viernes, 27 de diciembre de 2024

La crisis de las subprimes desnuda perversión del sistema empresarial

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Blas Lara acaba de publicar este artículo en Tendencias 21, donde afirma que la economía se ha convertido en un juego de Monopolio. Aquí, una condensación.

<strong>La crisis de las subprimes pone de manifiesto la perversi&oacute;n que ha sufrido la finalidad de las empresas. La econom&iacute;a actual se ha convertido en un gigantesco juego de Monopoly, en una econom&iacute;a de casin, donde lo que importa no es crear industrias para producir cosas y servicios sino invertir en oportunidades. En consecuencia, el sistema de valores en que operan las empresas est&aacute; gravemente contaminado. </strong>
<p><br />
Marcel Ospel, ex presidente de UBS, un gran banco internacional ha tenido que ceder su puesto dejando tras &eacute;l &ndash; y su equipo- un agujero de m&aacute;s de US$ 43.000 millones. &iquest;La causa? el &ldquo;juego&rdquo; de las subprimes. Sin embargo, Ospel se retira con un &ldquo;paraca&iacute;das dorado&rdquo; de m&aacute;s de US$ 30 millones. </p>
<p> Si bien no es ilegal &ldquo;jugar&rdquo; arriesgando ligeramente el dinero ajeno pues no est&aacute; contemplado como delito en ninguna ley, es, ciertamente, una falta moral. </p>
<p>Los negocios siempre tienen algo de juego, pues el juego es una forma de entender la existencia. Y sin el escalofr&iacute;o del riesgo, algunos deportes &ndash; como las carreras de autos &ndash; perder&iacute;an sentido. </p>
<p> Jugador es tambi&eacute;n el creador de empresa, sin duda un h&eacute;roe contempor&aacute;neo. Asume un riesgo personal y consigue la aparici&oacute;n de estructuras productivas que hacen vivir a muchas personas. Empresas que no hubieran llegado a existir sin su creatividad y su valent&iacute;a para asumir el riesgo. </p>
<p>Otra cosa muy distinta es el personaje que juega con el dinero de otro, sin riesgo personal. La banalidad, la ligereza metaf&iacute;sica de la vida entendida como juego y como deporte, pierde toda justificaci&oacute;n desde el momento en que lo que est&aacute; &ldquo;en-juego&rdquo; sobre la mesa no es su propio pan sino – como estamos viendo a diario- el ahorro de muchos a&ntilde;os de trabajo de miles de personas. </p>
<p>Este juego a gran escala, protagonizado por los inversores financieros, constituye un acontecimiento mayor en la historia de estos &uacute;ltimos cincuenta a&ntilde;os. Una megacrisis, un desastre de proporciones gigantescas. </p>
<p>&iquest;La desviaci&oacute;n filos&oacute;fica causante de todo esto, su raz&oacute;n &uacute;ltima? Una desviaci&oacute;n radical de las finalidades de las empresas. </p>
<p>En los dos &uacute;ltimos decenios se ha desplazado el centro de gravedad de la empresa desde el aparato productivo a la funci&oacute;n financiera. En otros tiempos se invert&iacute;a dinero para producir bienes y servicios. La funci&oacute;n de la banca era canalizar el ahorro de la sociedad y mediante una prudente gesti&oacute;n del riesgo, poner los recursos financieros al servicio de las empresas. </p>
<p>El esfuerzo f&iacute;sico de la mano de obra y el trabajo intelectual en los despachos, todo contribu&iacute;a a la producci&oacute;n de objetos o servicios vendibles. Los bienes se pon&iacute;an a disposici&oacute;n del mercado y el resultado de las ventas generaba entradas de dinero en beneficio de todas las personas de la empresa. El sistema era inmediato, claro y simple, transparente. Eso era Adam Smith y eso era a&uacute;n Keynes. Pero las cosas han cambiado. </p>
<p>La econom&iacute;a se ha convertido en un gigantesco juego de Monopoly. El sentido profundo del liberalismo, que era la estimulaci&oacute;n del esp&iacute;ritu de emprender, ha sido pervertido y con ello se ha transformado totalmente el juego econ&oacute;mico. Un juego que hoy se desarrolla en plena virtualidad. En &eacute;l, ni interesan ni se tocan las cosas reales, sino s&oacute;lo el dinero y los productos financieros, que son meros s&iacute;mbolos inmateriales. En ese mundo virtual viven los nuevos managers. </p>
