<p>Vencedores indiscutibles, los aliados de 1918 lograron imponer soluciones que hoy se revelan demenciales. Durante la tercera década del siglo XX, muy pocos –John Maynard Keynes, Josef Schumpeter, John K.Galbraith- vieron lo que se vendría. Se trataba de Adolf Hitler, cuyo ascenso fue fulminante, 1927/33.</p>
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<p>Ahora, empezando el siglo XXI, es una Alemania democrática la que apela a fórmulas peligrosamente riesgosas para disciplinar a los “vencidos” del momento. Vale decir, Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia. Pero, tras ellas, asoma el destino del euro. Al respecto, surge una señal preocupante: los tecnócratas del Banco Central Europeo (en realidad, del Bundesbank) pretenden volver a un imposible: el esquema hipermonetarista de Maastricht.<br />
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Durante meses, Berlín apoyó a ultranza la reticencia del BCE (1992) a hacer lo único sensato para contener la eurocrisis. Esto es, comprar o garantizar altos volúmenes de deuda soberana en aprietos. No lo hizo el ingeniero Jean-Claude Trichet (incondicional del Bundesbank) y tampoco lo hace el contador Mario Draghi.<br />
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¿Qué mueve a los presentes actores? Según el analista británico Martin Wolf, el BCE acepta una idea típicamente teutona: monetizar la deuda pública de los países en problemas es en esencia inmoral. Exactamente lo que pensaban los artífices prusianos sobre los estados menores del futuro Segundo Reich, por entonces Confederación del Norte (1864/70).<br />
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Pero la presunta “inmoralidad” también debiera extenderse hoy a la masa de bancos privados que estuvo prestando alegremente a esas economías desde 1999. De entonces a la actual crisis, pocos tomaban en serio a Maastricht. En este punto, subrayan Wolf o Paul Krugman, debiera quedar claro que un presunto colapso de la Eurozona afectará a Alemania, Holanda, Austria y otros más que a Grecia, Portugal o Irlanda.<br />
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Mostrando el puño de hierro, Angela Merkel salió el martes a enmendarle la plana al BCE. “Nada de fondos ni voto para quienes transgredan las normas de Maastricht”, dictaminó desde Bruselas. En realidad, la canciller reiteraba lo señalado por la “cumbrecita” de la semana pasada, en compañía de Nicolas Sarkozy y Mario Monti. Lo curioso es que estaban hablando del Fondo Europeo pro Estabilidad Financiera (FEEF).</p>
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Alemania se ata a una rigidez contraproducente
Así como el peor error anglosajón de la primera posguerra fue acorralar a la república de Weimar, el de hoy es imponer a economías débiles una dura receta germana. Bajo el manto de la austeridad fiscal, se aplican métodos de corte ortodoxo.