viernes, 5 de diciembre de 2025

Bolsonaro, la tobillera electrónica y el ocaso de una derecha sin ley

La justicia brasileña impuso una medida de control electrónico sobre el expresidente Jair Bolsonaro, acusado de conspirar para revertir el resultado electoral de 2022. El episodio pone en cuestión el destino político del bolsonarismo y su eco global.

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El viernes 19 de julio de 2025, el juez Alexandre de Moraes del Supremo Tribunal Federal de Brasil ordenó que el expresidente Jair Bolsonaro utilice una tobillera electrónica y entregue su pasaporte. La medida se dictó tras revelarse que el exmandatario participó en una reunión con jefes militares en la que se discutió un posible golpe de Estado para impedir la asunción de Luiz Inácio Lula da Silva, quien había vencido en las urnas.

La decisión judicial es un nuevo capítulo en una historia de antagonismos políticos, regresos imprevistos y polarizaciones que marcaron la última década en Brasil. Pero su significado trasciende las fronteras: anticipa una redefinición en el tablero de la ultraderecha mundial.

Del outsider al Palacio del Planalto

Bolsonaro llegó al poder en 2019 con un discurso que combinaba nostalgia autoritaria, evangelismo neopentecostal y promesas de liberalismo económico. Su presidencia (2019–2022) estuvo marcada por un manejo errático de la pandemia de COVID-19, la degradación ambiental en la Amazonía, tensiones con el Supremo Tribunal Federal y una relación ambigua con las Fuerzas Armadas.

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En materia económica, su gobierno promovió una reforma previsional y avanzó en la privatización de activos estatales, bajo la conducción de Paulo Guedes. No obstante, la inestabilidad institucional, las fricciones con los gobernadores y la falta de coaliciones sólidas en el Congreso limitaron su capacidad de implementación. En política exterior, alineó al país con los Estados Unidos de Donald Trump y rompió con las tradiciones diplomáticas del Itamaraty, como la neutralidad y el regionalismo activo.

Lula, la prisión y el regreso

La figura de Lula da Silva fue central para la narrativa bolsonarista. Condenado por corrupción en 2018 en el marco de la operación Lava Jato, el expresidente fue encarcelado por 580 días, lo que le impidió participar en los comicios que consagraron a Bolsonaro. Sin embargo, en 2021 el Supremo Tribunal Federal anuló sus condenas por vicios procesales, lo que habilitó su candidatura en 2022.

El regreso de Lula a la presidencia en 2023 fue visto por sus aliados como una restauración democrática. Para sus críticos, una revancha política. En cualquier caso, el proceso electoral evidenció el grado de polarización de la sociedad brasileña: una fractura persistente entre el progresismo del Partido de los Trabajadores (PT) y la derecha radical encarnada por Bolsonaro.

El modelo Trump, en versión tropical

La sintonía entre Bolsonaro y Trump fue más que simbólica. Compartieron asesores, estrategias comunicacionales y un mismo desprecio por las reglas institucionales. Ambos impulsaron teorías conspirativas sobre fraudes electorales, ambos promovieron movilizaciones masivas contra las cortes y ambos alentaron el desconocimiento del resultado electoral.

En Brasil, los ecos del asalto al Capitolio se replicaron en enero de 2023, cuando miles de seguidores de Bolsonaro invadieron las sedes de los tres poderes en Brasilia. El episodio, según la acusación del Supremo Tribunal, no fue espontáneo: se habría gestado en reuniones secretas con altos mandos militares, documentos apócrifos y campañas coordinadas de desinformación.

Según la fiscalía, Bolsonaro no solo estuvo presente en esas reuniones, sino que habría validado un borrador de decreto que declaraba el estado de sitio para anular las elecciones. De ahí la decisión judicial de imponerle una tobillera electrónica, ante “riesgo de fuga” tras recientes viajes a la embajada de Hungría y un posible intento de asilo.

¿Un ocaso o una mutación?

Lo que está en juego no es solo el futuro político de Bolsonaro, sino el rumbo de una corriente ideológica que supo ser global. Desde el Brexit hasta Vox en España, pasando por Le Pen en Francia o Kast en Chile, la ultraderecha ha tomado formas locales pero comparte un mismo núcleo: nacionalismo excluyente, negacionismo climático, religiosidad militante, autoritarismo penal y escepticismo ante la ciencia.

Sin embargo, el escenario 2025 parece marcar un repliegue. En Estados Unidos, el trumpismo enfrenta procesos judiciales múltiples. En Europa, la derecha radical ha alcanzado cuotas de poder pero sin lograr romper los equilibrios institucionales. En América Latina, los experimentos populistas de derecha no han generado modelos estables ni alternativas estructurales.

La figura de Bolsonaro, hoy sometido a controles judiciales, ilustra ese agotamiento. Su radicalismo discursivo ya no genera adhesión masiva. Su entorno político enfrenta restricciones judiciales crecientes. Su propio partido ha perdido cohesión. Y su estrategia de victimización comienza a mostrar signos de desgaste.

La tobillera electrónica no es solo un instrumento de vigilancia. Es también un símbolo: el intento por poner límites jurídicos a una política que se movió durante años en la frontera de la legalidad.

—No hubo fraude, no hubo golpe, hubo crimen— dijo el juez De Moraes en su fallo. La frase resume el giro: de la disputa electoral al terreno penal.

El reloj de la historia

La democracia brasileña, como tantas veces en su historia, enfrenta ahora una prueba de resiliencia. Pero a diferencia de otras etapas, no se trata de tanques en la calle, sino de tribunales, redes sociales y disputas culturales. El caso Bolsonaro es, en ese sentido, más que un juicio individual. Es un test para una generación de liderazgos que quiso desafiar el Estado de derecho desde dentro.

En los próximos meses, la evolución de este proceso tendrá implicancias no solo en Brasil, sino en el modo en que se redefine el mapa ideológico global. Con Trump aún en carrera, y con Europa enfrentando oleadas migratorias, el péndulo puede volver. Pero la tobillera en el tobillo del expresidente brasileño marca, por ahora, el compás de una retirada.

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