<p>(Publicado en abril 2009)</p>
<p>“Para que el mundo se recupere de la recesión debe evitar las guerras comerciales, especialmente dada la creciente interdependencia de los intereses económicos de los países”, dice Stephen J. Kobrin, de Wharton. “Es evidente que el proteccionismo exacerbó la Depresión del 30”.</p>
<p>El plan de estímulos que el Presidente de Estados Unidos Barack Obama firmó en febrero contenía una cláusula que no por esperada dejó de preocupar a los defensores del comercio libre mundial. Se trata del requisito que los proyectos financiados por el plan compren bienes hechos en Estados Unidos toda vez que sea posible. Si los Gobiernos gastan enormes cantidades de dinero para estimular sus economías, parecería razonable que inviertan en sus respectivas naciones. Después de todo –sigue el razonamiento– ¿por qué los contribuyentes estadounidenses habrían de pagar por acero canadiense cuando las acerías nacionales están en problemas?<br />
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Economistas y políticos de Estados Unidos y Europa temen que esta simple lógica esté incentivando sentimientos proteccionistas en todo el mundo, amenazando principios de libre comercio que son cruciales para cualquier recuperación económica global. Este temor viene a sumarse a las preocupaciones sobre la caída del comercio provocada por la contracción de la demanda y los problemas de crédito que generó la crisis financiera.<br />
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Si bien por ahora el proteccionismo es más amenaza que realidad, es una amenaza a tomar muy en serio. Según el profesor de finanzas de la Escuela de Negocios Wharton, “todos se acuerdan de la Gran Depresión y de sus enormes aranceles”.<br />
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La Organización Mundial del Comercio (OMC) está tan preocupada por lo que ve como una ola de impulsos proteccionistas que su director general, Pascal Lamy invocó en su discurso del 3 de febrero la tristemente famosa Ley Smoot-Hawley de 1930, que elevaba los aranceles sobre más de 20.000 productos que importaba Estados Unidos.<br />
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La ley provocó una guerra comercial que agravó la Depresión, según muchos economistas. La advertencia de Lamy decía: “Sea con aranceles o con variaciones más actualizadas de la Smoot & Hawley, hoy corremos el riesgo de deslizarnos por la resbaladiza pendiente de las medidas de represalia”.<br />
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En Estados Unidos, los diputados en la Casa de Representantes incluyeron fuertes condiciones de “compre americano” en la ley de estímulo a la economía, aunque luego en el Senado se suavizaron bastante. La ley aprobada exige el uso de hierro, acero y bienes manufacturados estadounidenses en proyectos financiados con el plan de estímulo. Pero lo más importante es que la versión final de la ley (a diferencia del proyecto que aprobó la Casa de Representantes) exige que Estados Unidos siga cumpliendo con sus acuerdos de comercio internacional. Eso calmó a muchos grupos defensores del libre comercio.<br />
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El tema, sin embargo, no está terminado. Estados Unidos tiene acuerdos comerciales con Canadá, México y países europeos, pero China, India y otros países en vías en desarrollo podrían verse perjudicados y adoptar represalias.</p>
<p><strong>¿Qué es libre comercio?</strong><br />
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Los principios del libre comercio son sencillos: cada país hace lo que mejor sabe hacer, alentando la competencia y manteniendo precios lo más bajos posible para todos. El país con mucho mineral de hierro y poca tierra cultivable hace acero, mientras que el que tiene poco mineral y mucha tierra cultiva trigo. Juntos, producen más hierro y trigo del que producirían si ambos intentaran producir las dos cosas, y lo hacen con más eficiencia.<br />
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Pero este principio clarito de libro de texto se viene abajo en el mundo real. El mercantilismo, que exhortaba a una nación a exportar más de lo que importaba, fue la política económica dominante entre los países europeos del siglo 16 al 18. En general, desde entonces la tendencia histórica se inclinó más hacia el comercio libre y los mercados actualmente están más abiertos que en cualquier otro momento de la historia moderna.<br />
