
Raul Gouvea
Foto: Gabriel Reig
Por María Teresa Lavayén
Al doctor Raúl Gouvea, profesor en la Universidad de Nueva México y ex consultor del Banco Mundial, le preocupa el legado que vamos a dejar a nuestros nietos. “La independencia no tiene nada que ver con el tamaño de un ejército o de una flota sino con la capacidad para innovar”, sostiene citando a un tío científico que murió desencantado con la indiferencia del gobierno de Brasil.
Este hijo de brasileño nacido en Carolina del Sur, Estados Unidos, es profesor de Gestión Internacional en la Anderson School of Management (ASM), de la Universidad de Nuevo México en Albuquerque; es director del Departamento de Finanzas, Negocios Internacionales y Tecnología de la ASM y director de Desarrollo Económico y emprendedorismo Indígena de la misma institución. Los temas sobre los que escribe, diserta, enseña y trabaja incluyen sustentabilidad, economía verde, crecimiento económico, energías alternativas, tecnología e innovación, que relaciona primeramente con Brasil y luego con todo el mundo en desarrollo.
Gouvea justifica el escepticismo y también que se presione a las empresas para que obtengan sus ganancias con prácticas que beneficien a la comunidad. Si no lo han hecho ya en algún momento, –afirma– comprenderán que deben adoptar el método de largo plazo en la forma de hacer negocios.
Los accionistas también cambiaron, dice. Hoy ellos también presionan a las empresas para que cambien, porque de otro modo llevarán sus inversiones a otra compañía. El inversor a la antigua que solo buscaba ganancias se ha convertido en alguien que se preocupa por la sustentabilidad. Según Gouvea las ganancias solas ya no les alcanzan, buscan otras cosas. De manera que si las empresas no entienden este cambio van a comenzar a perder accionistas. En los papeles se ve que las empresas “verdes” son más rentables que las empresas con tecnología “marrón” (o sea tecnologías sucias). Y esto es así porque son más innovadoras, y como la innovación es clave para la competitividad en el mercado global las empresas que se suman a la revolución verde invierten su dinero en nuevas ideas, nuevas patentes, nuevas tecnologías.
Con respecto a las leyes ambientales, Gouvea cree que deben estar fundamentalmente bajo el control de los Gobiernos para que no las impongan las ONG. Con las mejores intenciones, estas organizaciones han demostrado una tendencia al extremismo que termina paralizando mucha actividad comercial e impidiendo el desarrollo.

–Muchas empresas que están abriendo caminos en materia de crecimiento sustentable y economía verde, registraron en el pasado graves incidentes en esta materia. ¿Es creíble esta conversión, será duradera?
–Creo que sí, porque o lo hacen o mueren. Si una empresa no está dispuesta a adaptarse al nuevo entorno no va a durar mucho. Hay muchas hoy que están levantando el estandarte ambiental, la dimensión social y ambiental de sus negocios; eso no es maquillaje ni algo que hacen para poner contenta a la gente. Es porque entienden que si no se vuelcan a la sustentabilidad y se convierten en agentes sociales de la innovación, van a desaparecer.
Entre 2002 y 2005 se desató en India una campaña para restringir la venta de ciertas bebidas gaseosas. Una embotelladora de Coca-Cola fue acusada de sobreexplotar el agua subterránea y de contaminar con metales pesados tóxicos como plomo, cadmio y cromo.
En 2004 una fábrica de Coca-Cola fue clausurada por agotar el agua dulce y contaminar. Cuando los resultados de un estudio realizado por una ONG arrojaron que las gaseosas que se vendían en India, incluyendo las de la empresa Coca-Cola y las de PepsiCo, contenían un cóctel de pesticidas en concentraciones entre 20 y 25 veces mayores al máximo aceptado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las autoridades locales, se produjo una fuerte reacción de la sociedad que motivó prohibiciones a la fabricación o distribución de las bebidas en el país. Además de los pesticidas, la extracción de agua causaba la indignación popular contra las compañías. Los habitantes indignados lograron que las autoridades cancelaran la licencia a Coca-Cola.
