Balances y memoria después de la crisis mexicana

    El régimen financiero establecido a partir de la sanción de la Ley de Convertibilidad determinó que el crecimiento del

    tamaño del sistema bancario argentino dependiera, en buena medida, del ingreso de capitales externos. En otras palabras, la

    creación interna de dinero primario por parte del Banco Central está limitada por la proporción permitida de títulos

    públicos que pueden respaldar a la totalidad de los pasivos monetarios. En la actualidad, esa cota es de 20%. Al inicio del

    plan de convertibilidad era de 10%.

    Tener presente este aspecto es esencial para entender, por un lado, la fuerte vulnerabilidad del sistema a las oscilaciones

    en los flujos internacionales de capital y, por el otro, por qué la crisis mexicana se transmitió como un vendaval a la

    economía argentina. Sirve también, como corolario, para comprender la necesidad de tener un Banco Central que pueda

    actuar con presteza como prestamista de última instancia.

    Desde los comienzos del plan de convertibilidad, el flujo de capitales externos, medido a través de la balanza de pagos,

    mostró un incesante crecimiento. Al compás de esa entrada, el tamaño monetario del sistema bancario aumentó de manera

    continua.

    Sin embargo, ya en 1994 se registró una retracción en el flujo de ingresos alrededor de US$ 1.700 millones y esto se

    tradujo, como era previsible, en un menor crecimiento de los índices de monetización de la economía. El origen de esta

    merma se encuentra, por una parte, en la recuperación económica de los países desarrollados y, por la otra, en el aumento

    de las tasas de interés externas a partir de febrero del año pasado.

    Si las autoridades económicas no percibieron esto como una señal de alerta, fue porque habían sacralizado la noción de

    que el flujo de entrada de capitales había sido la consecuencia de las reformas estructurales emprendidas y de que, mientras

    esto se sostuviera, la disponibilidad de recursos financieros externos sería virtualmente ilimitada. Esta interpretación era

    consistente, a su vez, con la que sostenía que no había por qué preocuparse por el déficit creciente en la cuenta corriente del

    balance de pagos.

    El impacto de la crisis mexicana sobre la economía local vino a dar sustento a otra interpretación: la que argumenta que,

    sin desmerecer la importancia de las reformas emprendidas, el flujo de entrada de capitales fue una cuestión transitoria,

    reversible y exógena a la región latinoamericana, vinculada, fundamentalmente, con la recesión del mundo desarrollado y

    las bajas tasas de interés en Estados Unidos. Desde esta visión se advertía, además, sobre el peligro de un déficit creciente

    en la cuenta corriente.

    EL PAPEL DEL BCRA

    Por supuesto, ambas interpretaciones son divergentes en cuanto a las atribuciones que debe tener el Banco Central. La

    gubernamental, plasmada en la Carta Orgánica de la autoridad monetaria, limitó, de manera muy estricta, la función de prestamista

    de última instancia del BCRA. Se sostenía que con el régimen de convertibilidad no había posibilidades de crisis financiera ni de

    riesgo global del sistema si caía un número reducido de bancos. La otra tesis sostenía que la mayor fragilidad del modelo se

    encontraba en el sistema financiero y el riesgo global frente a la caída de una o varias entidades debía enfrentarse con un Banco

    Central que contara con la posibilidad de asistir al conjunto.

    La repercusión de la crisis mexicana sobre la economía nacional (y el diagnóstico acerca de su origen expresado por los

    organismos multilaterales de crédito y las autoridades económicas estadounidenses) puso en jaque a las tesis

    gubernamentales. Más aún, ha provocado, en numerosos aspectos de la política económica, una clara inflexión en las

    medidas e instrumentos aplicados.

    EL ESTALLIDO

    Si se compara el nivel de los depósitos entre fines de 1993 y 1994, se observa un crecimiento de alrededor de

    $ 5.600 millones. Más aún, si la comparación se hace a fines de cada trimestre, se advierte un aumento constante

    hasta septiembre. En cambio, entre el cuarto y tercer trimestre se produce una caída de $ 825 millones. En realidad,

    los depósitos mantuvieron una tendencia ascendente hasta que se desató la crisis mexicana.