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El profesor Franklin Allen (de Wharton) asegura que, en el largo plazo, conduce a la eficiencia porque la gente se especializa en las cosas que mejor sabe hacer. De lo contrario, se termina con gente en algunos países que no tienen las habilidades adecuadas o los recursos, y hace cosas de manera ineficiente.<br />
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En la actualidad, trabajadores, empleadores y sindicatos –y los políticos que los representan– se ensañan con el libre comercio cuando se pierden empleos frente a competidores extranjeros más baratos. El NAFTA <em>(North American Free Trade Agreement),</em> aprobado en la administración Clinton, fue acusado por sindicatos de hacer desaparecer millones de puestos de trabajo estadounidenses. Eso sí puede hacer el libre comercio: hace perder a unos pero ganar a otros, opina Allen.<br />
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Si bien puede decirse que el libre comercio beneficia a la sociedad en general, pocos ciudadanos se paran a pensar en el tema, por eso el apoyo del público nunca es tan apasionado como la oposición de una minoría preocupada por la pérdida de empleos. Hasta los que creen en él como principio general suelen decir que hay excepciones. Muchos economistas admiten, por ejemplo, que los países deberían proteger sus industrias de defensa y no depender de proveedores externos.<br />
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El debate sobre si el comercio es realmente libre nunca se acaba, y los países permanentemente se acusan unos a otros de embarrar la cancha. A los productores se los puede proteger con aranceles a las importaciones, o con subsidios estatales. Para el purista, el Gobierno estadounidense al ayudar a General Motors, Chrysler y Ford es injusto con las automotrices extranjeras. Pero muchos defensores del libre comercio pueden argumentar este proteccionismo como derivado de una crisis y vender la medida como provisoria.</p>
<p><strong>Intervención en la moneda</strong><br />
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Pocas cosas ilustran mejor la complejidad de los temas comerciales que la intervención de los Gobiernos en los mercados monetarios. La intervención de China se propone mantener el yuan bajo con relación al dólar de Estados Unidos, y de hecho hubo roces entre ambos países cuando el secretario del Tesoro Timothy Geithner criticó hace poco la política china.<br />
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Desde una pura perspectiva de libre comercio, la intervención monetaria es una intromisión desaconsejable, dice Allen. “El tema de la manipulación de la moneda es interesante. Yo no lo considero una cosa tan mala. La volatilidad de las tasas de intercambio es tan alta que es un problema, y la intervención que hacen los chinos calma los mercados.<br />
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“La intervención china en los mercados de divisas tiene el mismo efecto en el precio relativo de los bienes chinos y estadounidenses que los aranceles, opina Richard Marston. Y esa intervención ha sido enorme. China acumuló más de US$ 2 billones de reservas en moneda extranjera, en parte porque el país no permitió que su moneda se apreciara lo suficiente. Pero cuando estamos en una crisis mundial como la de ahora, es mejor no plantear estos temas.<br />
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Jeremy J. Siegel (profesor de finanzas, Wharton) opina que los consumidores estadounidenses –especialmente los tocados por la recesión– se benefician con la ausencia de aranceles y otros obstáculos al comercio libre con China, pues “hemos podido importar muchos productos, a bajo costo, que en general ayudaron a nuestro nivel de vida y de consumo”.<br />
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Si bien muchos expertos se desvelan por cualquier aumento en medidas proteccionistas, otros señalan que ahora hay otros factores mucho más dañinos para el comercio internacional. El más grave, la caída de la actividad comercial. El Banco Mundial prevé que para finales de este año el comercio internacional registrará su primera caída desde la Segunda Guerra Mundial. Ya hay muchos puertos que dan crédito de esta tendencia.</p>
El retorno del proteccionismo
Las presiones contrarias al libre comercio siempre están presentes, o latentes bajo la superficie, y se pueden racionalizar con facilidad. Si hay un solo país que aplica el compre nacional ese país se beneficia con su proteccionismo. Pero si todos los países hacen lo mismo, pierden todos. Por el momento, el proteccionismo es más amenaza que realidad.