<p>Los '90 y el siglo XX terminaron con dos grandes problemas sin resolver: <i>la competitividad</i>, esto es, la capacidad que tiene el país de entrar al mundo con sus exportaciones, mejorando simultáneamente el bienestar de la gente; y la <i>distribución de los ingresos</i>, a nivel personal y regional.</p>
<p>En el 2010 podremos ser como es España ahora si crecemos a una tasa anual acumulada de 5%. No es sencillo, pero tampoco imposible. Otros lo han podido hacer. En buena medida, contexto internacional mediante, dependerá de lo que hagamos nosotros.</p>
<p>La mayoría de los argentinos aspiramos, para cuando cumplamos nuestro Segundo Centenario de vida independiente, a tener un país:</p>
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<li><i>Más competitivo, </i>esto es, con un tejido productivo más denso y que genere mayor valor agregado local; donde las Pymes y las empresas nacionales tengan un lugar relevante; con alta capacidad de innovación y generación de conocimientos; y con una inserción dentro de un bloque regional consolidado y con proyección internacional, reflejada en una alta capacidad exportadora en términos de escala y de diversificación de productos y mercados<i>.</i></li>
<li><i>Más equitativo, </i>con una mejor distribución del ingreso, más empleo, más calidad educativa y menos pobreza, mejor calidad de vida para el conjunto de la población en términos de salud, seguridad, justicia y sustentabilidad ambiental y mayor equilibrio regional.</li>
</ul>
<p>Este país deseado es posible si definimos la estrategia correcta, implementamos las medidas adecuadas y si logramos los consensos lógicos para su implementación. Como nuestros problemas son sistémicos, no hay una sola medida que los resuelva. Se requiere el diseño de una estrategia que tenga en cuenta una definición tentativa del escenario mundial para los próximos años; las restricciones y potencialidades de nuestra economía y el perfil de inserción productiva de nuestro país en el mundo, los objetivos de largo plazo y, fundamentalmente, la voluntad política para el cambio y la acumulación de fuerzas y consensos para generar las modificaciones necesarias.</p>
<p>Es fundamental crear ventajas competitivas que permitan producir bienes en forma diferenciada y venderle al mundo. Por ello, sin limitar las potencialidades del mercado en un contexto de apertura y desregulación, es necesario favorecer el crecimiento y estimular la producción de bienes más complejos y con un mayor componente de trabajo y conocimientos, que son los que demanda el mercado global.</p>
<p>Para que ello ocurra hay que mejorar drásticamente la calidad institucional del Estado, y repensar la política y los incentivos dedicados al fomento de las inversiones. Además, también es importante tener una mejor educación y estimular las articulaciones entre las nuevas inversiones ­motorizadas por grupos, empresas locales y extranjeras­ con el tejido de Pymes proveedoras. En consecuencia, tenemos que enfocar nuestra política exterior, fiscal (tributaria y de gasto) y de gestión pública con estos objetivos.</p>
<p><b><i>¿Cómo alcanzar el país deseado?</i></b></p>
<p>No hay una receta única para resolver nuestros problemas en forma simultánea. No hay una fórmula mágica, ni una salida instantánea, ni una única medida. Para alcanzar el país deseado, tenemos que preocuparnos y definir los siguientes tres aspectos:</p>
<p><i>­Las cuestiones institucionales. </i>Lograr la solvencia fiscal, diseñar un nuevo régimen federal, definir una política tributaria pro-competitividad y estable en el tiempo, mejorar la defensa de la competencia y las regulaciones de servicios privatizados, desarrollar el mercado de capitales. Configuran la organización que la sociedad define para manejarse, las que definen el papel del Estado y del mercado, y son las cuestiones que se deben mantener en el largo plazo. El Estado tiene que tener solvencia, crear condiciones para crecer con equidad y apoyar explícitamente la inversión. Y el mercado tiene que ser muy competitivo. Se deben controlar los <i>lobbies </i>que se quieren apoderar del Estado y manejar el mercado.</p>
<p><i>­El reordenamiento del Estado y la gestión estatal. </i>Es fundamental su transformación en todos los niveles (Nación, provincias, municipios), para gastar bien (sobre todo en las áreas principales, que son las sociales), recaudar eficientemente los impuestos, aranceles y aportes previsionales, y brindar una buena administración de la justicia. No podemos hablar de políticas gubernamentales y de crear un marco favorable a la competitividad y a la mayor equidad si no tenemos un buen Estado, si no tenemos una buena institucionalidad. La Argentina avanzó mucho en la década del '90, pero en estas cuestiones hemos quedado muy rezagados.</p>
<p><i>­Las políticas activas del Estado. </i>El haber tenido fracasos no invalida plantearlas ni aplicarlas; todos los países lo hacen. Depende para qué y cómo. Hay políticas generales, como la educación, el fomento tecnológico, la inversión en infraestructura; específicas (apoyo a las Pymes, las regiones y las exportaciones); y sociales (igualación de oportunidades y atención de la pobreza).</p>
<p><b><i>El país posible</i></b></p>
<p>En los '80 aceptamos la democracia y en los '90 los lineamientos generales de economía, en concordancia con lo que hicieron todos los países exitosos. Sin embargo, a partir de los años '96/'97, la Argentina dejó de promover o de continuar los cambios necesarios para seguir creciendo y asumir lo que iba ocurriendo en el mundo en términos de la volatilidad de los capitales y de la globalización.</p>
<p>A una década de distancia, el país deseado es posible, pero debemos implementar una estrategia que favorezca la inversión y una mayor institucionalidad, reglas de juego más claras y estables. Tenemos que asumir nuestra responsabilidad y el compromiso que a cada uno nos corresponde; no podemos equivocarnos como en el pasado, cuando permanentemente errábamos la estrategia, cambiábamos las reglas de juego, y como fracasábamos, le echábamos la culpa a los de afuera.</p>
<p>En los años '97/'98 hubo un quiebre de tendencias. Para evitar que ello se traduzca en un comportamiento lánguido, cansino, la Argentina necesita un nuevo salto, como en el período 1989-1994. Necesitamos liderazgo, audacia, compromiso, conciencia de cuáles son los problemas y acuerdos básicos para definir e implementar las necesarias políticas de Estado.</p>
<p><i>Jorge Remes Lenicov es Economista, diputado nacional (PJ).</i></p>
Entre el país deseado y el país posible
competitividad, esto es, la capacidad que tiene el país de entrar al mundo con sus exportaciones, mejorando simultáneamente el bienestar de la gente; y la distribución de los ingresos, a nivel personal y regional. En el 2010 podremos ser como es España ahora si crecemos a una tasa anual acumulada de 5%.
Por Jorge Remes Lenicov