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Pero la inquietud unánime es la tendencia a nuevas regulaciones de organismos estatales o internacionales. Que la implementación de reformas la haga la propia profesión, y no “que venga de la política. Lo que venga de allí no necesariamente va a ser algo bueno”. Lo cierto es que el debate pasa por cómo avanzar hacia la desconcentración de una actividad donde 87% del mercado es operado por solo cuatro firmas
El tema del fraude está en la agenda de los directivos empresarios, lo que marca un cambio respecto de algunos años atrás y una oportunidad para las firmas de auditoría. El de los costos es otro tópico clave para el segmento, sobre todo porque estas firmas afirman estar perdiendo márgenes de rentabilidad que en años anteriores resultaban más que atractivos.
Algunos actores piensan que los cambios ocurren aunque no les guste a algunos de los protagonistas. Dicen que producto de la necesidad de ajustar sus presupuestos, sobre todo a raíz de la crisis financiera mundial, existen cada vez más compañías multinacionales que les permiten a sus filiales en nuestro país separarse del auditor global elegido por sus casas matrices.
Para otros, 2012 va a ser el año de la auditoría, porque la aplicación de normas internacionales de reporte y de auditoría lo que exigen es que las firmas locales cuenten con herramientas de mayor rigurosidad. Hay oportunidades, entonces. Es evidente que hay un segundo pelotón que viene ganando terreno, como consecuencia de brindar servicios de calidad comparable a los que requiere cualquier empresa del mundo.
El escenario global
Cada día trae su afán, reza el viejo dicho. Y cada año modificaciones en la agenda de los temas que concentran la atención de las firmas de auditoría. Durante 2010 (ver edición de enero 2011 de Mercado), lo que se analizaba era la aplicación obligatoria de las normas de convergencia contables bajo estándares internacionales (precisamente a partir de 2012) que permitirá que los balances de las empresas argentinas puedan ser interpretados sin la necesidad de adaptaciones adicionales y favoreciendo la transparencia. Formación de recursos, prevención de fraudes y ajuste por inflación eran entonces los temas en la hoja de ruta de los auditores. 12 meses después, aparecen interesantes variaciones, como se explicó más arriba.
Pero el detonante esta vez son decisiones de organismos reguladores europeos.
La Comisión Europea despertó la hostilidad de las grandes firmas contables cuando el 30 de noviembre pasado dio a conocer un paquete de reformas para la profesión contable. Dos días antes de cumplirse el décimo aniversario de la quiebra de Enron, Bruselas dijo que endurecería las reglas que habían reforzado luego del colapso del grupo estadounidense, y que había afrontado nuevas críticas en la actual crisis bancaria.
Para reducir conflictos de interés, ahora quiere que las cuatro grandes firmas contables –PwC, Deloitte, Ernst & Young y KPMG– separen sus brazos de auditoría y consultoría dentro de la Unión Europea. La reacción es entendible: en los últimos tiempos las cuatro grandes obtienen mayor rentabilidad de su brazo de consultoría que del de la tradicional auditoría.
La amenaza de esa partición opacó otras medidas en el paquete, que todavía podrían modificarse. Entre ellas figura un pedido para que las empresas roten cada 6-12 años su firma auditora, más una prohibición a los auditores de brindar servicios auxiliares a los clientes que auditan. Podría ser, en suma, la mayor revolución que enfrenta la actividad en más de un siglo.
Michel Barnier, comisionado para el mercado interno de la EU, quiere dividir en Europa a las cuatro grandes de la profesión –PwC, Deloitte, Ernst & Young y KPMG– en dos brazos separados –auditoría y consultoría– como parte de un paquete de medidas diseñadas para mejorar el análisis de las cuentas.
La European Securities and Markets Authority –el nuevo ente regulador de los mercados europeos– también participará en la coordinación del trabajo de los reguladores de auditorías nacionales.
Además, las grandes firmas auditoras estarán obligadas a desarrollar planes de contingencia para cubrir la posibilidad de que puedan colapsar al estilo Arthur Andersen, que auditaba las cuentas de Enron…
Más aún, en un intento de fomentar más competencia en el tan concentrado mercado de las grandes auditoras, a los bancos se les prohibiría estipular que una compañía use una de las cuatro grandes como condición para prestarle su dinero.
Regulación en EE.UU.
Para los contadores, la paradoja del escándalo Enron es que llevó a un control más estricto de las firmas de auditoría mientras también revelaba los límites del poder de los reguladores. La incapacidad de Arthur Andersen, auditor de Enron, para impedir que su cliente usara artimañas contables para esconder deuda en los balances fue el factor principal en la creación de un nuevo organismo de vigilancia en Estados Unidos llamado el Public Company Accounting Oversight Board (PCAOB).
Creado en 2002 por la ley Sarbanes-Oxley, la PCAOB inspecciona el trabajo de los auditores en un intento de asegurar que no pasen por alto ningún asiento desprolijo o fraudulento en la contabilidad.
La eficacia del regulador fue entorpecida en su momento por un fracasado cuestionamiento a su constitucionalidad. Durante el mandato de James Doty, su nuevo presidente, ahora parece que van a recuperar el tiempo perdido.
Pero a pesar de la nueva decisión y fuerza de la PCAOB para endurecer la regulación a la actividad de auditoría en otros países, el grado en que se pueda disciplinar en el futuro a las grandes auditoras por cualquier inconducta de tipo criminal se ve algo limitado.
El colapso de Andersen, que siguió a una acusación criminal en Estados Unidos, dejó al mundo con solo cuatro grandes redes de empresas contables: PwC, Deloitte, Ernst & Young and KPMG.
