Los agentes económicos parecen responder a la abundancia proyectada de pesos y la escasez de divisas, dolarizando sus portafolios, analiza el economista de FIEL, Daniel Artana.
La recesión se ve confirmada por la evolución del crédito al sector privado medido en pesos constantes: la caída de las últimas semanas es superior al 10% anual, porcentaje incluso mayor al observado durante los peores momentos de la crisis 2008- 2009.
Ante ese panorama, el gobierno nacional confirmó su intención de mantener alto el déficit fiscal financiado con emisión monetaria.
En ese contexto, el Banco Central no puede corregir por si sólo el problema: carece de divisas para acolchonar el desequilibrio externo que se profundizará ante las expectativas negativas sobre la economía brasileña y el precio internacional de la soja.
La falta de corrección de los desbalances macroeconómicos aumenta las chances de un escenario en el cual la brecha cambiaria y el aumento de los costos presionan sobre el tipo de cambio oficial.
En algún momento, la autoridad monetaria convalida una depreciación del peso que, ante la falta de una mejora en las cuentas fiscales, termina presionando nuevamente sobre la inflación.
El problema se potencia si se acorta el plazo entre un incidente cambiario y el siguiente.
La economía argentina y de la región desde 2007
El desempeño económico de la Argentina desde 2007 a la fecha ha sido pobre, aún a pesar de las extraordinarias circunstancias externas.
El crecimiento económico de la Argentina se ubica algo por debajo del 3% anual, superando sólo a México, igualando a Brasil, y un 25% por debajo del promedio de 4% alcanzado por los otros siete países utilizados como referencia.
A su vez, la tasa de variación porcentual nteranual de los préstamos al sector privado en moneda constante (IPC-FIEL) inflación (medida por FIEL) fue casi seis veces superior a la del resto de países (promedió 24.5% anual, comparado con 4.6%).
En materia de exportaciones, el desempeño de la Argentina fue aún peor que el mediocre 3% de crecimiento anual de los otros países latinoamericanos.
Medidas a precios constantes, las exportaciones argentinas no crecieron entre 2007 y 2013 aún a pesar de que los términos del intercambio externos fueron 22% más altos en el sexenio 2008-2013 que los observados en 2007, y que el tamaño de Brasil fue 49% mayor en ese período respecto del último año de gestión del ex-presidente Kirchner.
La comparación de la evolución de la inversión también es desfavorable para la Argentina. Medida a precios constantes, creció 4.3% al año en relación al 6.8% observado en los otros 7 países.
En 2013, la tasa de inversión medida por el INDEC era sólo 21% del PIB, algo más de dos puntos por debajo del promedio del grupo de referencia y muy lejos del 30% de Perú.
La baja inversión fue una constante desde 2003 a la fecha: los máximos fueron de sólo 22% del PIB, aún a pesar de las excepcionales condiciones externas.
Sin embargo, la Argentina fue el campeón en el aumento del tamaño del Estado en la economía (y por ende de la presión tributaria).
Entre 2007 y 2013, el gasto público aumentó 12 puntos del PIB mientras que en el resto de los países, promedió 3 puntos.
Eso posicionó a la Argentina como el país con mayor peso del Estado en la región sin que ello se tradujera en una mejora en las condiciones sociales.
El discurso oficial destaca los supuestos logros de la década ganada.
Sin embargo, hay dos períodos muy distintos: una primera parte de normalización luego de una crisis profunda y una segunda, desde finales de 2007 en adelante, donde mucho antes de que se evidenciara el problema de los fondos buitre, el desempeño económico fue pobre: bajo crecimiento en relación a los otros países de la región, baja inversión, estancamiento de las exportaciones medidas en pesos constantes y alta inflación.
Las inconsistencias de la política económica oficial hoy son visibles para casi todos; antes eran tapadas por una nueva mejora en el precio de la soja o por un aumento en el PIB de Brasil medido en dólares.
Pero alcanzar un crecimiento alto y sostenido requiere Indicadores macroeconómicos de países latinoamericanos de una elevada inversión y de alta productividad, cosas que nunca se lograron en la década K.
El desafío para la próxima administración no pasa solamente por reducir el déficit fiscal y el financiamiento inflacionario del mismo.
Hay toda una agenda de reformas micro que deben apuntar a mejorar la calidad del gasto social, abandonar el proteccionismo mercantilista con claro sesgo antiexportador, eliminar las distorsiones de precios relativos, eliminar el sesgo rentista de muchas regulaciones (en particular, la laboral) y reducir la presión tributaria, eliminando impuestos anti-producción.