¿Qué hará la OPEP en el futuro?

¿Continuará creciendo la demanda de petróleo? ¿Cuáles son las posibilidades de que otros combustibles desplacen al petróleo, especialmente en el transporte? ¿La oferta podrá resistir… y de dónde provendrá?

Los pronósticos de los expertos con respecto al precio de los commodities en el término del próximo año coinciden en ubicar el barril de petróleo por debajo de los US$ 100, precio con que se comercializó durante gran parte de los últimos tres años. Esas predicciones reflejan una creciente confianza en el mercado petrolero. Desde el shale en Estados Unidos hasta el aflojamiento de las sanciones a Irán, los próximos años prometen dar un fuerte impulso a la producciòn, invertir la estructura del mercado petrolero donde la provisión podía ser racionada por un puñado de productores.

Ese paisaje preocupa al grupo de productores de la OPEP, a punto de reunirse en Viena. El cartel formado por productores de medio oriente, América latina y africanos mantiene los precios altos desde hace tiempo y permite que algunos de sus miembros extraigan todo el petróleo que quieren.

Sin embargo, algunos pronosticadores suponen que la OPEP va a recortar su producción el año próximo como respuesta al aumento de producción en Estados Unidos, Canadá, Kazakhstan y otros países fuera del cartel.

 

La revolución en producción petrolera comienza en Estados Unidos, que por primera vez desde los años 90 está produciendo más crudo del que importa. En los próximos años se calcula que será el productor de petróleo más grande del mundo.

A esto se le suma que el país se está empezando a curar de su adicción al petróleo. El consumo de esteño de productos derivados es 10% inferior al pico de 2005 mientras el shale gas, barato y abundante, comienza a ser usado en camiones y mediios de transporte.

 

Hasta ahora esto ha tenido poco impacto en los precios del petróleo porque la guerra civil en Libia y las sanciones contra Irán contrarrestaban el crecimiento de la producción en Estados Unidos.

Las importaciones norteamericanas de Medio oriente también se mantuvieron bien porque las refinerías tejanas siguen necesitando los crudos pesados de esa región. Pero la transformación norteamericana no ha pasado desapercibida en el Golfo, donde se sabe que Estados Unidos será el primer productor del mundo, que pronto no necesitará importar energía y que el mundo en general necesitará importar menos petróleo. Todo eso preocupa.

En Arabia Saudita no preocupa tanto el aumento de producción en Estados Unidos como el cambio que perciben en la estrategia de su aliado más antiguo, Irán.

El acuerdo con Irán sobre su programa nuclear y la retirada norteamericana de los ataques aéreos contra Siria ponen nerviosas a las monarquías sunníes del Golfo pues sospechan que hay una alianza entre Estados Unidos y sus rivales shiitas en la región. Creen, también, que hay una conexión directa entre la política exterior norteamericana y el mercado petrolero.

Es más, ven esa política exterior del gigante occidental dirigaida ya no tanto por la geopolítica como por la geoeconomía. Un política donde ya no se cuentan barcos ni misiles. El poderío militar abandona el primer plano para ceder paso a otra dimensión de poder. La geopolítica hace lugar a la geoeconomía. El Trans-Pacific Partnership Agreement (TPP) es un acuerdo de libre comercio que se está negociando entre nueve países: Estados Unidos, Australia, Brunei Darussalam, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Pero en verdad –advierte el ensayista estadounidense Clyde Prestowitz – es la evidencia de la declinación de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo. Según el escritor, el corazón de las negociaciones no es realmente el comercio sino una especie de promesa que hace Estados Unidos a los países       de la región de que sigue vigente su compromiso con ellos. Que no los abandonará militarmente.

 

La incertidumbre sobre la demanda se refleja en algunas decisiones. Arabia Saudita no proyecta aumentar su capacidad por encima de su nivel actual: 12,5 millones de barriles diario debido al crecimiento de producción en otras partes. El gobierno en Kuwait debe justificar ante el parlamento más inversiones en su capacidad. Los Emiratos Arabes Unidos (EAU) llevan su meta de aumentar la capacidad de producción a 3,5mbd de 2017 a 2020. Es cierto que los estados del Golfo siguen invirtiendo, pero la inversión se usa para reemplazar producción declinante en yacimientos maduros en lugar de aumentar la capacidad.

Además, el aumento de la producción en Estados Unidos opacó la desalentadora produccion que resultó de una serie de países fuera de la OPEP, que se suponía surgiurían como contrapesos del cartel.

En Brasil, los descubrimientos de alta mar en 2007 y 2008 prometían proyectar al país a las primeras líneas de los productores de petróleo. En cambio la producción declinó en 2012 y todo hace suponer que volverá a caer este año: Petrobras lucha por extraer petróleo a 4 kilómetros de profundidad, bajo agua, rocas y sal.

En Kazakhstan el enorme yacimiento Kashagan pone en jaque a ExxonMobil, ENI, Royal Dutch Shell y Total con sus filtraciones de gases mortales. Después de 10 años de demoras y de inversiones, la producción finalmente comenzó en septiembre sólo para detenerse unas semanas más tarde por otra falla técnica.

 

 

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