La deuda global, la de todos los países del planeta, ha crecido en US$ 57 billones (millones de millones en español), en los últimos siete años, tras la profunda crisis de 2008, más conocida ahora como “la Gran Depresión”.
En 2008, la crisis se originó en una gigantesca burbuja de deuda generada en el ámbito financiero. La expectativa era entonces que, a partir de ese momento, la deuda se redujera de modo efectivo, o bien como porcentaje del endeudamiento en relación con el PBI de cada país.
Nada de eso ha ocurrido. Lo que significa que el actual escenario puede golpear y achicar el ritmo de crecimiento económico global (que ya tiene sus problemas) e implicar nuevos riesgos para la estabilidad fnanciera.
Un nuevo informe del McKinsey Global Institute explora la evolución de la deuda en 47 países, 22 de ellos, economías avanzadas, y los otros 25, en desarrollo, evaluando las implicaciones de este mayor endeudamiento tanto sobre determinadas naciones, como sobre sectores específicos de la economía. El foco está puesto en la deuda de la economía real: gobiernos, entidades no financieras y hogares.
Se identifican tres áreas de riesgo emergente: el aumento en la deuda de los Gobiernos (que en algunos casos es de tal magnitud que obliga a imaginar nuevas formas de reducirla); en los hogares (y en el precio de las viviendas); y muy especialmente la deuda de China que se ha cuadruplicado en siete años, en especial por la burbuja inmobiliaria y por the shadow banking (operaciones financieras que ocurren al margen de las entidades reguladas, como hedge funds, fondos del mercado de capitales y vehículos de inversión estructurados –SIV por sus siglas en inglés–).
En algunos de los países estudiados el nivel de la deuda acumulada es insostenible. Solamente toda la deuda de los Gobiernos creció en el septenio en US$ 25 billones. Hay casos en que el nuevo endeudamiento es resultado de una seria recesión y una tímida y lenta reactivación. Pero en otros surge de programas de estímulo y de rescate de sectores en problemas. Algunas soluciones que se avizoran en el informe: intensiva venta de activos estatales, nuevo impuesto a la riqueza, y en especial, programas más eficientes y realistas de reestructuración de la deuda.
En cuanto a la economía doméstica, la de las familias y sus hogares, excedieron el nivel que tenía en 2008 en la mayoría de los casos, en especial en países como Australia, Canadá, Dinamarca, Suecia, Holanda e incluso en Surcorea, Thailandia y Malasia. Deberán aplicar normas más estrictas para conceder préstamos al consume, hacer más flexible el régimen de hipotecas y aliviar el sistema de quiebras y bancarrotas.
En cuanto a China, donde la deuda total pasó de US$ 7 billones en 2007, a US$ 28 billones en 2014, aunque todavía manejable, es mayor que la de Estados Unidos o Alemania. Lo preocupante es que la mitad de los préstamos está vinculada al mercado inmobiliario. y buena parte de resto es deuda de los Gobiernos locales que no tienen posibilidades de repagarla.
Por el futuro cercano, con toda la prudencia posible, habrá que aprender a convivir con alta deuda y tratar que no siga aumentando. Las esperanzas están puestas en mejorar el ritmo de crecimiento económico y aumentar el comercio internacional.
Sobre esto, sin embargo, no abundan las buenas señales. Según la última proyección de la Organización Mundial del Comercio el crecimiento seguirá flojo durante los próximos dos o tres años. Algunos interpretan eso como una señal de que la globalización se podría estar deteniendo.
Según la OMC el comercio mundial crecerá 3,3% este año, algo más que el 2,8% de 2014. Para 2016 prevé 4%. Esta proyección casi coincide con el anuncio del FMI, que previó para este año una expansión de la economía global de 3,5%.
Según Financial Times, durante los 30 años antes de la crisis del 2008, el comercio global creció al doble de la velocidad de la economía global, con lo cual los economistas hablaban de una era de “híperglobalización”
“El crecimiento económico ha sido decepcionante en los últimos años debido en gran medida al lentísimo crecimiento del PBI luego de la crisis financiera”, dijo Roberto Azevedo, jefe de la OMC. “Hacia adelante, esperamos que el comercio continúe su lenta recuperación pero con un crecimiento económico todavía frágil y continuadas tensiones geopolíticas”, advirtió. El pasado fue el tercer año consecutivo en el cual el comercio creció menos de 3%. “Con el crecimiento geopolítico todavía frágil y las tensiones geopolíticas continuadas estamos cautelosamente previendo que el comercio continuará su lenta recuperación”, dijo Azevedo a la prensa. La OMC espera que el crecimiento comercial pegue un repunte en 2016 con una expansión de 4%. El comercio es una medida clave para la salud de la economía global, que a la vez estimula y refleja.