El temor de provocar pánico entre los inversores mediante la destrucción de una de las remanentes “Cuatro Grandes” hace que sea absolutamente imposible que se acuse a alguna de ellas como a Andersen.
PricewaterhouseCoopers Argentina
Contra toda restricción a la libertad de contratación
El mercado de auditoría puede seguir funcionando perfectamente sin profundizar la separación del trabajo de consultoría y sin una regulación –como la que se impulsa en la Unión Europea para estimular la competencia– que prohíba a los bancos exigir auditorías de los Big Four para otorgar sus créditos. La firma auditora rechaza todo tipo de normas restrictivas.
Por Javier Rodríguez Petersen

Marcelo Pfaff
Los mayores costos derivados de la aplicación de Sarbanes-Oxley ya son historia. Y la Argentina no tiene problemas en el proceso de convergencia con las regulaciones internacionales. Todo eso, por lo menos, según la mirada optimista de Marcelo Pfaff y Martín Barbafina, socios de PricewaterhouseCoopers Argentina.
La nueva crisis desató nuevas inquietudes en torno a la expansión de las grandes firmas de auditoría en el campo de la consultoría, una expansión que se había desacelerado en los primeros años de la década pasada, tras el escándalo de Enron. Pero para los socios de PwC “no hay razones para temer”. Por el contrario, resaltan, “los servicios de consultoría contribuyen a la solidez financiera de las firmas auditoras y les permiten destinar mayores recursos para asegurar la calidad de los trabajos de auditoría en un contexto de fuerte presión por parte de los comités de auditoría para reducir honorarios”. Además, resaltan que existen restricciones para prestar ciertos servicios de consultoría a los clientes de auditoría, en particular a aquellos que los reguladores han interpretado que podrían afectar su independencia.
Los auditores tampoco creen que exista el riesgo de que alguna de las Big Four (las cuatro firmas que se reparten la mayor parte del negocio de auditoría) sufran un colapso como el que sufrió Arthur Andersen a raíz del fraude de Enron, pese a que la European Securities and Markets Authority impulsa hoy planes de contingencia para evitar esa posibilidad. “Las firmas de auditoría –dicen Pfaff y Barbafina– tenemos como misión brindar una opinión independiente sobre la razonabilidad de la información financiera, aumentando su confiabilidad y utilidad y generando así confianza a los usuarios y a los mercados de capitales. Si bien no es probable un colapso de alguna de las grandes firmas, eso dependerá de que sigamos transmitiendo esta confianza. En ese sentido, creemos que existe una brecha de expectativas entre lo que muchos participantes del mercado espera como resultado del trabajo de auditoría y lo que los propios auditores entienden que es su rol. Por eso es necesario que la profesión trabaje en conjunto con los participantes de mercado para aclarar esta cuestión”.

Martín Barbafina
–Para aumentar la competencia, los reguladores europeos quieren prohibir a los bancos exigir –para dar un préstamo– que una compañía sea auditada por uno de los grandes nombres. ¿Están de acuerdo con ese criterio?
–No estamos de acuerdo con regulaciones que afecten la libertad de contratación en los mercados. El desafío es que las firmas menores estén a la altura de las circunstancias y sean elegibles por los bancos como depositarias de la confianza de los usuarios de estados financieros.
–Más allá de la eficacia de Sarbanes Oxley y las medidas propuestas por la Comisión Europea, las firmas de auditoría se quejan de un aumento sensible de los costos que debe pagar el cliente. ¿Es así?
–Luego de una primera etapa de incremento de costos, auditores y auditados hemos ganado fuertemente en eficiencia, lo que se ha reflejado en un ajuste a la baja de los honorarios.
–En Estados Unidos, el Public Company Accounting Oversight Board, surgido de Sarbanes-Oxley, supervisa la tarea de los auditores con el ojo puesto en evitar la contabilidad fraudulenta. ¿Rigen normas similares en América latina?
–Existen organismos de contralor en varios países. En la Argentina, por ejemplo, hace varios años que el Banco Central tiene un área de supervisión de auditores de entidades financieras.
–El debate sobre convergencia es para decidir si las normas IASB (International Accounting Standards Board, la autoridad que promueve los IFRS o Internacional Financial Review), convergen con los GAAP (General Accepted Accounting Principles) de Estados Unidos y Gran Bretaña. ¿Hay posibilidades de un acuerdo o es una meta que se corre continuamente?
–Hubo muchos avances en los últimos años y los IFR son el marco contable elegido. La Argentina comenzó a dar los primeros pasos al obligar a las empresas que hacen oferta pública de sus títulos de valores a presentar estados contables bajo IFRS a partir de 2012. Estos estados contables serán aceptados en todos los mercados de capitales sin restricciones y sin necesidad de preparar información financiera adicional. Por eso la problemática de convergencia no resulta aplicable a las compañías argentinas.
La principal dificultad en relación con ello es en el mercado de capitales de Estados Unidos, donde los inversores están acostumbrados a leer información financiera preparada bajo GAAP. Aquí se han registrado demoras, pero consideramos que, aunque a un ritmo menor al originalmente planeado, la convergencia avanzará inexorablemente.
–¿Y cómo marcha el proceso de convergencia hacia las NIA (Normas Internacionales de Auditoría)?
–Su alcance y oportunidad de aplicación se encuentra bajo discusión en los organismos de la profesión contable.
–Los reportes de sustentabilidad se vuelven cada vez más importantes. ¿Plantea esto nuevos desafíos a los profesionales de la auditoría?
–Sí, efectivamente plantean nuevos desafíos y los auditores deben prepararse para opinar y dar confianza sobre información de base no financiera. En muchos casos, se deberá recurrir a especialistas de otras disciplinas para revisar datos de índole no contable.

