<p>El yoga – la gimnasia más que la filosofía – es prácticamente una recién llegada en el gran país del Asia pero fue creciendo velozmente a medida que crecían los sueldos y las cinturas de la clase media con dinero disponible. <br />
En muchos sentidos, China se está poniendo al día con la ola mundial de popularidad que viene beneficiando la práctica del yoga desde hace bastante en las economías más desarrolladas. Mientras perdió la moda que llegó a Occidente en los años psicodélicos 60 y 70 por la práctica india de unir mente, cuerpo y espíritu, ahora que los chinos se occidentalizan practican yoga. <br />
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La moda comenzó a despegar en 1985 con un programa diurno de televisión en la cadena estatal CCTV con la conducción de Zhang Hui Lan, también conocida como Wai Lana, quien es conocida en China como la madre del yoga. Zhang, enfundada en atuendos hawaianos y guirnaldas de flores, enseñó a las amas de casa las posturas suaves del yoga. Aunque el programa dejó de salir en 1999, debido a una supuesta asociación con una secta religiosa, Wai Lana sigue con su actividad desde Hawaii y vende sus CD y DVD por Internet. <br />
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El yogi tejano Richard Baimbridge, actualmente director de Karma Life Yoga en Shanghai, tiene un gran estudio urbano y aspira, junto con muchos otros, a repetir el boom que en 2002 tuvieron en Hong Kong con otro estudio llamado Puro Yoga. <br />
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En Shanghai hay aproximadamente unos 200 estudios, desde pequeños de una sola habitación hasta muy grandes, pero los lugares se multiplican en todos los rincones del ancho país.<br />
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<strong>El aspecto físico<br />
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El negocio del yoga no sólo está floreciendo en China. Las investigaciones publicadas por la revista norteamericana Yoga Journal en el año 2008 revelan que los 16 millones de norteamericanos que practicaban yoga, o sea, casi 7 de la población adulta del país – gastaban US$ 5.700 millones de dólares en clases, ropa y equipo. Esa cifra revelaba un aumento de 87% con respecto a 2004. <br />
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<p>No es barato hacer yoga. En Japón, por ejemplo, los instructores cobran el equivalente a unos US$ 37 dólares por una clase de hora u hora y media. En Estados Unidos, una clase cuesta por lo general entre US$ 10 y US$ 20. <br /><br />En China una clase puede llegar a costar US$ 30, con lo cual el yoga queda colocado fuera del alcance de mucha gente. Para los que lo pueden pagar, el foco está puesto en el ejercicio que ofrece el yoga más que en la búsqueda espiritual. Una de las razones es que los largos años de ateísmo impuesto por el comunismo y el estricto control del estado sobre las iglesias oficiales chinas dejaron a mucha gente con poca comprensión por los conceptos espirituales. Como ocurre en otros países, los principales entusiastas son jóvenes mujeres profesionales. Para ellas, es una especie de tendencia de estilo de vida occidental, y además muchas lo adoptan para combatir el estrés y los kilos que acumulan con la vida sedentaria. <br /><br />Con el aluvión de demanda, uno de los problemas centrales en la parte de la oferta es encontrar maestros talentosos y bien preparados. . Hay mucha gente que sale de los programas de capacitación sin la preparación que habría de esperarse, un problema común en todo el mundo.</p><p><strong>La cuestión del dinero <br /><br /></strong>Luego está el problema de compatibilizar el espíritu innato de generosidad con la necesidad que tienen los emprendedores de llevar adelante el negocio. “El adecuado equilibrio sería tener un maestro de yoga muy experimentado con un inteligente yogi que entienda del negocio. <br /><br />Una de las recién llegadas a la escena de yoga en Shanghai y una de las empresarias que han intentado hacer frente a ese desafío es la japonesa Kazuko Koikeda. Abrió este año un pequeño estudio cerca del consulado de Estados Unidos y junto a un restaurante vegetariano que maneja desde hace dos años. “Mientras otros grandes estudios de yoga apuntan al mercado masivo, nosotros queremos ofrecer clases de calidad y no hacer dinero con ellas. Mientras podamos mantener el estudio, estamos bien” El estudio tiene hasta ahora 14 miembros y siete instructores que trabajan medio tiempo y dan unas 40 clases semanales. Pero muchos estudios de yoga cerraron en 2008 y 2009 cuando los chinos, como en otras latitudes, recortaron sus gastos para acomodarse a la crisis mundial. Pero lo indudable es que en el negocio del yoga ya un conflicto difícil de resolver: La filosofía que predica y el mundo real. Los instructores también tienen cuentas que pagar.</p>