Al ingresar, letreros vintage de fondo ocre y letras intercambiables muestran el menú. Las hamburguesas son el centro de la atención, pero hay más. En tiempos de ebullición de hamburgueserías en Buenos Aires, Williamsburg, flamante apertura de Palermo, decidió también ponerle dedicación a las guarniciones, otros platos como burritos y ensaladas, y las bebidas: hay cerveza Patagonia tirada, etiquetas importadas, smoothies y milkshakes.
De regreso a las estrellas, las hamburguesas: todas llevan nombres de alguna manera relacionados con Estados Unidos. Entre las de carne vacuna, hechas de 200 gramos de picaña y nalga, jugosas y muy sabrosas ($160 con guarnición y gaseosa con refill, con adicional para elegir cerveza), la Dylan (cebollas caramelizadas, queso azul fundido y rúcula fresca) es una deliciosa opción, al igual que la que lleva el nombre de la casa, Williamsburger, una contundente combinación de queso en chips, huevo frito, panceta crocante, pepinos y mayonesa. Las de cerdo salen en 190 gramos de bondiola ($145 en combo, una alternativa es la Tyson, con cheddar, pepinos agridulces, cebolla morada y aros de cebolla fritos con alioli) y también hay de pollo, elaborada con pechuga (allí se destaca la Polanski, con mozzarella, palta, mayonesa chipotle y espinaca, $135 en combo). El pan utilizado es brioche, casero, tierno y esponjoso. Las hamburguesas, contundentes en porción, llegan servidas en una fuente de horno (de las negras con pintitas blancas, rectangulares) junto a un dip de ketchup y otro de alioli y junto a la guarnición: hay papas fritas pero también se puede elegirlas horno, o batas fritas, crocantes chips de mandioca o una ensalada verde. La carta de Williamsburg también ofrece burritos en tres versiones: de cerdo deshebrado, de pollo y capote.
Más allá del almuerzo y cena hay opciones -también de estilo yankee- para el desayuno y la merienda: huevos revueltos, tostada francesa, panceta asada y salchicha en plancha con pan tostado, además de algunos platos para clásicos como yogurt con granola o croisant con jamón y queso.
El ambiente, a cargo del diseñador Horacio Gallo, es otro de los puntos altos del lugar: techo altísimo, una estación central con revestimiento de acero que sirve de cocina, caja y despacho y diferentes ambientes: barras de azulejos blancos con comodísimas banquetas para acomodarse frente a la ventana o en la vereda y livings con sillones de cuero rojo y sillas contemporáneas. La cocina es vidriada, lo que permite ver el ajetreo de los fuegos.
Durante la semana al mediodía hay platos en precio promocional ($99) con gaseosa y al atardecer aparecen opciones para disfrutar una cerveza con algo para picar. Williamsburg se suma al escenario porteño de las hamburgueserías con agregados que lo hacen diferente.