<p>Esa lamentable experiencia debería haber dañado la credibilidad de las calificadoras. Sin embargo ese negocio siguió floreciendo por la sencilla razón de que tanto las instituciones financieras como el gobierno necesitaban un cuerpo aparentemente independiente para poner un sello de aprobación a la deuda corporativa. Como dijo un ex analista, "Enron enseñó a los calificadores cuán pequeñas eran las consecuencias de una mala reputación”. <br />
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Y se tomaron en serio la lección. Durante toda la burbuja inmobiliaria las agencias ponían una triple A enormes paquetes de garantías respaldadas por hipotecas sin preocuparse en preguntar lo que pasaría si e precio de la vivienda se cayera. <br />
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En un mundo mejor, los reguladores se habrían lanzado sobre Wall Street y las agencias calificadores y los habrían obligado a corregir sus errores anteriores. Sin embargo, McLean y Nocera explican, los reguladores tenían poco músculo en una era en que tanto demócratas como re3publicanos creían que el mercado debía autorregularse. <br />
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Finalmente, todo tenía que venirse abajo. Luego de explicar con lujo de detalles las barbaridades cometidas por una multitud de instituciones e individuos, McLean y Nocera llegan a una conclusión poco sorprendente: “Mucho de lo que ocurrió durante la crisis se debió a conducta inmoral, injusta, cobarde y alucinante, pero no fue conducta criminal, sólo criminalmente estúpida.” <br />
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<em>All the Devils Are Here:<br />
The Hidden History of the Financial Crisis<br />
</em>Por Bethany McLean y Joe Nocera</p>
<p>Uno de los grandes misterios de la crisis financiera es que luego de más de dos años y de docenas de libros publicados sobre el tema, todavía no sabemos con exactitud quién fue el responsable del atraco. En All the Devils Are Here, Bethany McLean y Joe Nocera intentan crear aun policial financiero y asestar el última puñalada en el reparto de responsabilidades. El resultado— que es una pintura bastante fantástica de los banqueros de Wall Street, conglomerados de seguros y agentes de Washington – no es una novedad; sin embargo, los autores se distinguen por su trabajo de sabuesos. Claro que hubo malignidad, en mayor o menor medida, entre muchos banqueros de inversión, calificadoras de crédito y reguladores. Pero también hubo igual número de gente que no tenía ni la más pálida idea. La gran conclusión de los autores es bastante simple: La gente brillante también puede hacer cosas estúpidas. <br />
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Los banqueros, por ejemplo, cocinaron a fuego lento intoxicantes que aceleraron la locura de las hipotecas y formularon brebajes de ciencia loca, como las tristemente famosas “ODC” (obligaciones de deuda colateralizada) que eran, en esencia, apuestas de casino sobre el mercado inmobiliario. De manera inexplicable, Wall Street también compró su propio veneno en forma de derivativos y opciones. AIG, Bearn Stearns, Lehman Brothers y Merrill Lynch murieron, o se expusieron a la muerte tomando también su propia medicina. <br />
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¿Son todas estas personas verdaderos genios del mal? Más apropiado sería decir estúpidas. <br />
Las agencias calificadoras como Standard & Poor's, Moody's Investors Service y Fitch debían ser uno de los principales monitores de la capacidad de crédito de las compañías. Sin embargo, dicen los autores, no emitieron una sola advertencia sobre Enron, Tyco, o WorldCom antes de que esas tres empezaran a explotar en 2001.</p>