Opinión

    Nada es igual, tampoco mejor. Todo cambió dramáticamente y tal vez nunca vuelva a ser como antes. Algunos lo entendieron y se adaptaron, transformaron sus discursos y hábitos, cambiaron amigos, ideologías y convicciones y siguen por la vida con cara de “aquí no pasó nada”. Otros, en cambio, se quedaron sin chances, están en el casino viendo girar la última bola, sin apuestas y con

    las manos en los bolsillos vacíos, mientras un croupier anónimo grita un “no va más” que suena como una necrológica mal escrita.

    Hubo una época muy distinta de esta, aquí cerca y no hace mucho. Borges escribía todas las semanas en una revista no literaria, Arlt, Nicolás Olivari y González Tuñón eran “noteros” en los diarios que los porteños consumían sin prisas ni compulsiones. La radio emocionaba con sus radioteatros de amor a

    primer oído y hacían soñar con las aventuras inolvidables de Sandokán, Tarzán y algún otro sepultado en el olvido.

    Las informaciones y los noticieros no eran condimentos utilizados en la comida de todos los días. La primera imagen de la televisión argentina en forma de noticia permitió a un puñado de espectadores, sentados en su casa, ver a miles protagonizando un acto en la Plaza de Mayo; la exacta inversa proporción de lo que sucedió hace algunas semanas en la Marcha Federal. Más espectadores

    en la platea y menos artistas en escena. El show está en otro lado.

    Tony Schartz, un comunicólogo, asesor de políticos y empresarios, cuenta una anécdota que vale por mil definiciones. Una vecina de su familia estaba en la plaza con su hijo pequeño sentado en las rodillas. Pasó una persona que comentó: “Qué hermosa criatura”. “Es verdad, y eso que usted no ha visto su fotografía”, respondió la madre.

    Para muchos, la realidad es la fotografía, el artículo del diario, la nota de la revista o el noticiero de la televisión. Hay una tendencia a tomar al producto comunicacional como lo verdadero. Lo real es el hecho reinventado y difundido por los medios masivos de comunicación. Creemos en lo que nos cuentan. Alguien edita, a nuestra medida, lo que pasa en el mundo.

    Esto, trasladado al ámbito de la empresa y su relación con la opinión pública, origina una fuerte carencia, pues el “reflejo de la realidad” de una empresa son sus productos, pero en este juego de espejos y realidades no hay lugar para la imagen de la empresa como institución. La foto que muestra no siempre es la mejor, nadie se ha preocupado demasiado por retocarla, buscarle el mejor

    ángulo y, lo que es aún mucho más grave, algunas empresas ni siquiera tienen fotos para mostrar.

    Pero no importa, la batalla no está perdida.

    Los gobiernos, en su intento por aggiornarse copian -no siempre bien- algunos elementos que eran de uso exclusivo en el ámbito empresarial: unidades de negocios, gestión por resultados, trabajo en equipo, capacitación y negociación efectiva pasaron del management al ministerio con boleto de ida solamente. Pero nada es gratuito, las empresas también se contagiaron del poder oficial y creció, con pasión inusitada, la obsesión por lo que sale en los medios, el reportaje, la primera plana, la foto del gerente general bien ubicada, la disimulada alegría por el “destrozo” a alguna competidora o colega.

    Para que estas obsesiones puedan ser canalizadas, llegaron a las empresas los cirujanos de fin de siglo: los operadores de prensa, artesanos relacionados hasta el misterio, con contactos de los que no conviene ni enterarse, verdaderos cirujanos plásticos que disimulan la realidad, embellecen lo feo

    y hacen visible únicamente lo digerible, operan sobre los medios como si fuesen sus propietarios únicos y poderosos. Caminan con destreza por el angosto camino entre la inmunidad y la impunidad.

    Saben de glorias y fracasos, no aman ni odian, venden flechas a unos y armas a otros en la misma guerra. Actúan sobre la realidad y entonces, como por arte de magia: la única verdad es la que se lee, se mira o se escucha, y no la otra. Ya nada es igual, tampoco mejor, es simplemente diferente.

    (*) Gerente de Relaciones Institucionales de MetroGas SA.