“La globalización ha fracasado”

    En 1999, Saul comenzó a decir que la globalización se caía. Publicó The Collapse of Globalism: And the Reinvention of the World, por primera vez en 2005, tres años antes de que se desencadenase la crisis financiera, y ahora lo reedita con un epílogo nuevo dedicado a la crisis actual.
    “La percepción central de la globalización es que la civilización debe ser vista a través de la economía y solo la economía. Todo se mira con el prisma económico”. Otras perspectivas son ignoradas o rechazadas. Para la mente globalista, todo se expresa a través del “mercado”, que brinda a los gobernantes toda la información que necesitan. Bill Clinton graficó esto muy bien cuando pronunció aquella frase que se haría famosa: “¡Es la economía, estúpido!”.
    “La verdadera causa de la crisis que estalló en 2008 no fue financiera”, dice, “ese fracaso tuvo que ver con la idea de que la economía podía dirigirnos, de que los muros se iban a caer, de que no importaba donde viviera la gente. Eso equivalía a sugerir que la democracia no importaba, porque si no importa de dónde uno es ciudadano entonces no hay democracia”.
    Para mostrar la magnitud del desconcierto que creó la crisis entre los referentes más respetados del ambiente económico y los mismos que la gestaron, encabeza el libro con una cita: “Todavía no entiendo del todo qué fue lo que pasó”, Alan Greenspan, 23 de octubre de 2008.
    A pesar de la convicción casi religiosa con que fue concebida en sus orígenes la globalización, aquellas promesas de que el Estado-nación caminaba hacia la irrelevancia para ser reemplazado por el poder de los mercados globales; de que la economía, y no la política o las armas, determinaría el curso de los acontecimientos humanos; de que el crecimiento en el comercio internacional fomentaría mercados prósperos que, a su vez abolirían o cambiarían dictaduras por democracias, todo eso se ve ahora envuelto en una creciente vaguedad. Y sin embargo, dice Saul, muy poco sucedió como se preveía.

    Hora del interés nacional
    El colapso de la globalización nos ha dejado luchando con una paradoja. En lugar de entregar o compartir soberanía, los Gobiernos y los ciudadanos están reafirmando sus intereses nacionales. Estados Unidos parece decidido a ignorar a sus críticos internacionales. Europa enfrenta problemas de inmigración, racismo, terrorismo y renovado nacionalismo interno. Muchos de esos temas exigen soluciones únicamente europeas nacidas de experiencias y necesidades locales.
    En otras partes, el mundo todavía está buscando respuestas a la deuda de África, a la epidemia de Sida, al retorno del fundamentalismo y el terrorismo, todo lo cual se resiste a desaparecer a pesar del teórico aumento de la prosperidad global.
    Y los responsables siguen aplicando las mismas recetas, haciendo lo mismo. “Eso es lo que se está haciendo en España, en Grecia, en Portugal, en Irlanda y en todas partes. Nadie reconoce cuál es el auténtico problema. El crecimiento no nos va a sacar de la crisis que atravesamos; la austeridad, tampoco. “Veremos cómo resisten todo esto las democracias. Lo que están haciendo es poner a la democracia en peligro”. Según él hay que rescatar a los ciudadanos desahuciados o sepultados por hipotecas antes que a los bancos, que solo seguirán inflando la espiral de la deuda. Sobre la deuda, cree que hay que dar vuelta la página para empezar a prosperar.
    Además de los aspectos negativos de la globalización, Saul también analiza objetivamente sus éxitos, como el espectacular crecimiento del mercado mundial y el sorprendente surgimiento de India y China, que parecen destinadas a convertirse en superpotencias del siglo 21.
    The Collapse of Globalism es un libro valioso porque hace tres cosas con mucha claridad: presenta numerosas pruebas para afirmar que la aplicación de conceptos económicos globalistas está declinando desde 1995, aunque eso no sea admitido ni en el plano político, ni empresarial ni académico; analiza el éxito de varias naciones –China, Malasia, India, Brasil y Nueva Zelanda– países todos que rechazaron al menos parte de la agenda económica globalista.
    Por último, invita a investigadores y políticos a admitir que la economía globalista no tiene todas las respuestas a muchos de los problemas actuales y que por esa razón es una fuerza en declinación.