viernes, 22 de noviembre de 2024

La era de gobernantes duros: Putin, reelecto

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La cuestión de fondo es si esta marea autoritaria es una tendencia firme y duradera.

No por previsible deja de ser relevante y perturbador. En las elecciones del domingo 18, Vladimir Putin fue reelecto como Presidente de Rusia, y en esta oportunidad con mayor cantidad de votos que en 2012, la vez anterior. Cuando finalice el nuevo periodo habrá estado al frente de la nación por 24 años.

El planeta entero parece estar bajo la influencia de dirigentes duros, con tendencias autoritarias y con
ánimos de perpetuarse en el poder.

Hace pocos días, el Presidente de China, Xi Jinping, fue reelecto por otro término por el Congreso Nacional del Partido gobernante, justo cuando se acaba de eliminar la cláusula constitucional que impedía estar en el poder más de dos términos seguidos. Ahora puede ser reelegido indefinidamente.

En Turquía, el primer mandatario Recep Tayyip Erdogan, avanzó en reformas al sistema electoral, que le permitirían –tras 15 años en la cumbre del poder- buscar su reelección en los comicios que habrá en 2019.

Donald Trump está en su primer mandato, pero claramente buscará un segundo, al que aspira a pesar – o precisamente por ello- de su permanente estilo autoritario y arbitrario. Como suele bromear en sus twitts, no estaría mal ser presidente de por vida. Buena parte de dirigentes de su partido Republicano, sueñan (encuesta de Pew el año pasado) con un líder fuerte que no tenga contrapesos ni obstrucciones desde el Congreso o desde los estrados judiciales.

Hay una tentación autoritaria que se extiende por otras latitudes. Como lo recuerda Marine Le Pen en Francia y su partido de ultraderecha que tuvo 35% de los votos en las elecciones que ganó Emmanuel Macron. O los diputados nazis que llegaron, por vez primera desde 1945, a ocupar bancas en el Bundestag. Sin olvidar los gobiernos de ultra derecha, populistas autoritarios, en Polonia, Hungría y hasta en Austria.

La cuestión de fondo es si esta marea autoritaria es una tendencia firme, que será hegemónica en pocos años, o si la oleada se disipará y los sistemas democráticos con balances y contrapesos prevalecerá otra vez.

 

 

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