    A partir del 20 de diciembre de 1994, cuando el gobierno mexicano decide modificar el límite superior de la banda

    cambiaria y el mercado responde con una demanda de divisas que perfora esa cota, el mercado financiero argentino

    comienza a sufrir los embates de la pérdida de confianza de los inversores externos. La tendencia habría de

    extenderse, también, a los residentes locales.

    Así, en los últimos diez días del año, los depósitos totales se contraen en algo más de $ 1.400 millones. Desde

    entonces, y hasta fines de marzo, la tendencia sigue su signo declinante: los depósitos sufren una caída adicional de $

    5.300 millones. Y si se toma en cuenta el registro del 10 de abril, corresponde agregar una merma de 540 millones.

    En otras palabras, desde el comienzo de la crisis y hasta el 10 de abril, los depósitos totales se redujeron en $ 7.240

    millones.

    Los segmentos bancarios más castigados por esta tendencia parecen haber sido la banca cooperativa, la provincial

    y algunas entidades mayoristas muy expuestas en el mercado de bonos y de acciones.

    Las cifras demuestran que la caída no respondió a ningún factor de tipo estacional como, en algún momento, las

    autoridades trataron de insinuar para minimizar el drenaje que se estaba observando. En ese sentido, debe señalarse que

    entre fines de 1993 y de marzo de 1994, los depósitos totales del sistema bancario habían aumentado en poco más de $

    2.600 millones.

    Del total de la reducción registrada durante el primer trimestre de 1995, algo más de 2.700 millones corresponden a los

    depósitos en pesos. Esto significó una contracción de 13,5% con respecto al nivel que había alcanzado a fines de 1995. Los

    depósitos en dólares cayeron un poco menos: 11%.

    Si se analiza el proceso por tipo de colocación, los plazos fijos en pesos mostraron la mayor reducción (20%); seguidos

    por las cuentas de caja de ahorros en moneda local (13,2%) y los plazos fijos en dólares (12,8%). En el caso de las cuentas

    corrientes, mientras las nominadas en pesos cayeron en 4,6%, las denominadas en moneda extranjera aumentaron 5%.

    Este comportamiento revela, con claridad, la crisis de confianza de los ahorristas: abandonan con mayor rapidez las

    colocaciones a plazo fijo o con menor liquidez (cajas de ahorro) y, en menor medida, las cuentas donde es más fácil salir del

    sistema. Actualmente, 61% de los depósitos en pesos están concentrados en cuentas corrientes y cajas de ahorro. A fines de

    1994 esa proporción era de 57%.

    EL RUMBO DE LA FUGA

    El retiro de depósitos durante el primer trimestre de este año dejó a los bancos con una reducción de sus tenencias en

    efectivo de $ 358 millones, una disminución de $ 1.418 millones de sus depósitos en cuenta corriente en el Banco Central y

    una contracción de $ 283 millones en las colocaciones en corresponsales del exterior.

    Para que los balances contables por operaciones puras de intermediación entre depósitos y préstamos cierren, el

    conjunto de los bancos comerciales debería haber recuperado créditos, en pesos y en dólares, por 3.243 millones.

    Sin embargo, es sabido que el Banco Central estuvo asistiendo a la banca con dificultades a través de la colocación de

    pases expansivos contra títulos públicos y de la disminución del exceso de reservas con respecto a los pasivos monetarios

    existentes a fines de 1994, por un monto de $ 1.850 millones. Debe señalarse que ambos mecanismos constituyen, lisa y

    llanamente, emisión pura de moneda.

    Por lo tanto, si el Banco Central asistió a la banca comercial en dificultades por ese monto, la recuperación efectiva de

    créditos alcanzó apenas a los $ 1.390 millones; esto es, casi 4% del stock total existente a fines del año pasado y 43% de lo

    que debería haber recuperado si no hubiera contado con la asistencia de la autoridad monetaria.