Lo que el mundo piensa sobre China
Toda superpotencia ha merecido en su momento hostilidad, desconfianza, repudio, temor o sentimientos parecidos. Bien lo podría explicar Gran Bretaña, conocida en una época como la “pérfida Albión”. O de alguna manera, Francia y Holanda en su etapa colonialista, o Alemania durante la cumbre de su poderío bélico. También Rusia en tiempos de la URSS e incluso hoy entre muchos de sus vecinos.
Pero ningún caso ha sido más notorio que el de Estados Unidos, la gran superpotencia de todo el siglo 20 y que todavía sigue siendo, militarmente, el país más poderoso del planeta. Nadie como los “yankees” para coleccionar epítetos, de los justificados y hasta de los infundados.
Pero este siglo trajo una novedad. La emergencia de China con real estatus de superpotencia por lo menos, por ahora, en el plano económico. Por eso es interesante ver cómo se percibe el ascenso de este país por el resto del planeta.
Capítulo aparte son sus vecinos cercanos del sudeste asiático. Beijing tiene claras pretensiones territoriales y marítimas que enervan a unos cuantos países de la zona y que explican la fuerte presencia naval de Estados Unidos en la región.
Quienes tienen una visión favorable de los chinos en Estados Unidos alcanza a 35% de la población, en Japón, apenas 7%.
Pero a medida que China expande su presencia comercial activa en diversos continentes, donde antes prácticamente no existía trato alguno, surgen expectativas favorables y también algunos resquemores.
Comencemos por nuestra región. Los cambios en las relaciones con el gigante asiático han sido extraordinarios en poco más de una década. El comercio entre China y Latinoamérica se incrementó 22 veces entre el 2000 y el 2013, de US$ 12 mil millones, a US$ 270.000 millones. En el último lustro, la inversión directa china osciló entre US$ 10.000 millones y 14.000 millones anuales, especialmente en Brasil, Perú y Venezuela.
Según anunció el mismo presidente Xi Jinping, en 2019 el comercio bilateral llegará a US$ 500.000 millones. Los chinos necesitan productos de la región, básicamente materias primas, y los latinoamericanos importan productos industriales chinos pero también requieren préstamos para obras de infraestructura.
Algunas voces señalan un riesgo: que al igual que antes Gran Bretaña y Estados Unidos, se lleven commodities de la región, y nos inunden con productos industriales, con lo cual la balanza comercial será siempre favorable a Beijing.
En todo caso, en términos generales, la expectativa sigue siendo favorable al nuevo vínculo.
Ãfrica, opinión positiva
En ninguna otra parte del globo la opinión es tan favorable a China como en Ãfrica. El desembarco chino en Ãfrica comenzó antes que en América latina, en tiempos en que ninguna economía desarrollada se interesaba por este continente.
Los chinos entendieron bien: varias e importantes economías del continente estaban haciendo las cosas bien, pero necesitaban un salto cualitativo. Disponer de una infraestructura prácticamente inexistente. Y los chinos estuvieron de acuerdo en realizar muy importantes inversiones para lograrlo.
Aumentó el comercio y la inversión china de modo notable en pocos años. Angola exporta la mitad de su petróleo a China, que es naturalmente, su principal socio comercial. Las inversiones chinas no solo se han concentrado en recursos naturales sino en muchos otros sectores, y en una gran cantidad de países, algunos con economías potentes, otros en situación económica grave.
Es cierto que hubo denuncias de violación a los derechos laborales de los nativos, pero eso no fue suficiente para erosionar el prestigio ganado. Ãfrica comienza a estar más globalizada gracias a la experiencia china. El mismo Estados Unidos está desarrollando ahora una política africana para intentar contrarrestar la fortaleza de la penetración china.
Europa, la novedad
Hasta hace poco, para los europeos, China era un tema de la geopolítica. Ahora comienza a ser de la economía.
En 2014 invirtió US$ 18.000 millones (US$ 10.000 millones el año anterior). Hay países muy interesados en recibir estas inversiones, como Gran Bretaña, Italia, Alemania y Francia. Recursos que se dirigen a energía, mercado inmobiliario, sector automotor, alimentos, retail, seguros, e infraestructura de aeropuertos.
Sin embargo, en los sondeos realizados, solamente 28% de los alemanes tienen una visión positiva de China, y apenas 26% entre los italianos.
Lo que ocurre es sencillo: los europeos quieren las inversiones chinas, pero tienen una profunda desconfianza en su sistema político y legal, y en el modo de operar de sus empresas.
Curiosamente, los franceses no tienen simpatía por China, pero en cambio tienen una opinión muy favorable de los chinos, como muy trabajadores, disciplinados, amistosos.
Las percepciones negativas, en todo caso, parecen difíciles de ser corregidas. Primero, hay una gran falta de información. Luego, los medios no simpatizan demasiado con China.
Tal vez la novedosa presencia de millares de turistas chinos contribuya a modificar la actual percepción, especialmente si es acompañada por inversiones de largo plazo.