<p>Fuertes jugadores como Goldman Sachs, Bank of America o las aseguradoras se aprestan ya a operar en el nuevo congreso –con mayoría opositora en diputados y difícil equilibrio en el senado- contra las políticas sociales (seguro médico a la cabeza). También atacarán la reforma financiera, las medidas ambientales y tributarias.</p>
<p>El pretexto que une a Wall Street y los grupos retrógrados del “país profundo” es claro: reducir al mínimo los gastos del gobierno en tres niveles, federal, estadual y comunal. Pero ni los banqueros ni el “Tea Party” tocarán los pingües subsidios agrícolas; o sea, el proteccionismo de Estados Unidos (ni de la Unión Europea o Japón). Poco antes de los comicios, la Asociación Nacional de Industriales, NAM en inglés, virtualmente pedía una guerra comercial con China, sin advertir que la actual batalla cambiaria internacional sólo ha significado reveses para Washington y Bruselas.</p>
<p>“Los norteamericanos hemos votados por más empleos y crecimiento. Por eso le infligimos una derrota definitiva a Obama”, proclamó eufórico Thomas Donahue, presidente de la cámara de comercio, el mayor ”lobby” de negocios. Sin duda, los resultados presionarán para mantener las rebajas impositivas a los ricos –el ofertismo de Ronald Reagan en versión George W.Bush- y evitar toda reducción a quienes ganan menos. Por supuesto, la victoria hace olvidar que ocho años de esa política llevaron a los mayores déficit fiscales de la historia.</p>
<p>En materia de salud, la nueva mayoría de representantes dará marcha atrás en las reformas demócratas. Igual sucederá con las normas ambientales, especialmente en lo tocante a pesticidas y explotaciones mineras de alto riesgo ecológico. Asimismo, se dejarán diluir investigaciones de desastres como el de British Petroleum en el golfo de México. Kenneth Green, cabildero del Instituto Empresario Norteamericano (AEI en inglés), opuesto a la agencia federal de protección ambiental, directamente buscará disolverla.</p>
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No todo será fácil para los “rednecks”. Sus esfuerzos pueden pasarse de la línea, por ejemplo, “si los parlamentarios republicanos cumplen sus amenazas de procesar a miembros del gobierno federal. Máxime si imponen drásticos recortes de gastos capaces de paralizar al poder ejecutivo”, advierte Jack Pitner, consultor en polítcica fiscal. “Llegan al Capitolio muchos legisladores nuevos, sin experiencia –explica-, que presionarán por medidas duras. Esta gente es como la nafta: alimenta la maquinaria del partido, pero es volátil y puede provocar explosiones o efectos contraproducentes”.</p>
<p>Por otra parte, observan varios analistas de la propia Wall Street, las pretensiones más ambiciosas de los triunfadores tal vez queden fuera de alcance para el flamante cabildeo de ultraderecha. ¿Por qué? Por las amplias facultades de veto en manos de Obama y porque los demócratas retienen una apretada mayoría en el senado, según proyecciones de Reuters, Pew Institute y Bloomberg en la madrugada del miércoles. Esta situación favorece a la reforma del seguro médico (agrega once millones de pobres pero aun deja 32 millones fuera).</p>
<p>Sea como fuere, esta elección pondrá un diputado republicano al frente del estratégico comité para servicios financieros. Pero, como ocurre en ése y otros casos, “es difícil que la oposición ubique representantes del Tea party. Carecen en conocimientos o experiencia y muchos son campesinos poco letrados”, ironizaba Christopher Doss, senador demócrata que se jubila.</p>
<p>Ahora bien ¿esta derrota no tiene precedentes para los demócratas? Los tiene y se parecen al actual. En las elecciones de 1938 y 1942, perdieron 71 y 55 bancas, respectivamente, aun con un presidente tan emblemático que ha inspirado a Obama: Franklin Delano Roosevelt. El revés de 1938 reflejaba descontento por –claro- la depresión económica. El siguiente tuvo un componentes similar al del Tea party: el tradicional aislacionismo del país profundo los rednecks reaccionaba contra la entrada de EE.UU. en la II guerra mundial. <br />
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Wall Street espera bloquear reformas de Barack Obama
Estimulados por el triunfo electoral republicano, que convierte al presidente en virtual pato rengo, los intereses creados y la ultraderecha pueden converger en dos años de hostilidades. Aunque los victoriosos carezcan de programa y equipos solventes.