El descubrimiento fue hecho en 2015 por la start-up israelí DouxMatok, que mereció el premio a “la mejor empresa” en el Agravest 2015. Agravest es una conferencia anual que organiza todos los años el Ministerio de Economía de Israel para fomentar la investigación en el sector de la alimentación. A tres años de aquel desarrollo el producto comienza adoptarse en otros países.
El descubrimiento hace realidad el sueño de los dulceros: crear un azúcar con igual sabor pero con muchas menos calorías. La tecnología permite una reducción de entre 30% y 60% de azúcar en un producto pero sin causar efecto alguno en el sabor.
En concreto, esta “superazúcar” se genera mediante la modificación de la forma en que las moléculas interactúan con los receptores del sabor dulce en la lengua.
“Lo que hemos hecho es recubrir unas partículas minerales con azúcares, que al entrar en contacto con los receptores del azúcar descargan el dulce y hacen creer que su cantidad es mayor. Básicamente engañamos a los receptores”, explicó. El invento permitiría, por ejemplo, tomar una taza de café con una cucharadita de azúcar en lugar de dos, pero con el mismo sabor y sin percibir la diferencia.
Esta “superazúcar” también podría atraer a los amantes del dulce en sectores como la dietética o nutrición e, incluso, en la industria farmacéutica, donde los jarabes infantiles y múltiples medicamentos incluyen este elemento. “Consumimos grandes cantidades de azúcares como en los refrescos de cola, y gran parte del azúcar no llega siquiera a los receptores puesto que pasa directamente de la boca al estómago”, sostiene el experto.
Mercado mundial
Ahora, esta nueva empresa dedicada a la innovación está presentando su invento a los fabricantes de azúcar para que puedan cambiar su modo de producción. Baniel ya está tratando con empresarios en Gran Bretaña para reducir hasta 49% el contenido de azúcar en productos como tortas, bizcochos y galletitas dulces. Calcula que los productos llegarán al permado para 2020.
