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<p><img alt="" src="../../../../mercado/ro/imagenes/foto_nota_1119_22_1.jpg" /></p>
<p>Por ende, se necesita una gama amplia de cambios, “empezando con una inmediata expansión de los derechos generales de giro (DGG)”, o sea los que puede emitir el FMI. En este plano, “el grupo de los 20 ha de tomar la iniciativa”. El economista trae a colación a John Maynard Keynes y su <em>bancor</em> (1944), luego retomada por John Kenneth Gailbraith.<br />
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Pensado como núcleo del sistema monetario internacional, los conservadores la torpedearon tras la muerte de Keynes en 1946. “En lugar de esa solución –apunta Stiglitz–, tenemos un sistema dominado por tenencias de dólares débiles. Eso tiene varias desventajas. La primera es crear aprensiones recesivas durante y después de crisis financieras, porque hace recaer el peso de ajustar desequilibrios de pagos sobre economías deficitarias”. <br />
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El segundo inconveniente son las tendencias que se generan, por el uso de una moneda local –el dólar– en calidad de divisa global. “Eso puede agudizar la volatilidad, resultado del creciente déficit corriente en Estados Unidos. Es verdad que estos desequilibrios se necesitan para crear suficiente liquidez mundial, pero también multiplican un endeudamiento excesivo, interno y externo. Entonces, si EE.UU. achicase sus rojos demasiado rápido, se gestarían deficiencias de oferta en la divisa de reserva”. <br />
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Las reacciones a la inestabilidad financiera general crearían el tercer problema, ligado a países en desarrollo que han amasado grandes reservas como “autorreaseguro” contra futuras crisis en cada balance de pagos. En verdad, esos montos los protegen en lapsos críticos, pero también agravan los desequilibrios globales. <br />
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A fines de los años 60 –señala Stiglitz–, se estableció una divisa mundial limitada, los derechos especiales de giro (DEG), asimismo emitidos por el FMI. La mayor operación (DEG 250.000 millones) fue sugerida en abril de 2009 por el G-20 y era una respuesta adecuada al colapso del crédito privado, tras la crisis sistémica occidental de 2007/9. Ayudó a aliviar sus efectos negativos en el crecimiento.</p>
<p><strong>Más emisiones</strong><br />
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Ahora, del mismo modo, “el papel universal de los DEG debiera incrementarse, vía más emisiones y mayores funciones en el FMI. Por ejemplo, los derechos podrían aplicarse cuando caen los flujos de capital privado o los precios de productos primarios. Igualmente, servirían para apuntalar a economías crónicamente deficitarias en caso de emergencias exógenas”. <br />
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“En términos prácticos, el G-20 –propone Stiglitz– debe alentar al FMI a emitir significativos volúmenes de DEG en el curso del trienio 2011/13 hasta un valor de US$ 390.000 millones anuales. Esto implicaría una cantidad de beneficios. Por ejemplo, reducir las aprensiones recesivas permitiendo a los bancos centrales canjear DEG por divisas tan fuertes como el euro o el dólar. El recurso podrá emplearse para financiar importaciones, entre otros”. <br />
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Este mayo, novedades acaecidas en la Eurozona ponen el tema monetario al rojo vivo. A principios de junio, Portugal tiene elecciones generales en un clima signado por un rescate de deuda soberana sumamente leonino para la economía lusitana. Para obtener € 78.000 millones e impedir que el país salga de la Eurozona, se rebajarán salarios, jubilaciones y prestaciones sociales, se aumentarán precios y se privatizarán o malvenderán activos.<br />
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Pero, también en la primera semana de mayo, volvió a primer plano otra crisis de deuda soberana, la de Grecia. El virtual agotamiento de un primer rescate (€ 110.000 millones) la pone al borde de abandonar el euro, sin más ni más. La comisión europea y el Eurogrupo (ministros financieros de la zona) chocan con el Banco Central Europeo. <br />
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Los primeros quieren concederle a Atenas un auxilio adicional de € 60.000 millones, o sea 28.000 millones en 2012 y 32.000 millones en 2013. “Un suicidio” lo califican en la junta directiva del BCE. En tanto, gran parte de la dirigencia financiera alemana torna a mentar una partición del euro y algunos expertos de Basilea piensan en el <em>bancor</em>.</p>
Una nueva divisa de curso mundial
El Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, es terminante: el sistema monetario internacional precisa reformas fundamentales. Aun sin ser causa directa de desequilibrios y la inestabilidad económica corriente, por cierto ha sido impotente para afrontarlos.