Suspenderse en el aire, elevarse en la nada y sentir la libertad de observar la tierra desde el cielo genera una pasión cuyos orígenes se pierden en el laberinto de la historia. Más allá de la fábula de Ícaro, quizá sea el florentino Leonardo Da Vinci uno de los referentes históricos más concretos para describir la pasión por volar. Gran parte de su vida estuvo obsesionado por construir una máquina voladora y, de hecho, realizó varios bocetos y planos. Hacia 1505 escribió en su diario, con visión de futuro: “El gran pájaro emprenderá el vuelo sobre el dorso de su gran cisne, llenando al universo de estupor”.
Pero Leonardo no fue el único que intentó tocar el cielo con las manos. Finalmente, y luego de muchos experimentos, el hombre logró sentirse pájaro por primera vez en 1903, cuando los hermanos Wright, en Estados Unidos, pudieron volar 260 metros en 59 segundos. Claro que, por ese entonces, todavía faltaba mucho tiempo para que la aviación se convirtiera en un deporte con millones de adeptos en el mundo como es hoy.
En la Argentina existe una gran oferta para aquellos que se animen a volar. Las distintas posibilidades varían desde aviones ultralivianos hasta aladeltas y parapentes. Son varios los centros -alrededor de 20 en la provincia de Buenos Aires- que brindan excelentes oportunidades para el aprendizaje y la práctica de este deporte.
A la escuela
En general, los aeroclubes tienen escuelas habilitadas para formar pilotos, condición necesaria para aventurarse por los cielos, aunque también ofrecen la posibilidad de realizar vuelos de bautismo, algo así como un rito iniciático de la aviación.
Obtener la licencia de piloto no requiere de muchas horas de práctica, dependerá de cuál sea la complejidad del avión que se desee manejar. Por ejemplo, en la Asociación de Aviación Experimental, con sólo 10 horas puede obtenerse una licencia para volar ultralivianos, mono o biplaza, que, debido a su mucho menor consumo de combustible respecto de otros modelos, son los que tienen más éxito en el país. El curso se realiza con personal autorizado por la Fuerza Aérea Argentina, mientras que las licencias son expedidas por esta entidad y gozan de validez nacional.
Dicen los que saben que quien comienza a volar difícilmente abandone este deporte. Para los que quieran ir más allá y deseen iniciar una carrera profesional, la Asociación brinda una segunda licencia de piloto privado, que ofrece una formación más completa. Este curso se puede realizar una vez obtenida la licencia de ultralivianos. En este caso, es necesario acumular 20 horas de vuelo más, a $ 160 la hora. El costo total del curso asciende a $ 3.200.
Los aviones son, en general, de los socios, quienes utilizan los servicios de hangaraje (la guardería cuesta, en promedio, entre $ 100 y $ 150 por mes, de acuerdo con el tamaño del avión). En caso de tener con aeronave propia, el aeroclub permite alquilar una a un costo relativamente bajo, entre $ 80 y $ 160 la hora, dependiendo del tipo de avión.
Para quienes sólo quieren experimentar un fin de semana, existen los vuelos de bautismo, por sólo $ 25. No tienen duración ni recorrido fijo: “Con estos vuelos, nadie gana dinero, se hacen por el placer de mostrarle a otro las maravillas que se pueden disfrutar desde un avión”, afirma con entusiasmo Lorenzo Lavalle, encargado de Relaciones Públicas de la Asociación de Aviación Experimental. “En los primeros momentos, las personas suelen estar nerviosas, por eso son acompañadas por pilotos avezados, con conocimientos de primeros auxilios y de asistencia”, agrega.
El Aeroclub Río de la Plata también tiene una escuela de vuelo y una flota propia de ocho aeronaves: tres Piper PA11, un Piper PA12, dos Piper PA38, y dos Cessna, todos ellos con costos que van desde los $ 100 hasta los $ 172 la hora. Los vuelos bautismo tienen allí un valor de $ 55, la cifra que un novato debe abonar por permanecer 20 minutos a cielo abierto.
“Tenemos una escuela de vuelo habilitada, que ofrece licencias de piloto privado y de piloto comercial -informa Ricardo Furgeri, presidente de este aeroclub-. Las horas de vuelo necesarias para ser piloto comercial, se pueden realizar aquí, con supervisión de personal de la Fuerza Aérea. La parte teórica se cursa durante seis meses en el Inac (Instituto Nacional de Aviación Civil), en la localidad de Morón. Mientras se hace el curso, se va rindiendo el práctico, que consiste en acumular 200 horas. Una vez obtenida esta licencia, se puede volar a cualquier parte del país como piloto fumigador o taxista aéreo, entre otras opciones.”
Los más convenientes
Los costos de mantenimiento de los aviones varían de acuerdo con el modelo y el uso que se les dé, pero cabe destacar que los ultralivianos son los más baratos. Por ejemplo, un ultraliviano con pocos caballos de fuerza (hp), consume alrededor de 12 litros de combustible en promedio por hora, mientras los más grandes pueden gastar hasta 50 litros.
En cuanto a la fabricación de los aviones, algunos modelos se construyen en el país, pero la mayoría es importada. Un ultraliviano ronda los $ 5.000, mientras otros modelos pueden llegar a los US$ 40.000. La devaluación provocó un aumento increíble en el costo de los aviones importados, razón por la cual Lavalle expresa: “Nuestro deseo es que tanto las aeronaves como los motores se construyan en el país. Desde hace 20 años el propósito de la Asociación es lograr que los aficionados a la aviación deportiva tengan acceso a la información referida a la construcción de aviones. Hoy estamos trabajando con mucha fuerza en ese sentido”.
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