Algunas empresas, como Coca- Cola, reaccionan ante circunstancias adversas, otras actúan proactivamente. Yo espero que en el futuro veamos más de lo segundo.
Incluso British Petroleum, después del desastre en el golfo de México, se está vendiendo ahora como una “empresa verde”. Otro ejemplo de reacción. Espero que no tengamos más desastres para que las compañías cambien el paradigma de marrón a verde.
Un ejemplo de proactividad es Unilever. Ellos quieren ser 100% sustentables en un plazo de 20 años. Quieren convertirse en una empresa verde. Puma está poniendo su contabilidad a disposición de quien la quiera mirar y está haciendo grandes esfuerzos por convertirse en una compañía más sustentable. Luego está el caso de Walmart, que presiona a su cadena de proveedores y los obliga a convertirse en sustentables. Walmart tiene una nueva regla: si usted no obtiene su producto de acuerdo con determinados lineamientos de sustentabilidad, nosotros no se lo compraremos.
Además, la compañía bajó costos reduciendo el material que usa en sus envases. De manera que, sí, muchas empresas se suben al carro de la sustentabilidad porque ven la posibilidad de obtener ganancias. Que esto se entienda bien, porque pueden producir más usando menos recursos naturales: menos agua, menos papel, menos electricidad, menos energía.
Y esto es solo el comienzo.
Entre 2008 y 2012 las empresas trataron de sobrevivir a la crisis y muchas hicieron a un lado el tema de la sustentabilidad. Incluso los países suspendieron proyectos sustentables durante los años difíciles, pero ahora esos proyectos se vuelven a considerar. Lo mismo las compañías. Yo creo que la sustentabilidad ha llegado para quedarse y está generando un cambio en el modelo de negocios, un modelo más inclusivo en el que los negocios no se hacen a expensas de la sociedad ni del medio ambiente.
Está también la motivación de las ganancias. En cuanto uno se vuelve más sustentable también obtiene más ganancias. Creo que hay toda una cantidad de motivaciones llevando a las empresas hacia la próxima dimensión de los negocios.
–Un blanco favorito del fundamentalismo ecológico es el de las empresas mineras, a las que aparentemente quieren borrar de la faz de la tierra. Y ese mensaje ha prendido mucho en la sociedad. ¿Usted qué opina?
–Entiendo la reacción del público contra las mineras. Han hecho muchos desaguisados en el pasado y a menos que puedan mostrar que están verdaderamente cuidando el ambiente, que cuando se retiren no van a dejar detrás de sí un gran agujero en la tierra y que se preocupan por las comunidades, no va a cambiar esa actitud de desconfianza.
Pero muchas ya están cambiando. En Brasil Vale do Rio Doce recicla todo el mercurio que usa y ha cambiado totalmente la forma de operar. Ayuda a las comunidades indígenas a desarrollar estrategias de negocios para que puedan aumentar los ingresos de la comunidad.
Las mineras chinas en Australia están construyendo ciudades completas que no van a desaparecer cuando ellas se retiren.
Yo organicé el año pasado en Brasilia una conferencia sobre minería en tierras indígenas. Asistieron líderes indigenistas, políticos, representantes de Queensland, Australia, mahoríes de Nueva Zelandia. Curiosamente, casi todos los productos mineros se encuentran en territorios indígenas. La posición de esos grupos es, “¿usted quiere venir a extraer minerales en mi tierra? Muy bien, nosotros queremos ser socios y les vamos a decir lo que queremos que haga. De lo contrario, no lo dejamos entrar y no hará ningún negocio con nosotros”.
Por eso creo que se acabaron los días en que las empresas mineras explotaban a las poblaciones locales y dañaban el ambiente. Hoy hay satélites, hay Internet, lo que sea que ocurra, al día siguiente estará en la primera página de los diarios. Y así las mineras están abandonando muchos proyectos por temor a dañar su reputación. Muchos proyectos que serían rentables y convenientes para todos pero que no logran satisfacer las necesidades ambientales.
