<p>En general, los economistas y expertos convocados coincidieron en que “la situación es realmente escalofriante, especialmente tras la “cumbrecita” Merkel-Sarkozy-Monti (jueves 24) y en vísperas de la enésima cumbre europea (viernes 9 de diciembre).<br />
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Países que representan un tercio de la economía eurozonal –España, Italia, Francia- afrontan ataques especulativos y la sobrevivencia de la moneda común. Un colapso del euro, sin la menor duda, causará daños alrededor del mundo, aunque en diverso grado. Entretanto, políticos y legisladores europeos parecen dispuestos a seguir haciendo más de lo mismo.<br />
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Algunos analistas no descartan que, eventualmente hallen la forma de de que las economías en aprietos recobren la confianza de los mercados. Eso podría evitar –o no- un colapso inminente. Pero no se ve que los gobiernos admitan un hecho crítico: sin políticas monetarias y fiscales más expansivas en los países claves (Alemania, sobre todo), cualquier intento de salvataje acabará fracasando.<br />
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¿Cómo fue que el euro acaba en esta situación? La explicación remite, en primera instancia, a 1999, o sea a la creación del euro como moneda física, no ya unidad de cuenta (UCE). Esto condujo a un enorme auge de préstamos en las economías periféricas, pues lo inversores creyeron, erróneamente, que una divisa común haría a las deudas griega, portuguesa, irlandesa, etc, tan seguras como la alemana, holandesa o luxemburguesa.<br />
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A diferencia de lo repetido por la sapiencia convencional, estos fondos no fueron en la mayor parte para financiar desbordes presupuestarios. Por el contrario, antes de la crisis España e Irlanda tenían superávit y, además, bajos niveles de endeudamiento. Esos flujos de liquidez, en realidad promovían espectaculares auges de gasto privado. Particularmente, en el sector inmobiliario.<br />
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Al cerrarse de pronto la canilla, se desencadenó una vasta crisis económica y fiscal. Una serie de recesiones salvajes demolieron la recaudación tributaria y quedaron en rojo las cuentas públicas. Mientras tanto, el costo de rescates a malos banqueros llevó a un brusco salto de pasivos. Una sus consecuencias ha sido el fin de la confianza entre inversores y especuladores en bonos soberanos periféricos.<br />
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Entonces ¿ahora qué? “La respuesta de la Eurozona ha sido exigir una fuerte, casi suicida austeridad fiscal”, sostuvieron, desde París, Paul Krugman (Nobel 2008) y Joseph Stiglitz (Nobel 2001). Se forzaron o forzarán drástico recortes de gasto público y social a deudores en apuros. Paralelamente, se dan financiamientos temporales hasta que se establezca la confianza de los mercados. <br />
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¿Funciona esta estrategia? No para Grecia, que cometió despilfarros fiscales durante ochos años, ayudada por cuentas que trucaba la banca Goldman Sachs, y ahora debe mucho mas de cuanto puede pagar. Tampoco les sirve de gran cosa a Portugal e Irlanda.<br />
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En un contexto favorable, o sea economías fuertes en el resto de la Eurozona, España e Italia podrían ir reponiéndose, ya superadas las elecciones en ambas. Por desgracia, la alta burocracia europea parece resuelta a negarle esas posibilidades a los países en emergencia.<br />
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Los ingredientes de la crisis son claros: su demanda privada se desplomó con el fin del auge financiado por deudas. Entretanto, el gasto público también queda muy recortado por la austeridad. En este cuadro ¿de dónde saldrán los empleos, el crecimiento y la competitividad? ¿De las exportaciones al resto de la UE? Pero eso no puede ocurrir si los países acreedores también aplican políticas de austeridad. Éstas pueden muy bien hundir la zona en otra recesión. En suma, las élites de la UE se aferran al doble mito de la austeridad y la moneda fuerte.</p>
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¿Adonde irá a parar la carrera de la Eurozona?
Existe una brecha muy amplia entre lo que el euro precisa para sobrevivir o consolidarse y lo que la dirigencia parece dispuesta a hacer. Así se señalaba en un panel del Instituto para Administración de Entes Públicos (Insead, Fontainebleau).