En gran medida, el renovado interés por discutir sobre la vigencia de la democracia tiene, en nuestro país, la influencia de este debate en el resto del mundo, pero también ofrece aristas propias, singulares.
En el planeta, este año 2014 es especialmente relevante en este terreno. Ya hubo elecciones presidenciales en India, la democracia más populosa del mundo. 28 países de la Unión Europea votaron para elegir representantes ante el Parlamento Europeo, y los resultados encumbraron en muchos casos a partidos con vocación extremista, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda.
Indonesia, Brasil y Turquía, en el pelotón de los emergentes de primera línea, también tendrán elecciones presidenciales antes de que termine el año. Habrá además, las elecciones de renovación parlamentaria de medio término en Estados Unidos.
Pero ir a las urnas no es todo. También hay gente manifestando en las calles, los famosos “indignados”, tanto en Brasil, en España, en Estados Unidos, en Ucrania o en Tailandia.
Muchos electores desertan de los partidos tradicionales y corren a la búsqueda de nuevas opciones. El gran interrogante es si la democracia representativa no logra ajustarse a la era de Internet y de los medios sociales, logre o no el ansiado crecimiento económico.
Muchas organizaciones internacionales estudian el nuevo escenario. El ranking del IMD, por ejemplo, destaca que las monarquías constitucionales ocupan ocho de las 15 posiciones top en competitividad económica. Los enfoques sobre el tema abundan en reflexiones del tipo de “China ha roto el mito de que la democracia es una precondición para el crecimiento económico”, y que la extrema gravedad de la crisis económica de 2008 (“la Gran Depresión”) ha resentido el ideal democrático.
Los analistas tienen diferentes puntos de mira al considerar la cuestión en la Argentina. Se suele recordar las deudas de la democracia desde 1983 en adelante, la concentración del ingreso, la corrupción, o las imposiciones de las mayorías circunstanciales. Investigan si es cierto que la fiesta de consumo –o tal vez “las fiestas”, si se incluye la de Menem– son el precio de cooptar a la clase media. Dicho de otra manera: puede haber una democracia robusta sin comernos todo (ver en esta edición, página 22, “Al fin se supo: en Argentina la década ganada la ganó el consumo”). ¿Puede haber ahorro, disciplina, inversión a largo plazo y, a la vez, fe en la democracia?.
Del lado del haber hay méritos que destacar. En especial la solidez de esta democracia, que remontó una hiperinflación, un default seguido de megadevaluación, cinco presidentes en un par de meses y la destrucción de 25 puntos del PBI entre fines de 1998 y 2002. Y a nadie se le ocurrió visitar cuarteles. “La situación económica de la Argentina es impresionantemente independiente del apoyo a la democracia que sienten los argentinos dando cuenta de la existencia de un concepto mucho más abstracto de democracia que en otros países donde su juicio se basa mucho más en la experiencia. En otras palabras, las instituciones pueden funcionar mal en la Argentina y los argentinos seguirán apoyando a la democracia”. http://www.latinobarometro.org/lat.jsp
Pero en las últimas semanas, esta discusión recurrente en el país, pasa por dos ejes que concentran la atención. La eficiencia y la transparencia.
Eficiencia porque nadie puede explicar cuál es la estrategia –si es que hubo alguna– del Gobierno nacional frente a los holdouts favorecidos por la justicia estadounidense, o cómo un problema menor como este no fue atendido a tiempo, y provoca una conmoción ante el riesgo de que se caiga todo el edificio de reestructuración de la deuda cuya construcción insumió casi una década.
Transparencia porque el procesamiento judicial –por primera vez en nuestra historia– de un vicepresidente en ejercicio, Amado Boudou, acusado de cohecho y tráfico de influencias en la causa Ciccone, supone un terremoto político cuyas consecuencias políticas son difíciles de imaginar.
La esperanza es que –como decía la citada encuesta de Latinobarómetro– la democracia siga siendo apoyada por los argentinos.
Desafíos de la bonanza
Diez años atrás, la condena era ilevantable: Estados Unidos estaba condenado a importar de modo creciente petróleo y gas. Ahora, la discusión es en torno a cuánto se puede exportar. La explotación de shale oil y gas revirtió una tendencia que parecía inexorable. Los nuevos problemas a confrontar son la logística de transporte energético, los criterios y montos de inversión y políticas ambientales (especialmente las referidas a las técnicas de fracking o perforación inyectando agua a gran potencia).