Y aquí tenemos el otro lado de la moneda. Creo que en lo que se refiere al medio ambiente nos hemos vuelto un tanto extremistas. Hablo especialmente de Brasil, que es lo que más conozco. La legislación brasileña hace que sea prácticamente imposible para una compañía hacer negocios con las comunidades indígenas. El hierro hace falta, y el cobre, y el oro y todo lo demás que se extrae de la tierra. El mundo sigue necesitando minerales y metales para seguir girando.
Nuestras leyes ambientales se han vuelto tan extremas que no permiten actuar, y eso no ayuda a nadie. Yo creo que es un enfoque shiita del medio ambiente. El mundo aprendió su lección. Debe ir por el desarrollo protegiendo el ambiente al mismo tiempo. Esas son las decisiones que deben hacer los Gobiernos: ni mucho ni poco. No estoy proponiendo ignorar las leyes ambientales, pero tampoco llevarlas al extremo. En Canadá, por ejemplo, solo se permite a las comunidades indígenas cazar dos focas por mes, porque la foca es una especie protegida. ¿Qué dicen los indígenas? “Es nuestro modo de vida. Nuestra vida gira alrededor de la caza y de la pesca, no nos pongan en el mismo saco de la comunidad blanca El blanco va al supermercado a comprar su carne. Nosotros comemos carne de foca.”
Creo, finalmente, que los Gobiernos no deberían dejar demasiado en manos de las ONG porque se van por la borda, se van a los extremos y eso tampoco funciona, crea más problemas que soluciones.
“Independencia es la habilidad para innovar”
El doctor Raúl Gouvea visitó Buenos Aires en junio para presentar un nuevo MBA de la Universidad Kennedy organizado a partir del concepto “triple helix”, o triple hélice. Según este concepto el sector privado, el académico y el gobierno deben trabajar juntos para llevar a la economía al siguiente nivel de innovación. En su opinión, en países como Brasil o la Argentina el sector privado no juega un papel muy importante en la innovación. Los académicos investigan, pero los resultados de esa investigación se quedan en el papel, no se convierten en un producto que le sirva a la gente. Hace falta la colaboración con las empresas porque si no se crea un puente entre las instituciones de investigación y el mercado, lo que se descubrió no le sirve a nadie, o al menos no produce impacto en la vida de la gente. “Hasta ahora lo que vemos en nuestras sociedades es académicos que no quieren ensuciarse las manos pensando en términos comerciales. Para ellos el conocimiento y el lucro no van de la mano. Así no se logra innovación. El concepto de la triple hélice fue desarrollado justamente para hacer la transición entre una buena idea y un buen negocio.
En Brasil la Universidade Estadual de Campinas, UNICAP, promueve la ciencia y tecnología en el polo industrial provincial del estado de San Pablo. La universidad trabaja en sociedad con Innova, una agencia que apoya las innovaciones y los emprendimientos tecnológicos.
Gouvea integra un grupo de profesores visitantes de la New Mexico Foundation for Executive Education, todos reconocidos ingenieros y científicos que contribuyeron a desarrollar el nuevo MBA en la Universidad Kennedy sobre Gestión, Tecnología e Innovación.
“Uno de los problemas que encuentro en la Argentina es que sólo 0,6% del PBI en 2014 se destina a innovación y tecnología. Brasil no está mucho mejor, solo 1%. Si mantenemos las cosas como están nuestras economías no van a ser competitivas en el largo plazo. A mí me preocupa el legado. ¿Qué economía les vamos a dejar a nuestros nietos? Si queremos tener una economía sana y dinámica en 20 ó 30 años más, tenemos que comenzar ahora. Kennedy es la única universidad argentina que está haciendo este programa.
“Si una nación no innova, no crece, no crea riqueza y siempre comprará innovación de segunda clase. Nadie va a venir a vendernos lo último en innovación, nos venden lo que hicieron hace 10 años, y eso es malo para el país. La independencia no tiene nada que ver con el tamaño de un ejército o de una flota, tiene que ver con la capacidad para innovar”, dice Gouvea.

