<p>Los árabes creen que “Occidente es cristiano y corrupto, los europeos ven un Islam monolítico, violento y radicalizado. Todo es falso”, afirma el ensayista. Por ejemplo, la historia reciente señala que “la primera generación musulmana llegó a Europa occidental con la idea de volver algún día al terruño. Pero se quedó y eran invisibles, o sea marginados”.<br />
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Después, las oleadas segunda y tercera “fueron saliendo de los ghetti. No obstante, sus percepciones siguieron ancladas al pasado. Todavía continúan segregados, pero son más visibles porque van integrándose. Mi caso es típico: soy ciudadano suizo pero ¿por qué hablo francés e inglés, amén de árabe? Porque me he integrado”.<br />
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Muchos europeos no entienden que los musulmanes vayan a la mezquita y lo interpretan como señal contra la integración. Pero es lo contrario: “quien levanta una mezquita lo hace porque se siente en su casa y desea quedarse. Seguir hablando de integración en realidad la aleja”. Esto produce un efecto contraproducente, por el cual en tanto no lo vean a uno como musulmán, puede hablar de todo; pero, si uno dice serlo, la gente cree que solo hablará del Islam”.<br />
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En lo tocante al Egipto posterior a Hosni Mubarak, Ramadán afirma que “la Hermandad Musulmana no proyecta tomar el control. Ésta no es su revolución y, por otra parte, la fraternidad puede participar en una democracia. Agitar el fantasma de un Islam radical, al revés, es lo que hacen justamente los dictadores árabes y sus aliados occidentales. Existe una variedad de tendencias, desde el turco Recep Tayyip Erdögan hasta Osama bin Laden o el modelo libanés. La mayoría de musulmanes prefiere a Erdögan”.</p>
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No es un espantajo la Hermandad Musulmana
Eso sostiene Tariq Ramadán, un intelectual radicado en Suiza, nieto de Hasán el Baná, fundador egipcio de la fraternidad. El autor opone el choque de percepciones al de civilizaciones. Las que tenemos unos de otros son simplistas, erróneas.