De manera que alrededor del color verde se ha creado toda una familia de expresiones: bonos verdes, préstamos verdes, finanzas verdes, inversiones verdes, etc.
Si entre 2014 y 2015 se triplicó el monto global destinado a desarrollar tecnologías que cuiden más el ambiente ( llegando a más de US$ 36.000 millones) en 2015 no superó los US$ 30.000 millones.
A mitad de año su supo que Volkswagen había alterado la medición de las emisiones de sus autos a gasoil. El 11 de octubre se conoció la noticia de que al Banco Europeo de Inversiones, que había prestado a Volkswagen unos 4.600 millones de euros para investigación en tecnología de bajas emisiones, había iniciado una investigación para determinar si la compañía había usado el dinero de manera adecuada.
Esto no es más que una muestra que sirve para explicar que hay mucho dinero que, en forma de bonos o préstamos, se está destinando a proyectos, investigación o productos que dicen tener un beneficio ambiental. Pero evaluar los resultados de esas inversiones es muy difícil. En teoría, ese dinero ayuda al mundo y también da un pequeño beneficio a los inversores. En la realidad, no se sabe casi nada sobre el impacto ambiental de esos bonos y esos préstamos. Lo que ocurrió con el préstamo otorgado a Volkswagen lo demuestra.