<p>En países como Zimbabwe o Malawi los disturbios se extienden. En Madagascar, Mozambique, Gabón y república Centroafricana, la oposición empieza a creer que ya no es tan difícil sacar gente a las calles. Un gobierno tras otro sigue con inquietud la evolución en el norte, particularmente la franja intermedia donde coexisten Chad, Níger, Malí, Mauritania. Éste tiene un problema compartido con Marruecos: el ex Sahara español.</p>
<p>Sin duda, un grupo de estados autoritarios africanos tienen un peligroso factor en común: el Islam. Por cierto, Chad, media Nigeria y Senegal rezan mirando a la Meca. Parte del problema data de una división política colonial absurda, que llevó a una descolonización sobre el mapa trazado por europeos.</p>
<p>Esto se evidencia en los países mayores. De ese modo, Nigeria reúne cuatro etnias y dos religiones, mientras Congo-Kinshasa o Angola son guisos de varias etnias y religiones. En otro plano juega un pecado común a toda África, musulmana o no: la corrupción sistémica y su contraparte política, el autoritarismo.</p>
<p>Por ejemplo, la Unión Africana es una organización aún más inoperante que otras de su tipo. Así quedó evidente durante la última reunión, este fin de semana, donde la proliferación de caras patibularias fue excepcional. <br />
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También en el resto de Ãfrica cunden los nervios
Varios dictadores no árabes temen que los sucesos de Túnez, Egipto, Jordania y ¿por qué no? un Sudán partido en dos o tres se contagien al sur. La cantidad y deplorable calidad de tantos regímenes son una invitación a la violencia social.