Mientras Europa se hunde en una preocupante de su producción y de sus intercambios dentro de la Eurozona, Estados Unidos luchan por dar firmeza a su mejoría y los gigantes asiáticos chino y japonés se enfrentan a dificultades para sostener su crecimiento.
En su primera exposición ante sus colegas como presidenta de la Reserva Federal (Fed), Janet Yellen dio un ligero giro a su precavida posición sobre cuándo aumentar la tasa de interés del banco central estadounidense.
A la vista del buen ritmo de recuperación del empleo, Yellen admitió ayer la Reserva podría mover las tasas antes de la fecha prevista de mediados del año que viene.
“Si el progreso de los mercados laborales continúa siendo más rápido al anticipado por el Comité (del Mercado Abierto) o si la inflación sube más rápidamente de lo previsto… entonces, el incremento en la tasa de fondos federales podría darse antes de lo que el Comité espera ahora y podría ser más rápido posteriormente”, dijo Yellen.
Este medido y condicional optimismo de Yellen no significa, evidentemente, un giro radical de la conducta general definida por la cúpula de la Reserva que subordina la fijación del momento para comenzar a subir el costo del dinero a un avance firme de la creación de puestos de trabajo y a un alza de la tasa de inflación.
Pero los mercados y analistas han interpretado sus palabras como una suavización de la rígida condicionalidad para actuar que ha venido expresando la Fed en los últimos años, tanto cuando era conducida por Ben Bernanke como desde febrero pasado bajo la batuta de Yellen.
La reunión anual de Jackson Hole, en el Estado de Wyoming, también está siendo el escenario elegido por el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, para suavizar el tono que los europeos han venido sosteniendo sobre la necesidad de las políticas de austeridad.
Por primera vez, el italiano Draghi se ha ubicado más cerca de los reclamos de su compatriota Matteo Renzi, el primer ministro italiano que se viene enfrentando a las ortodoxas y duras posiciones de Alemania, que insiste en mantener a rajatabla el recorte fiscal y la reducción de salarios para salir de la crisis.
Draghi consideró que ha llegado el tiempo de preocuparse seriamente por el elevado desempleo en la Eurozona (11,6%) y de su baja inflación (0,4%) que la acerca peligrosamente a la deflación.
De manera inédita, el presidente del BCE pidió a los gobiernos de la zona que flexibilicen las estrictas reglas de austeridad, lo que significa que se permita un mayor uso del gasto público, por encima del nivel del 3% del PIB fijado por Bruselas.
El viraje de Draghi llegó poco después del discurso de Yellen y de la apertura de la reunión de Jackson Hole en la que el número dos de la Reserva, Stanley Fischer, fue taxativo al afirmar que la recuperación global ha sido decepcionante”.
Muy lejos de allí, en la localidad de Lindau, en la Baviera alemana, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz fue un poco más lejos que el propio Fischer al ser consultado por la prensa sobre la situación europea.
“La única caracterización de lo que está pasando en algunos países europeos es la de depresión”, disparó Stiglitz después de asegurar, ante un público de Premios Nobel y estudiantes de economía, que Europa está siguiendo el mismo camino de Japón.
El miedo a la deflación, por tanto, domina la escena en los países desarrollados, Japón en primer plano a pesar de que las políticas del primer ministro Shinzo Abe han logrado alguna suba de la tasa de inflación.
A pesar de que el foro de Jackson Hole aparece focalizado en cómo enfrentar este peligro, no faltan allí tampoco los banqueros centrales que temen que la política de estímulos monetarios inaugurado por la Reserva y seguida después por Gran Bretaña y Japón, pueda derivar en nuevas burbujas financieras.
En Estados Unidos, por ejemplo, la autoridad monetaria ve con cierta aprensión el crecimiento de una burbuja en los préstamos para compra de automóviles y también en la fuerte suba de los “bonos basura” sostenida por un apalancamiento creciente, esto es, deuda pura.
En otros países, como Canadá o Gran Bretaña, se asiste a una fuerte alza de los precios de las propiedades inmobiliarias, pero el gran temor de la amplia mayoría de banqueros centrales y privados es el avance del fantasma deflacionario.
Es evidente que de Jackson Hole no saldrá, como es habitual desde hace años, ningún programa unificado para enfrentar el amesetamiento de la economía mundial, pero la agudeza del debate y de las definiciones de los responsables monetarios marca la profundidad de los problemas.
El remarcable llamado realizado por Draghi para que los gobiernos europeos, Bruselas y el propio BCE estrechen lazos y definan políticas fiscales, laborales, productivas y monetarias, es un llamado de atención sobre la deriva en el Viejo Continente.