Naturalmente es mejor enfrentar los problemas de la abundancia que los de la escasez. El principal consumidor de energía del mundo se prepara para autoabastecerse y exportar. Los tradicionales proveedores de petróleo a EE.UU. están en trance de perder a su principal cliente.
Elecciones que jaquean acuerdos comerciales
La estrategia comercial global de Estados Unidos puede sufrir un revés inesperado. De una parte, despliega todo su peso específico y habilidad diplomática para lograr el Acuerdo Transpacífico, un gran entendimiento comercial entre la gran mayoría de los países con costas en ese océano.
De la otra, además de firmar más acuerdos de libre comercio en la región, estaba cerca de lograr otro gran acuerdo: el Transatlántico, con toda la Unión Europea. Concretar ese pacto nunca fue considerado fácil, pero sí muy posible por las ventajas evidentes que traería para los firmantes.
Ahora todo ha cambiado. Muchos de los partidos que obtuvieron triunfos y escaños en las elecciones para el parlamento europeo son claramente anti-establishment, o al menos contrarios a fórmulas de unidad continental y hostiles a potencias extraregionales. Lo que supondría, en el mejor de los casos, una demora importante y no prevista.
Los comicios suponen un cambio importante en la composición del actual Parlamento, dominado hasta ahora por partidos de centro derecha y de centro izquierda. Igualmente, habrá una nueva composición del órgano ejecutivo comunitario, la Comisión Europea. Los temas más sensibles que quedaban por resolver –se había resuelto– quedarían para ese entonces, dentro de seis meses. Lo que daría chance para saber si los Demócratas pro acuerdo con la UE lograría controlar el Senado estadounidense en las próximas elecciones del 4 de noviembre. El riesgo es que el nuevo escenario europeo recaliente las negociaciones y las dilate de modo tal que no sería posible exhibir logros para las elecciones presidenciales de EE.UU. en 2016. Con lo cual Barack Obama no podría envolverse en la bandera del gran triunfo comercial global. Que es exactamente lo que persigue Marine Le Pen, del derechista Frente Nacional en Francia; Beppe Grillo del Movimiento Cinco Estrellas en Italia, o con matices, Nigel Farage del Partido Independiente de Gran Bretaña.
Si eso ocurre, hay quienes dudan de que se pueda llegar a un acuerdo de este tipo en unos cuantos años.
Avasallante presencia de cloud computing
Uno de los platos fuertes de esta edición (ver Dossier, a partir de la página 100) es el anuario de IT. Esta versión, como no podía ser de otra manera, se concentra en cloud computing y a partir de este concepto, se exploran los otros capítulos de la tecnología de la información que resultan afectados por este fenómeno avasallador.
Se avecina una gigantesca transformación que modifica y genera nuevos modelos de negocios en todas las actividades económicas imaginables.
El fenómeno es perceptible de modo evidente en nuestra región. La inversión en “la nube” en América latina para este año se espera que crezca 67% hasta superar la marca de US$ 1.000 millones. 60% de las compañías instaladas en el área usarán redes sociales en marketing y ventas. Solamente la inversión en Big data en la región llegará este año a US$ 820 millones.
Consecuencia: hoy son numerosos los departamentos de IT en los que se analiza esta variable. Quieren comprender bien su alcance, el impacto que el modelo puede tener en el negocio de sus empresas y cuáles son las brechas que todavía presenta, ya que todavía existen dudas sobre la seguridad, la interoperabilidad, la integración, la performance, la confiabilidad y el potencial retorno de las inversiones que se realicen en esos ambientes cloud. Sin duda esas brechas serán solucionadas.
Con todo, estamos en el comienzo. El aumento de servicios mediante computadoras, a través de Internet y la nube pública, o bien a través de nubes privadas seguirá perturbando mercados establecidos, y revolucionará los mecanismos conocidos de compartir información y desafiará todas las teorías de management hoy establecidas.
Probablemente en el futuro no haya un departamento de tecnología en las empresas, como el que conocemos hoy, y toda la organización pasará a ser una network con pequeñas unidades dotadas de personal con habilidades técnicas en algunos casos, y con otras habilidades requeridas por el negocio específico, en otros.
Se advierte que cloud computing traerá un impacto positivo sobre la economía, pero lamentablemente, no sobrevendrá en cada país y en toda industria. Como siempre, habrá ganadores y perdedores.