<p>Desde hace tiempo, por otra parte, Latinoamérica, Asia oriental y meridional superan en ese punto a las economías centrales. Pero la clave de la futura prosperidad reside en desarrollar fuentes alternativas sostenibles y baratas. Vale decir, capaces de sustituir a los combustibles fósiles que contaminan el ambiente vía emisiones de monóxido y dióxido de carbono.<br />
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Hace poco en Bruselas, durante una cumbre mixta, ministros de energía y combustibles –no siempre son la misma cosa- debatían esos temas con ejecutivos del negocio. Hilo conductor: los sectores públicos y privados deben actuar juntos en pos de un equilibrio entre gobiernos, tendiente a nuevas reglas de juego. No sin cierta ingenuidad, se habló de definir cuantos de energía requeridos en el futuro. <br />
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Por supuesto, las empresas comparten un planteo típico: “invertiremos si nos ofrecen incentivos fiscales capaces de aguantar mucho, mucho tiempo”, sostiene Royal Dutch/Shell por boca de Peter Voser, su director ejecutivo. Lo mismo pide Thomas Waters, su colega de Exxon-Mobil. Ambos olvidan un detalle histórico: desde 1973/5 la alianza grandes compañías-exportadores de Levante llevó los crudos desde US$ 10 a un pico de 147 por barril (2007), obteniendo ganancias siderales sin que los máximos estados importadores interviniesen. <br />
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Ya empezando el siglo XXI y “aun apelando a todas las fuentes de hidrocarburos disponibles, los déficit de oferta serán inevitables”, afirma Alyexandr Miedyédiev, ex vicepresidente de Gazprom –el mayor monopolio estatal del mundo-, hoy presidente de la Federación Rusa, primer exportador de gas natural. <br />
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<p>“La demanda industrial en Europa del oeste –estima el dirigente-, tomando cifras conservadoras, llegará a medio billón de metros cúbicos hacia 2030. Eso equivale a 500.000 millones de m3 anuales. Sumando las capacidades de los poliductos Nabucodonosor, corrientes norte y sur, etc., subsistirá una apreciable brecha entre demanda y oferta. Por ende, es preciso invertir hoy para no ensanchar esa diferencia a futuro”. <br />
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Sólo un flujo sostenido de capital, particularmente en infraestructura, puede ir cerrando aquella brecha. En el corto plazo, los cimbronazos de la crisis sistémica 2006/09 y el endeudamiento de la Unión Europea a partir de 2009/10, las inversiones exigirán estímulos estatales que, por supuesto, ahora piden las empresas privadas. <br />
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En esta materia, Miedvyédiev es claro: ¿dónde están esos buenos muchachos, dispuestos a colocar miles de millones a cambio de retornos regulados? Esto es clave porque, sin inversiones en infraestructura, ésta no aparecerá”.<br />
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Naturalmente, los gigantes petroleros detectan problemas de escala, vinculados a costos para reconvertir las propias estructuras de hidrocarburos a combustibles limpios originados en recursos renovables. Menos atado al negocio convencional, Gazprom señala que “el desarrollo sostenible exige una mezcla adecuada de combustibles y niveles aceptables de inversión. Hasta entonces, el gas natural parece lo más apropiado para hacer frente a los dilemas más urgentes”. <br />
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En cambio, Voser cree que la caña de azúcar en Brasil y Argentina podría ser una fuente viable de etanol, como el azúcar de remolacha en Estados Unidos o el maíz en los tres casos. Pero el directivo de Royal Dutch/Shell opone un reparo: los biocombustibles demandarán mucho más que los cinco o diez años que publicitan sus promotores (naturalmente ajenos al negocio petrolero). Sin embargo, en Bruselas no abordaron otra cuestión básica: hacia 2030 ya se sentirá el agotamiento de reservas petrolíferas y, por tanto, el mundo habrá cambiado radicalmente.</p>