A pesar del reciente anuncio de que la economía francesa creció 0,2% en el tercer trimestre –una medida mejor de la esperada-, la calificadora de riesgo Moodys decidió bajar un nivel la calificación de Francia, como ya lo había hecho Standard & Poor’s en enero, de AAA a Aa1.
Mientras Hollande lucha por demostrar que su modelo -que busca no sólo austeridad sino también estímulos- es preferible al de Alemania, los mercados y los medios de comunicación le juegan en contra. La semana pasada el gobierno francés montó en cólera tras un informe negativo de la revista inglesa The Economist.
El ministro de economía francés Pierre Moscovivi, aseguró que “el cambio de calificación no afecta los fundamentos económicos de nuestro país, los esfuerzos que está haciendo el gobierno, ni nuestra solvenciaâ€.
El valor de los bonos a diez años apenas fueron afectados por la decisión de Moodys. “El mercado ha estado esperando esto desde hace un año. Puede tener un impacto en el corto plazo, pero no durará. El mercado de acciones está manejado por 40 grandes multinacionales, que no serán impactadas por esta noticiaâ€, sostuvo David Thebault, de Global Equities.
Por otro lado, hoy se encuentra nuevamente el gobierno griego con los representantes de la UE, para acordar la entrega de unos €30.000 millones que se sumarían a los últimos €100.000 millones entregados para pagar deudas a cambio de sanear las cuentas internas del país, aumentando impuestos y despidiendo trabajadores.
En su afán por mantener la unidad de la eurozona y del euro, Alemania quiere aflojar un poco la presión sobre Grecia, cuyos planes de austeridad no están dando los resultados esperados. Grecia debe asumir un plan de despidos que incluye echar otros 22.000 empleados públicos en los próximos dos años. La UE quiere darle dos años más de plazo a Grecia, hasta el 2022, para resolver el tema de la deuda Sin embargo el FMI cree que Grecia no merece compasión y se opone a la extensión del plazo.
