Mercosur) y Gran Bretaña vía Malvinas, es fácil notar que cualquier plan argentino de cateo o exploración tocará áreas británicas antes que brasileñas.</p>
<p>Por supuesto, no hay litigios con Brasil. Por el contrario, Gran Bretaña –inducida probablemente por Estados Unidos- planteó a fines de 2007 potenciales reivindicaciones sobre la faja oceánica hasta los mil metros de profundidad. Al sur del paralelo 40, ello significa elevar de 200 –plataforma epicontinental- a 375 millas marinas la eventual zona económica. Londres plantea también transgredir el tratado antártico. Fruto del año geofísico internacional de 1959, el primer acuerdo (1960) ya desconocía el ejercicio de toda soberanía más allá del círculo polar. Ahora, la nueva postura británica irrumpe en esa zona vía proyección de la zona alrededor de Malvinas, Georgias, Sándwich, etc.</p>
<p>Pero, entretanto, en el Ártico, Rusia ampliaba hacia el polo su área económica exclusiva. Primero, para explorar en busca de gas natural. Segundo, para refirmar el “status” cerrado del océano glacial ártico. Esto puso nervioso a Estados Unidos, por lo cual Washington impulsó a Gran Bretaña y sus pretensiones antárticas. La nueva movida es el detallado informe geológico de Washington.</p>
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