<p>Para el inversor financiero absorbido por este juego autista, toda referencia a lo social es irrelevante. El nuevo inversor va a pasar pocas noches sin sue&ntilde;o pensando en aquellas personas que pasar&aacute;n muy malas noches, privados de empleo, v&iacute;ctimas lejanas y an&oacute;nimas de su juego de poder. </p>
<p>El mal es vago, aparentemente inocuo. No se dice ya que la empresa tiene como finalidad &uacute;ltima ofrecer a la sociedad bienes y servicios. Se dice m&aacute;s ambiguamente &ldquo;la empresa est&aacute; para crear valor&rdquo;. Y bajo la p&uacute;dica denominaci&oacute;n de los &ldquo;productos financieros, productos estructurados&rdquo; se esconde lo que ha resultado ser un gigantesco timo. Puros matices sem&aacute;nticos. La lengua sirve para ocultar la verdadera naturaleza de las cosas. </p>
<p>&iquest;Es aceptable que la empresa haga abstracci&oacute;n de cualquier otra funcionalidad que la de hacer beneficios? &iquest;Es aceptable que los dirigentes no tengan que rendir cuenta de los efectos negativos de sus decisiones sobre el cuerpo social? A ning&uacute;n otro subsistema de ese mismo cuerpo social se le tolerar&iacute;a una tal autarqu&iacute;a de fines y funcionamiento. &iquest;Ser&iacute;a concebible que otros subsistemas sociales, por ejemplo el cuerpo de los militares o el de la docencia, funcionasen para y por ellos mismos, ignorando al resto de la sociedad? </p>
<p>En el fondo se esconde la pregunta filos&oacute;fica que apenas nos atrevemos a formular: &iquest;Hay algo malo en ser ego&iacute;sta y mirar s&oacute;lo por sus intereses personales? Algo parecen ignorar algunos cuando se atreven a asumir cargos en cualquier subsistema de la sociedad, en la econom&iacute;a o en la pol&iacute;tica. Quiz&aacute;s debieran saber que &ndash; como dec&iacute;a Cicer&oacute;n- la &ldquo;res-publica&rdquo; no es viable sin la virtud, sin la moralidad. Ni la empresa. </p>
<p><strong>Necesidad de un &ldquo;humus &eacute;tico&rdquo; </strong></p>
<p>Sin embargo ser&iacute;a demasiado simplista pensar que la responsabilidad de este juego se reduce a un limitado grupo de personas. No es as&iacute;, puesto que la sociedad, a trav&eacute;s de la TV, la prensa y los semanarios, deifica a estos personajes, los aplaude y justifica que ganen fortunas insultantes. Es la misma sociedad que tolera las remuneraciones escandalosas de los futbolistas. Una sociedad que se ha echado a la espalda los valores fundamentales. </p>
<p>Se impone hoy una revisi&oacute;n del trabajo del hombre y del sentido de este trabajo. Para que el individuo progrese en el escalaf&oacute;n de la empresa, o simplemente para no tener problemas en ella, debe asumir valores que la empresa exige de sus empleados y que no son siempre compatibles con los sistemas de valores personales. </p>
<p>La verdad es que la empresa fragmenta al hombre en sus finalidades y en sus valores, de la misma manera que fragmenta sus d&iacute;as: lo esencial del tiempo para el trabajo, y algo de tiempo para la familia y para s&iacute; mismo. Otro tanto sucede con los valores: entre las ocho de la ma&ntilde;ana y las seis de la tarde ser&aacute; el apag&oacute;n total: los valores personales hay que dejarlos a la entrada de la empresa en el guardarropa. Y queda un rinconcito, por la noche y en vacaciones, para vivir en conformidad con los valores &iacute;ntimos personales y los de familia. </p>
<p>La empresa necesita un humus impregnado de los valores de una &eacute;tica humanista. Empleamos esa met&aacute;fora porque el humus de la tierra, el mantillo vegetal, favorece los procesos de fermentaci&oacute;n y la aparici&oacute;n de nuevas formas de vida, los microorganismos tan necesarios en la agricultura. En el mantillo vegetal, prospera y pulula la ebullici&oacute;n de la vida </p>

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