Esta semana el Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC, según siglas inglesas) en la forma que vivimos, dice el IPC, emitió un informe donde dice que el aumento de un grado en la temperatura del mundo desde los tiempos pre industriales ya se está sintiendo en forma de tempestades, huracanes, tsunamis, sequías e inundaciones.
El plan original era limitar ese aumento a menos de 2ºC para el año 2100. Esa ya no es una meta viable. Si se quieren evitar males peores la meta ahora debe ser no superar 1,5ºC para 2030. Para poder cumplir con este plan urgente de supervivencia harán falta cambios sin precedentes. Cambios en agricultura, en energía, en industria, en edificios, en transporte y en ciudades.
Pero esta declaración histórica, que debería haber ya generado debates o nerviosismo político, fue recibida con un ensordecedor silencio internacional.
El presidente Trump, que persiste en su posición de que el clima no es algo que le incumba, no dijo una sola palabra. Una manifestación más de su postura en desacuerdo con el esfuerzo que realiza el mundo por reducir las emisiones de gases de invernadero.
En muchos países crece el nacionalismo con fuerza y la soberanía nacional se invoca con orgullo y no muestran mucha solidaridad de grupo para hacer causa común en la lucha contra un problema de alcance global. Entoncess, si la negación del problema ya no es una posición sostenible, sí lo es la indiferencia.
Segçun el informes, un aumento de 2 grados en la temperatura del mundo destruiría 99% de los arrecifes coralinos, dañaría cosechas, difundiría enfermedades como la malaria, destruiría ecosistemas y aumentaría la migración y la pobreza.
Si se pudiera, en cambio, detener con muchísimos esfuerzos el aumento en 1,5ºC el aumento del nivel del mar seguiría aumentando pero no tanto, se perderían menos corales y habría 420 millones menos de personas sometidas a olas de calor.
Lograr esto último es inmensamente difícil pero no imposible. Para 2030 las emisiones de dióxido de carbono deberían ser 45% inferiores a las de 2010. Para 2050, las que queden deberían ser extraídas de la atmósfera con medidas como reforestación más captura y almacenamiento de carbono. Pero es una tarea que involucra al mundo entero.
. Según la International energy Agency, las emisiones de dióxido de carbono, estancadas de 2015 a 2017, muestran señales de aumentar este año. Consumimos demasiada energía y todavía la mayor parte proviene de combustibles fósiles. Esta locura podría llevar al mundo a tener que tomar medidas extremas en el futuro, como por ejemplo, “ingenierizar” el clima planetario. China estudia una técnica posible que consiste en inyectar partículas en la estratosfera para desparramar luz solar. Además del peligro que implica desconocer posibles efectos secundarios – como cambiar los patrones de lluvia del planeta – medidas como ésa plantearía serios problemas de seguridad para las naciones.
Un camino más aconsejable podría ser reforzar la cooperación global para no llegar a esos extremos.