viernes, 27 de diciembre de 2024

¿Donde estaban las mujeres?

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Dos libros recientes sobre las mujeres en los negocios destacan la notable ausencia de nombres femeninos entre la larga lista de empresarios corruptos de los últimos años. Harriet Rubin, autora de “Maquiavelo para mujeres”, coincide en líneas generales con otro libro, publicado por Sally Helgesen y Julie Johnson titulado “La visión femenina”, del cual lo que sigue es un extracto.

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Sea por desgaste, por descarrilamiento o por la persistencia del techo de cristal, lo cierto es que las mujeres estuvieron subrepresentadas en las posiciones jer&aacute;rquicas de las empresas implicadas en la crisis financiera &mdash; en Wall Street, y tambi&eacute;n en Londres, Sydney, Reykjavik, Dublin, Ginebra y Dubai. Tambi&eacute;n estuvieron totalmente ausentes en las listas de los beneficiados con contratos millonarios, de los reyes de fusiones y adquisiciones, de los artistas de la compra hostil y de los emprendedores de los fondos de cobertura, cuyo acceso al capital hab&iacute;a transformado la naturaleza de las finanzas en la d&eacute;cada anterior al colapso. <br />
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Aunque las mujeres eran mayhor&iacute;a en muchos sectores de la fuerza laboral y, en muchos casos, mostraban m&aacute;s educaci&oacute;n y profesionalismo en muchas &aacute;reas, por lo general no fueron las que tomaron las grandes decisiones financieras o hicieron las mayores apuestas. No estuvieron detr&aacute;s de las operaciones que cambiaron la forma de hacer las cosas. En las grandes ligas de las finanzas, las mujeres casi siempre jugaron en segundo plano. <br />
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Por supuesto, nunca se sabr&aacute; si la mayor presencia de mujeres en directorios o en posiciones de poder habr&iacute;a evitado o aligerado la crisis. Pero visto retrospectivamente, est&aacute; claro que una cultura de liderazgo desequilibrado condujo al descalabro a varias instituciones afamadas. Jacki Zehner, ex socia de Goldman Sachs, financi&oacute; un estudio con el National Council for Research on Women que concluy&oacute; que las gerentas de fondos de cobertura se muestran menos dispuestas a asumir un alto grado de riesgo y con menor frecuencia adoptan una actitud de &ldquo;sin agallas no hay gloria&rdquo;. <br />
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El gran problema fue que la cultura dominante ofrec&iacute;a a las mujeres menos oportunidades de actuar sobre lo que advert&iacute;an. Pero eso no les impidi&oacute; advertir lo que estaba ocurriendo. Advirtieron que el estilo de management de apostar a ganador estaba vaciando valor de largo plazo; que el achicamiento se usaba para justificar los fabulosos contratos a ejecutivos basados en pago por desempe&ntilde;o. Notaron que los directorios con 85% de l&iacute;derazgo masculino no se ocuparon de poner l&iacute;mites a ejecutivos adictos al riesgo que se premiaban con generosidad aun cuando las cosas no andaban bien. Ve&iacute;an que las feroces estrategias de crecimiento y las implacables adquisiciones a menudo eran un juego de n&uacute;meros que se ve&iacute;a bien en los papeles pero nada hac&iacute;a para mejorar productos, servicios o satisfacci&oacute;n de cliente. Y ve&iacute;an tambi&eacute;n estancadas sus propias carreras mientras otros ejecutivos de antecedentes dudosos parec&iacute;an caer siempre parados.<br />
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Notaban que se deterioraba la calidad de la vida de todos mientras las organizaciones absorb&iacute;an m&aacute;s riesgos y pon&iacute;an m&aacute;s presi&oacute;n sobre su gente. Exigencias extremas creaban un lugar de trabajo tenso, desequilibrado e inclinado a perseguir siempre el &eacute;xito personal. Esos individuos se rodeaban de otros que, como ellos, s&oacute;lo iban detr&aacute;s de la recompensa financiera. Las personas talentosas que valoraban el equilibrio, la vida familiar o simplemente la posibilidad de tener tiempo para tomar decisiones sensatas eran consideradas blandas o perdedoras. En ese ambiente, no sorprende que muchas mujeres no pudieran avanzar. <br />
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No vamos a especular si m&aacute;s mujeres en posiciones de poder habr&iacute;an impedido el desastre. M&aacute;s bien, que la subrepresentaci&oacute;n de las mujeres en posiciones de jerarqu&iacute;a fue a la vez consecuencia y s&iacute;ntoma de una cultura de liderazgo que se hab&iacute;a vuelto cada vez m&aacute;s desequilibrada. <br />
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La incapacidad de las mujeres para sentirse profundamente comprometidas por esta cultura seber&iacute;a haber dado una se&ntilde;al de advertencia de que se avecinaban problemas. Pero las empresas optaron por ver la retenci&oacute;n de mujeres senior como un tema de g&eacute;nero en lugar de una preocupaci&oacute;n estrat&eacute;gica o de liderazgo. <br />
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Compartimentalizaron el problema y as&iacute; no vieron la conexi&oacute;n entre mujeres talentosas quedando en el camino y una cultura concentrada en el corto plazo que a veces defin&iacute;a &ldquo;resultados&rdquo; con exclusi&oacute;n de todo lo dem&aacute;s. Tanto las metas como los m&eacute;todos de esta cultura eran insostenibles. <br />
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<em>Extractado de &ldquo;The Female Vision,: women&rsquo;s Real Power at Work&rdquo; por Sally Helgesen y Julie Johnson</em><br />
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