Adiós a los hospitales

    Aunque no lo parezca, el sector de la salud, tal como lo conocemos
    hoy, está agonizando. El sistema de grandes hospitales, donde
    los pacientes son atendidos por profesionales que poseen todo el
    conocimiento médico, desaparecerá junto con los otros
    dinosaurios de la segunda ola de la era industrial. En las primeras
    dos décadas del próximo siglo la medicina masiva
    dará paso a un sistema descentralizado, personalizado y cada
    vez más autoadministrado.

    Imagínese que un sensor del tamaño de un lente de
    contacto, introducido en su brazo, puede diagnosticar tempranamente
    un cáncer de próstata. O que se puede corregir el error
    genético que causa la enfermedad de Alzheimer. O que la
    Organización Mundial de la Salud puede distribuir en cualquier
    aldea africana una medicina &emdash;producto de la ingeniería
    genética&emdash; capaz de evitar la tuberculosis, el
    cólera o la malaria.

    Nada de esto es ciencia ficción. Son noticias surgidas de
    los laboratorios de biotecnología. Y estos avances comienzan a
    salir de los laboratorios para integrarse a la práctica
    médica cotidiana en el mundo desarrollado.

    El resultado de todo esto es que buena parte de la atención
    médica se trasladará de los hospitales al hogar, de los
    tratamientos estándar a drogas específicamente
    dirigidas a un patrón genético determinado o a un
    organismo patógeno específico.

    Con el tiempo, todos seremos nuestros propios médicos. El
    hogar será nuestra clínica particular.

    Estos cambios revolucionarios surgirán de tres factores
    relacionados entre sí: la profundización y
    difusión de la información médica entre el
    público, los avances en la investigación
    genética y la nanotecnología a nivel molecular, capaz
    de monitorear todo el cuerpo y modificar resultados
    biológicos.

    No estamos anunciando una utopía ni el fin de las
    enfermedades. La gente se encontrará con nuevas y peligrosas
    amenazas a su salud. Pero la convergencia de la difusión del
    conocimiento de la tercera ola y los avances en biotecnología
    de la cuarta ola llevarán la prevención y tratamiento
    de las enfermedades a niveles nunca imaginados.

    Se está terminando el monopolio del conocimiento
    médico. Miles de libros y artículos tornan disponible
    para el público información que hasta ahora
    permanecía celosamente guardada por los profesionales de la
    medicina. El acceso a bases de datos y referencias en Internet
    permite ya a muchos pacientes llegar al consultorio con tanta o
    más información que la que posee su médico sobre
    el mal que los aqueja.

     

    Cambio de papeles

    Puesto que las enfermedades más comunes en las sociedades
    avanzadas (cáncer y problemas cardíacos) están
    relacionadas con la alimentación y el estilo de vida, el
    enorme aumento en la base de conocimientos de los individuos da
    origen a un cambio de papeles. Después de todo, es el
    paciente, y no el médico, el que puede cambiar su propia
    conducta.

    En lugar de confiar su salud al antiguo shaman, o al médico
    contemporáneo, el paciente podrá recurrir a un sistema
    que puede incluir a un médico de atención primaria,
    apoyado por equipos virtuales conectados por computadoras en
    cualquier parte del mundo.

    Los progresos en la telemedicina y la telenfermería
    también permitirán achicar la brecha en la calidad de
    la atención que reciben los habitantes de zonas urbanas y
    rurales. Con la telemedicina es posible, incluso, tender un puente
    sobre el océano que separa a los países ricos, de la
    tercera ola, de los que todavía están sumidos en la
    pobreza de la primera ola. Michael Dertouzous, jefe del laboratorio
    de informática del MIT, ha propuesto, en este sentido, la
    creación de un Telecuerpo de Paz.

    En realidad, las fuerzas armadas estadounidenses ya pusieron a
    prueba la telemedicina. Soldados y paramédicos disponen de
    unidades móviles de asesoramiento médico. Llevan
    cámaras de video montadas en sus cascos que transmiten
    imágenes en vivo a un médico que, a miles de
    kilómetros, les brinda asistencia y consejo.

     

    La clínica a medida

    Procedimientos de rutina, tales como realizar un test de embarazo,
    medir la presión arterial o &emdash;en el caso de los
    diabéticos&emdash; el nivel de glucosa en sangre ya se
    están haciendo en el hogar. Muy pronto, una persona
    podrá medir su colesterol o inyectarse un antibiótico
    recetado por un médico.

    Será posible el monitoreo permanente de múltiples
    funciones, órgano por órgano, y hormona por hormona,
    gracias a diminutos sensores introducidos en la piel o en el torrente
    sanguíneo. Sólo algunos tratamientos que involucran el
    uso de grandes y costosos equipos requerirán visitas al
    hospital. A excepción de los enfermos muy graves, todos los
    demás serán pacientes externos que no necesitan ver
    nunca la sala de un hospital.

    En conjunto, todos estos cambios conforman un nuevo paradigma del
    cuidado de la salud en su forma más avanzada. En ese nuevo
    paradigma el individuo tiene más control y responsabilidad en
    la atención de su salud. Gracias a las investigaciones
    genéticas y a los sensores, todos sabremos más acerca
    de lo que ocurre dentro de nuestro cuerpo. El chequeo general
    periódico será continuo. Con un conocimiento más
    amplio y más profundo de la medicina, y con el acceso remoto a
    una amplia fuente de referencias, el individuo podrá adaptar
    los remedios a sus propias necesidades. La salud de una sociedad ya
    no se medirá por la cantidad de médicos o de camas de
    hospital por habitante. En realidad, cuanto más bajo sea el
    índice, mejor.

    Nuestro pronóstico es sencillo: más conocimiento en
    manos del individuo se traduce en mejor salud para todos.

    © Alvin y Heidi Toffler.

    Distribución de Los Angeles Times Syndicate.



     

     

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