    Si se considera que las reservas de libre disponibilidad del Banco Central se redujeron entre fines de 1994 y el primer

    trimestre de 1995 en $ 5.832 millones y los depósitos totales en 5.300 millones, es evidente que la totalidad del retiro de

    fondos se transformó en demanda de divisas.

    Sin embargo, no todos los retiros de depósitos constituyen una fuga de capitales. El saldo en cuenta corriente del

    balance de pagos estimado para el primer trimestre de 1995 fue deficitario en US$ 2.210 millones. Puesto que las

    reservas internacionales netas del Banco Central (las de libre disponibilidad menos los pasivos externos netos del

    BCRA) cayeron en $ 5.736 millones, esto indica que el saldo de la cuenta capital fue negativo en US$ 3.526

    millones.

    Por otra parte, si se considera que la cuenta capital del sector público exhibiría un superávit de US$ 370 millones,

    entonces la correspondiente al sector privado habría registrado un balance negativo por US$ 3.896 millones. Por último, si

    la inversión directa privada aportó unos 300 millones en ese lapso, en consecuencia puede decirse que la fuga de capitales se

    situó en el entorno de los US$ 3.600 millones.

    LAS LECCIONES

    ¿Cuáles son las enseñanzas que dejan las consecuencias de la crisis mexicana sobre el sistema financiero y la economía

    nacional?

    * Que los ciclos de flujo de capital desde las economías desarrolladas a las menos desarrolladas responden, de manera

    principal, a factores exógenos a estas últimas.

    * Que esos ciclos son transitorios y reversibles.

    * Que el proceso de reflujo es más intenso cuanto mayor sea el desequilibrio de la cuenta corriente del balance de pagos

    del país receptor.

    * Que el régimen monetario derivado de la convertibilidad es muy vulnerable a los ciclos internacionales de capital y,

    por lo tanto, presenta un elevado coeficiente de riesgo de que se produzca una crisis financiera.

    * Que en ese contexto no se puede contar con un Banco Central maniatado para asistir a las entidades con problemas y

    que tampoco se puede operar sin algún tipo de régimen que garantice los depósitos de los particulares.

    * Que la intervención del Estado constituye un requisito central para amortiguar las consecuencias de la crisis.

    * Que existe una evidente falla de mercado en el sistema financiero. En el marco de una crisis, el sector privado del resto

    del mundo sólo ayuda al sector privado local si el Estado se erige en el gestor y garante de los recursos solicitados.

    SERVICIOS

    En los últimos años los ingresos por servicios alcanzaron una gravitación importante dentro de la estructura de las entidades

    financieras. En 1994 representaron 28,7% de las entradas totales de los bancos contra 29,9% de 1993. En este rubro se destaca el

    Banco Patricios, cuyos ingresos de esta naturaleza alcanzaron a $ 39,6 millones y representaron 55,93% de los ingresos totales ($

    70,8 millones).

    El Mercantil Argentino también sobresale en esta área (con un índice de 51,75%), mientras que entre los de capital

    extranjero el liderazgo corresponde al Lloyds. En el ejercicio cerrado en diciembre esta entidad consiguió ingresos por $

    112,4 millones, de los cuales, $ 52,2 millones (46,44%) provinieron del rubro servicios.

    PROVINCIA DE BUENOS AIRES

    En los cuadros que forman parte de esta nota, las cifras del Banco de la Provincia de Buenos Aires corresponden al

    balance de seis meses finalizado en junio, con un atraso de seis meses con respecto al resto de las entidades. Directivos de la

    entidad justificaron la demora por el hecho de que, por primera vez en la historia del banco, el balance consolidado cuenta

    con la aprobación de consultores externos.

    A requerimiento de MERCADO fueron adelantadas algunas cifras, no auditadas, al 31 de diciembre. Ellas son, en

    millones de pesos: activo total, 7.300; patrimonio neto, 1.050; ganancia del ejercicio, 160; préstamos, 6.200 y depósitos,

    4.700.